I
Todo lo que somos está por venir.
Pero nada quiere completarse
demasiado pronto.
Si buscas la quietud del tiempo,
aceleras su curso.
Por mucho que ames, no serás amado.
Olvidas, pero también te olvidan.
Compadeces, y te compadecen.
En medio de la algarada,
se escucha el más bello silencio.
El cielo está despejado,
pero le falta siempre una nube
que ofrezca el contraste.
Y no hay nunca en el día de verano
un calor tan excesivo
que una suave brisa del mar
no le dé su mejor oportunidad.
Todo da vueltas sobre un eje,
pero el eje no se mueve.
Todavía está por decirse un último adiós,
la despedida es también saludo
y todo vuelve a comenzar.
Todo lo que fuimos está por venir.
La caricia que no esbozamos
en el gesto de nuestra ausencia,
el beso que no compartimos
nos atrapan en el círculo de la repetición.
Y para volver al principio
se necesitan dos.
II
Atravesarás otra vez la noche,
no invocarás el nombre de la fantasía
o el pensamiento endurecido
contra la vida.
Todo lo que podía ser
lo borrará el último sueño
antes del próximo amanecer.
Cambia la estación
y permanece el anhelo de otra luz
que le dicte al cuerpo su medida,
su salud y su enfermedad.
La soledad acumulada
a lo largo de los años no te va a enseñar nada
que ya no hubieras aprendido
en el primer momento de tu concepción.
También estabas solo y desprotegido
en el vientre de tu madre,
desde entonces hasta ahora
el dolor de vivir una vida ajena
será una compañía soportable
a lo largo del ciclo de la repetición.
Pues en una sola vida
nos hemos encarnado en otro ser
tantas veces
que ya no guardamos memoria
de lo que fuimos.
Y seguimos luchando
por encontrarnos
hasta que sintamos el último latido
de un corazón cansado.
III
Esta lucha dura demasiado,
esta efusión de un amor
al que nada responde ni acoge,
sin poder aferrarme a otra cosa,
me sostengo apenas
en un hilo invisible de realidad.
Estoy plantado
en un centro que soy yo mismo,
del que no puedo evadirme,
soy en unidad dolorosa
la lucha entre mi libertad y mi prisión.
Todo adviene a mí y se me entrega
en su pura belleza y resplandor.
Crece desde sí mismo y se encierra,
quisiera poder dar forma y sentido,
pero todo se me oculta
cuando las palabras me encadenan…
IV
El almendro que floreció
antes de la llegada de la primavera,
pequeñas flores de un blanco avioletado,
que tímidamente aparecian
entre sus ramas reverdecidas,
ahora con las tormentas
de un invierno traicionero
se encuentra devastado.
Apenas ha sobrevivido
alguna pequeña flor rota
que se ve entre su humillado ramaje,
y no obstante ya espera el sol
en la gratuidad
de su próximo desvanecimiento.
Todo él siendo el mismo
y con fuerzas renovadas para seguir floreciendo.
V
Como ese almendro que creció
desde sí mismo
enmarcado en un espacio limitado,
contra la sequedad y la lluvia escasa,
ese almendro cargado de fruto
hasta doblarse
contra los vientos violentos
y las lluvias intempestivas.
Yo diferente a él,
sin flores ni frutos,
sólo erguido contra lo mismo
que me alimenta y fluye a través de mí.