UN NUEVO CULTO PROFANO (2018)

Uno puede leer cantidades industriales de ensayos políticos e históricos muy bien escritos y meditados. Uno puede escuchar interminables charlas sobre asuntos políticos, muy bien redactadas y muy bien recitadas. Uno puede seguir campañas electorales, leer artículos de opinión, incluso puede ver innumerables telediarios.

Si le queda tiempo, puede leer el BOE, Uno puede leer la Filosofía del Derecho de Hegel, la crítica del parlamentarismo de Carl Schmitt, puede leer el «Mein Kampf», puede leer «El Federalista», puede leer y releer «El Príncipe», puede leer «Leviatán», incluso puede dejar de leer y ponerse a pensar por su cuenta, a riesgo de descubrir lo que mejor sería ignorar. Pero la psicosis no termina cuando se ponen bajo cuatro llaves los libros de Teoría del Estado y la Doctrina de la Constitución.

Donde acaba la psicosis, comienza el culto.

Uno dejó de preguntarse por la esencia y la existencia del Estado, por la «quidditas» y la «hacceitas» del Estado, por su sentido y su función. Maduró en su saber. El hombre sabio no pregunta, se prosterna, se rinde y adora, levantando los brazos con el corazón lleno de amor y piedad, dirigidos al Dios Inmortal en la Tierra, a quien reconocerá en su Ser auténtico, que ningún conocimiento mundano y positivo puede escrutar, pues Él es el Desconocido que no puede ser conocido sino tan sólo reconocido en su Dignidad suprema e inmaculada.

Los Reglamentos no alcanzan su plenitud, el Pleroma de su esencia; los Leyes no agotan su Verdad; las palabras del hombre no pueden entender ni expresar su sentido. La Idea es su cuerpo y éste se viste de Normas y las Normas son bellas en sí mismas, como vestidura de Atenea, pues a través de ellas brilla, refulge y escintila su Belleza, que los hombres malvados no pueden ver sin maravilla de sus ojos y ceguera condenatoria con que se les premia por su incredulidad impía.

Dicen que no quedan dioses, que la religión muere, que los hombres no creen ya en nada, que los valores se han perdido, que nada es lo que parece, que el hombre está cansado, que no son tiempos para la lírica, que la humanidad envejece y somos los frutos tardíos del Tiempo…

Sí, pero cada un paga sus impuestos, cada uno respeta las normas de tráfico, cada uno va a su trabajo, cada uno pide seguridad y protección contra los accidentes de carretera, el cáncer o el borracho de la esquina, cada uno quiere la tranquilidad y el orden, la limpieza y la privacidad, el ocio y el negocio…

Pues ahí lo tenéis, si os desagrada su figura, lo lamento: yo, el Estado, inspector de alcantarillas y alumbrados, no puedo daros sino tan sólo lo que vosotros me entregásteis, pero no puedo daros lo que vosotros no queréis ni tal vez tengáis fuerzas para imaginar.

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