«Y ÉSTOS TENÍAN CABEZA, VOZ, PELAMBRE Y CUERPO DE CERDOS, PERO SU MENTE QUEDÓ INALTERADA…» (GRANADA, 1989)

 

“Lo que un ser posee allá en el fondo de sí mismo de perdido, de trágico, la “maravilla enceguecedora”, sólo puede encontrarse ya en una cama. Cierto que la suciedad satisfecha y las preocupaciones disociadas del mundo actual invaden también las habitaciones; las habitaciones cerradas no dejan de ser, en el vacío mental casi ilimitado, otros tantos islotes donde los rostros de la vida se reparan de nuevo”.

Georges Bataille, «El aprendiz de brujo», Colegio de Sociología

 

Y esta noche ha vuelto a venir.

Dice que está enferma,
que tiene un poco de fiebre.
Me ha cogido la mano con un mimo dejado
para que le toque la frente.

Sobre mi pequeña mesa,
donde leo y escribo,
ha dejado los objetos mínimos
que la acompañan cuando viene a verme:
un mechero, las llaves de su piso,
el paquete de tabaco rubio, la cajetilla con los calmantes…

Sin yo responderle nada
se ha desnudado,
sin mirar tampoco,
se ha metido en mi cama.

Tan sólo quería dormir conmigo esta noche, y dice:
“Llámame cuando quieras acostarte
y me voy a dormir a mi casa. ¿No te molesta, no?”

Apenas oigo su respiración,
suele quedarse dormida casi en un parpadeo.

Va a cumplir dentro de poco treinta años
y habla de sus padres como un niño,
abre bien los ojos cuando algo le gusta mucho,
cambia la voz para convencerte,
pero pronto, si no resulta, se pone brusca y te insulta.

A veces, como con desgana,
dice que me quiere, y está contenta por ello:
sus sentimientos son sencillos
como gotas de lluvia fina,
las del escenario encantado
en que la conocí un día de noviembre.

Cuando llegó a España hace un año,
era todavía una joven demasiado inocente:
casi no conocía su cuerpo, no tenía diecisiete años.
Ahora soy yo quien le da un poco de amor
o algo que se le parece,
soy quien la consuela y a veces quien la cuida.

Al principio, venía para ayudarme:
no esté solo, es malo.

Dice: «Tú nunca miras a los ojos de la gente,
te observo y siempre caminas con los ojos bajos
en línea recta,
como si persiguieras el rastro de alguien…»

Ella todavía no sabe
que para estar de verdad solo
se necesitan al menos dos:
tú y yo, pisadas en la nieve de nuestros afectos,
vamos a jugar a perseguirnos,
verás cuánto dolor habita el futuro
que ahora sembramos…

 

Granada, otoño de 1989,
poema revivido, marzo de 2018

Deja una respuesta

Por favor, inicia sesión con uno de estos métodos para publicar tu comentario:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s