ESBOZO DE UNA FENOMENOLOGÍA ELECTORAL ESPAÑOLA A LA LUZ DE LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN Y ENTRETENIMIENTO (2017)

Hoy hay mayor control sobre la opinión pública que el que había entre 1976 y 1978, lo que indica, junto al funcionamiento de la Justicia y otros aspectos del Régimen vigente, que éste ha entrado en una fase regresiva, imperceptible bajo el velamiento de las libertades individuales sin contenido real.

Fijémonos en cómo aparecen y desaparecen contenidos y formatos en la televisión, que es el medio a través del cual una parte de la población tiene contacto con eso que llamamos «la opinión pública», pese a que sabemos que en España no existe.  Basta observar esta simple reorganización de la programación televisiva, o revisar lo que sucede en la prensa, que se activa como un solo hombre en cuanto que el grupo financiero, oligopolista y/ o contratista de turno sufre quebrantos y amenazas al dividendo, para detectar lo que se mueve dentro de las cavernosas cavidades en que se teledirige al personal electoral.

El movimiento, para quien tiene ya una larga experiencia de observador, es siempre el mismo: campaña de sobrepolitización ficcional y simulada (los dos años anteriores de tertulias cretinescas hasta en la sopa de la abuelita) y a continuación silenciamiento de las operaciones en curso y de la toma de decisiones de calado, que desaparecen de la primera línea, y el régimen se pone el chándal todo «fashion» de Mariano Rajoy en progresión de «running» ante las cámaras en sus días vacacionales pues un gobernante debe evocar con pulcritud su identidad con “el hombre de la calle”, otra creación ectoplásmica de los institutos estatales o privados de estadística.

Se tramitan las opiniones creadas con boletines informativos o telediarios y se incrementa la dosis de series, concursos, «talk show», gastronomías, músicas y otros pasatiempos. A la vez la calidad del cine sufre un rebajamiento, digamos que como la «democracia española», de calidad. Desaparecen los temas sentimentales o simplemente humanos y se generaliza la balacera y el patadón a mayor gloria del niño Jesús que velará nuestros sueños nocturnos y nos liberará de pesadillas.

El elector promedio recibe el tratamiento esperado hasta las vísperas de la próxima convocatoria y para esas fechas ya no recuerda nada, puesto que no es lo que podríamos llamar un «sujeto político» sino más bien un número estadístico amnésico al que se le envía la propaganda electoral o se le pide responder a encuestas.

Y con este entrenamiento, a veces hasta hay gente que se toma en serio todo el proceso, aunque en general, como en otra clase de servicios de un tipo penal más específico, sólo «los profesionales» saben de qué va esto, razón por la cual se suelen contratar «politólogos» e incluso directamente darles los cargos públicos en reconocimiento de su capacidad para el engaño y la mentira, de ahí que Rajoy le dijera a Iglesias: «Seguid así, vais bien», frase en que inequívocamente se expresaba la verdad última del Régimen.

Así de trastada en trastada durante cuarenta años de éxitos que para sí quisiera el artesanal Dioni, con el que el público se identificó una vez al ver en él lo que su clase dirigente hacía con normalidad a la luz del día. «Es uno de los nuestros…». Y así desde entonces hasta hoy.

Y luego, tras la somnolencia colectiva durante cuatros o cinco años más de burbujas y nubes, se publican informes sobre el rescate de las Cajas, la fortuna de Pujol, las andanzas de Juan Carlos y demás. E incluso un movimiento secesionista eclosiona dentro del Estado mientras la modelo exhibe las bragas que llevaba ese día en que sufrió un grave acto machista de acoso laboral

Nuevo tratamiento de «shock», etc, etc.

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