Por estos lugares se ha difundido no hace mucho tiempo una creencia pestilencial que lleva a muchos espíritus descaminados a poner en duda la naturaleza de la sustancia única del Poder indiviso del Estado, lo cual ha puesto en alerta a las Autoridades del Reino, y yo, hombre al fin consciente de nuestras necesidades, héme puesto manos a la obra, con el franco propósito de advertir a los incautos de lo infundado e inverosímil de una tal nueva fe extranjerizante, que hemos de estimar por su novedad atrabiliaria y mendaz como la más peligrosa amenaza para el buen y recto Gobierno de estos Reinos de su Majestad.
Anda por ahí de mano en mano entre el vulgo impío y gente desaseada un libro intitulado “Teoría pura de la República”, del cual libro se sospecha que contiene el pensamiento más descabellado que la fantástica mente del hombre haya alcanzado a engendrar.
Allí se afirma, contra toda experiencia mundana e histórica, que el Regimiento del Estado debe estar dividido y separado entre Instancias distintas y todas ellas electivas, y con esta infamia que algunos llaman “republicana”, se pretende atacar el santo principio de la Unidad Trina y Verdadera de la Sustancia del Poder encarnado por espíritu infuso en el Consenso de los Buenos, es decir, nuestros Jefes de Partido del Estado, que Dios y su Providencia sustenten largo tiempo para Bienestar Común del Reino.
No entraremos en el pormenor de estas cuestiones tan bizantinas y resbaladizas, pues nada sabemos de ellas ni queremos saber de su sinrazón, pero sí hemos de declarar que esta blasfemia contra lo más sagrado de nuestra tradición es mercancía averiada, agenciada desde el Extranjero por bucaneros de las ideas sin licencia de comercio legal, y traída a traición, y clandestinamente a nuestras costas bajo patronazgo de gente protestante de raza anglosajona, dícese que asentada en las tierras nuevas americanas en la floreciente Colonia de su Majestad británica, si bien se reconoce a un noble francés como la fuente prima de esta arriesgada disquisición metafísica, a la que tan férreamente nos oponemos aquí a partir de una incontestable experiencia de buen Gobierno, universalmente reconocida como ejemplar y digna de emulación.
Como indicios de subversión aniquiladora, deben señalarse, a fin de prevenir de su uso a los dubitativos y diletantes, que los tales heterodoxos indoctos refiérense a menudo con la palabra “Constituyente” a procesos improbables de instaurar formas de poder, a todas luces de la Razón, ilegítimas y subversivas, y hemos de registrar sus términos tales como “libertad constituyente”, “poder constituyente”, “grupo constituyente” y el peor de todos, “Libertad Política Colectiva” y otros tales que disimulan torticeramente la voluntad criminal de usurpar a los poderes legítimamente constituidos en estos Reinos de su Majestad, con tan larga tradición de rectos Gobiernos.
Osadía, pues, sin igual nunca vista, tanta y tan diversa como para que estos herejes de opinión política subversiva lleguen a extremos de afirmar cosas como que el dogma católico de la Santísima Trinidad ha hecho un daño cognitivo irreparable a esta Nación, pues niegan, sin argumentos teológicos sólidos, que sus más sobresalientes y nobles Gobernantes no fueran requeridos en su histórica Función por la Trinidad del poder Unificado, arguyendo Causa general contra el dogma, y afirmando que no eran Gobernantes legítimos, tales como Don Adolfo Suárez que se encarnó y fue hombre por el sistema de listas; y Don Felipe González que se encarnó y fue hombre por el sistema de listas; y Don José María Aznar, que se encarnó y fue hombre por el sistema de listas; o José Luis Rodríguez Zapatero, que se encarnó y fue hombre por el sistema de listas; y Don Mariano Rajoy Brey, que se encarnó y fue hombre por el sistema de listas.
Y, para más intransigencia contra el Dogma, atrévense los lectores del blasfémico Texto a poner en duda que todos ellos eran figuras carismáticas sustitutas en Gracia en la Tierra de Dios de la Manifestación epifánica de la Trinidad de Poderes del Estado y, admirable de decir, los herejes dicen que, como en Pentecostés, los votantes de listas recibieron la visita del Espíritu Santo y hablaron y dijeron la verdad, pero que esa Verdad no lo era en ningún sentido, pues estaba desprovista de la Verdad ya que el Espíritu de la Libertad no hablaba en ellos: afirman sin rubor que, si bien el Dios de Partido es Uno y Trino, la Separación de Poderes “ab origine” se resiente de la ofensa que le inflige la Unidad de Sustancia del Unigenitus Personal de Partido del Estado que es identificado sin Diferencia de Origen con el Poder del Estado ya constituido. Nosotros, que amamos la Libertad y por eso somos tan vigilantes con su ejercicio inmoderado y contraproducente, no podemos sino negar con toda contundencia este demoniaco silogismo.
La Constitución de este Reino tan pacífico y bien ordenado ha conseguido sobrevivir largo tiempo sin tener en ninguna observancia los prejuicios de esta secta que el Barón de Secondat y sus adláteres ha intentado promover ignoblemente entre nosotros. Demos gracias a la modesta pero fértil Inteligencia del Pueblo Español, que ha sabido preservarse en su mayoría sana de tan desmesurados planes conspirativos y revolucionarios contra este Regimiento y Gobernación nunca bien ponderados en su Justicia.