«EL TOTALITARIO»: RETRATO COSTUMBRISTA DE UNA FIGURA HISTÓRICA EN EL «ESTADO DE PARTIDOS» ESPAÑOL (2018)

El talento natural, pues, y la poca aprensión son las dos cualidades distintivas de la especie: sin ellas no se da calavera. Un tonto, un timorato del qué dirán, no lo serán jamás. Sería tiempo perdido.” (Larra, “Los calaveras”, artículo primero).

La actual vida política española me recuerda bastante el comienzo del artículo de Larra sobre “los calaveras”. Sí, es claramente ya toda una figura “costumbrista” muy característica del Régimen español del 78, un poco como lo era el “judeo-masón” o “el comunista” en el discurso retórico del franquismo, tanto en su fase temprana como tardía. Dado que nosotros ya nos encontramos en el periodo posmeridiano del Régimen del 78, aproximándonos a marchas forzadas al “Reino de la Medianoche”, momento en que sostener el orinal del Monarca será el mayor privilegio de los Notables del Reino, no podemos obviar la necesidad de evocar aquí esa nueva categoría política de primer orden, pues ella será el epítome del periodo histórico ahora ya concluyente.

Toda ideología “oficial” segrega su contrafigura especulativa y, entre nosotros, “El totalitario” representa bastante bien esa contrafigura dentro de cierto tipo de discurso, complaciente con sus propios hallazgos, pues todo hombre intelectualmente honesto tarde o temprano debe quedar deslumbrado ante el buen juicio mostrado por Karl Popper en “La sociedad abierta y sus enemigos” y nosotros no queremos negar ni su verdad ni su grandeza.

Del mismo modo que el franquismo tenía sus “demonios” o “daimones” oficiales, el Régimen que le da secreta continuidad en lo más esencial e íntimo también dispone ya de sus íncubos y súcubos arcaizantes en el frontispicio de su excelso edificio constitucional, pues “El totalitario”, ya honesto padre de familia burgués con hipoteca, casado “comme il faut”, con un trabajo decente (la política profesional, es decir funcionario ideológico del Estado de los oligopolios, la banca y los contratistas, e incluso él mismo hijo de funcionario de rango superior, lo que hace que se parezca a personajes canónicos de la novela rusa del XIX), sólo dice de boquilla cosas totalitarias pero hace en verdad calaveradas para divertir a la ociosa “plebe frumentaria” que, a falta de gladiadores, tiene ante sus ojos asombrados a estos tipos de verbosidad funambulesca que asuntan a las viejecillas con rosario, a los amantes de la tauromaquia y a los pequeños ahorradores de los fondos de inversión que leen “Libertad Digital” y “El Economista”.

El totalitario” es un hombre de modales bastos, pero de inteligencia casi florentina, no floreciente. No ha leído nada, por lo que resulta especialmente simpático entre muchos españoles, que se identifican con esta negligente manera de ver el mundo no cultivada y con esta adusta manera de vivir a cuenta de lo que sea y como sea, pero siempre manteniéndose fiel a un nativo estado asilvestrado, al que ninguna opresiva acción de la “cultura” podría redimir.

Tanto en invierno como en verano lleva camisa de manga larga remangada en gesto de aproximación a la comunidad prestigiosa de los hombres que visten con desparpajo, muy “sport” y “chic”, aunque de apariencia mediterránea y tradicional. No se le debe subestimar, porque su especie, si bien “no ama a España”, es el verdadero semillero del futuro de esa España desprejuiciada, pues “El totalitario”, ante todo, ama lo que contribuye a amargar la vida del prójimo, de ahí su acendrado “estatalismo”, pues sabe que éste, como creía Borges, al que sin duda tampoco ha leído, es una de las más imaginativas figuras del Infierno en la tierra.

Se les reconoce por otros muchos signos, uno de los cuales, ciertamente el más siniestro y el que manifiesta indicios diabólicos inequívocos, se encuentra en el hecho demostrado de que tienden a reproducirse en progresión geométrica: un óvulo de “La totalitaria” y un espermatozoide de “El totalitario” dan lugar a un doble embrión y es de sospechar, dado lo satisfactorio que resulta vivir “ab initio” en la placenta estatal española, que tales embriones, una vez llegados a la madurez reproductiva, reproduzcan el modelo de los progenitores a una escala incluso mayor.

Hay otros “Totalitarios”, pero esos son menos peligrosos, porque ni siquiera saben disimular su iletrada condición y su lugar en la Historia está amortizado, incluso antes de que desocupen el despacho, en la próxima mudanza organizada por los dueños de las oficinas. Ay, ojalá Dante existiera para poder imaginar un castigo para ellos, quizás se le ocurriría condenarlos a realizar un nuevo trabajo de investigación “original e inédito” o se les castigará en el rincón lleno de telarañas y bibliografía de un exigente departamento universitario español, con orejas de burro, pasados los 40 años, para irrisión y cotilleo de las señoras de la limpieza.

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