ALTERNATIVAS, RECICLAJES

No quedan alternativas, ¿y qué?

Nunca las hubo. Los “cambios y recambios” de 1982, 1996, 2004 y 2011 sólo eran concebibles para los secretamente desesperados votantes del “Sistema” descrito por Mario Conde: las opciones, antes de presentarse como “consistentes, fiables y viables” deben ser más bien simplemente eso, “opciones”, y aquí no las ha habido jamás a lo largo de este cautiverio de un pueblo, no precisamente “elegido” ni “elector”.

Cómo iba a haberlas, las opciones, si el Estado es el único sujeto político realmente existente y sólo se puede acceder al Estado… a través de los partidos constituidos ya a priori dentro del Estado… que son sus opciones, no las nuestras. Quien obvie cómo se hace política y bajo qué condiciones formales y materiales se reproduce ese modelo, no sabe de lo que habla.

Por eso todo reformismo no tiene ni la menor idea del terreno que pisa. El mismo día 6 de diciembre de 1978, al aprobarse por referéndum la actual Constitución, el Régimen había dado todo lo que podía dar de sí, pero para entender esto hay que tener una mente de horizontes muy despejados.

Hace falta ser muy estúpido o muy cara dura, o ambas cosas a la vez, para querer convertirse en un cantamañas de los partidos, a fin de rascarles la panza a los miembros de ese Estado constituido en Oligarquía trascendental y, al parecer, trastemporal.

Lo que saben aquellas mesas de reuniones de la AEB en los años ochenta es voz publicada, la esencia del felipismo, “eau de toilette” para después del baño de los amigos del Rey, pero la especie burriciega tiene las espaldas anchas para sostener todas las cargas de leña y de palos, y nada la agota.

No hubo salidas, porque “subvenciones y oportunismo” las anegaron de felicidad estatal, el paraíso de algunos sufragado por ese “Todos”, que empezamos a ser cuando se importó el impuesto “progresivo” sobre la renta, y del que la mayoría cree astutamente autoexcluirse, suponiendo que el vecino es un poco más listo y aprovechado que él y, por tanto, uno debe mostrarse más listo y aprovechado que el vecino, en un encadenamiento interminable de complicidades que tejen la verdadera estática y dinámica inciviles de este Régimen.

Es cierto que Rivera ya tiene el visto bueno de la plana mayor del Ibex 35 y sube en los veloces ascensores para VIPS con hilo musical, ascensión a los cielos, no por asalto sino con el permiso debido, hacia los grandes edificios donde se amasa el porvenir a golpe de caja registradora y parpadeo de terminal bursátil.

Es cierto que en los libros blancos se escriben las peticiones que deben satisfacerse y no hace falta mucha “sociología política” para saber quiénes se encuentran en el éxtasis de la “aurea mediocritas” si cambian el voto con olor a queso rancio por el voto refrescante de una Coca Cola Zero, ya ese anuncio publicitario del viejales bebiéndola da una pista insospechada para el porvenir del Peperío reciclado.

Quién nos iba a decir después de casi cuarenta y tres años de la muerte de Franco que seguiríamos “mandando” nosotros, los Mismos de entonces y de siempre.

La Constitución del 78 no es «nuestra» ni hay que defenderla.

Es una Constitución que sólo ha servido para legitimar, amparar y promover unas estructuras de poder bajo las cuales ha prosperado lo más vulgar y abyecto de la sociedad civil española.

Es la Constitución de los Oligarcas.

Defenderla sería reconocer la legitimidad y validez indiscutible de la Forma de Gobierno que instaura y perpetua.

Es la Constitución gracias a la cual ha sido posible construir aquello mismo que niega a la Nación en cuanto sujeto político, al que priva de su libertad política colectiva para elegir Forma de Estado y Forma de Gobierno.

El nacionalismo catalán actúa como la coartada perfecta para defender esa Constitución maldita, de la que el propio nacionalismo se alimenta, porque sólo a través de ella se ha instituido como fuerza de integración de masas para desnacionalizar al resto, y ése es el objetivo secreto del Régimen del 78.

Mi impresión largamente rumiada: ya es demasiado tarde para todo.

Moralización de la catástrofe frente al espontaneísmo de los viejos resortes. La prueba de la Historia, siempre olvidada.

No es la primera vez, pero un pueblo, más sabio quizás, por el hecho mismo de la vejez y el climaterio, ya habría comprendido la verdad. Al menos la fracción mínima más capacitada e ilustrada. Nada de nada.

Por doquier servilismo, cretinismo, mitos y leyendas, impurezas morales, reservas mentales, doble pensamiento, hipocresía calculada.

La participación en las elecciones catalanas de diciembre de 2017 lo demostró con su 80%: nadie aprende nada de la experiencia.

Las anécdotas insignificantes se acumulan: un Gobierno central culpable de financiar directamente a un movimiento secesionista, así declarado por las pruebas que el propio Ministerio correspondiente suministra. Nada.

Todo el mundo espiaba a todo el mundo y todo el mundo manejaba fondos públicos para todo tipo de delitos, encubiertos por chantajes reales que ocultaban crímenes hipotéticos.

Las leyes, burladas, exhibidas como espantajo, pisoteadas. Nada, porque en realidad no hay Ley ni Derecho.

Los jueces, ahora alabados contra la verdad de su actuación obscena, cuerpo de guardia para la protección especial de los Sujetos No Imputables. Nada.

Conspiradores de salón paseándose por los platós, las redacciones de periódico, los tribunales, las jefaturas de policía, las oficinas de las grandes sociedades corporativas y las cátedras universitarias. Emitiendo mensajes persuasivos, nuevas moralizaciones, alguna “demonización”, animales de pezuña dirigiendo la palabra a animales de establo para que los animales de matadero aprendan a medir sus fuerzas.

Nada, no ha habido los muertos con que unos y otros se amenazaban, siempre reservándose la posición de “voyeur” impune.

Quizás la próxima vez sea necesario jugar a la ruleta rusa… para decidir ciertos asuntos.

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