DESMITIFICACIÓN DEL SEXUALISMO (2000)

Mi sexo, este sexo concreto, no el de la bestia resabiada que llevamos dentro, sino el tuyo, el suyo, el mío, ¿es un ente como cualquier otro o, por el contrario, es tan sólo un chisme?

No hay nada menos seguro, dadas las condiciones actuales de crisis de la ontología clásica. Si el sexo no es exactamente «un ente», será cuando menos un chisme.

Es lo que trataré de demostrar en esta breve disertación que no se pretende erudita ni probatoria a priori de una verdad discutible.

En el habla coloquial, entre gente cuya sabiduría primitiva y sensata es certificable, hace mucho tiempo que el sexo femenino recibe el nombre genérico de “chisme”, que cariñosamente se traduce, en ciertos contextos socialmente aceptables de intimidad, como “mi chochito” y, más en general, y sin atribuciones secundarias prejuiciosas, llámase «el coño», desconsidero tratamiento por su impersonalidad apelativa.

Indudablemente, aquí se trata de un burdo atentado machista contra el preciosismo intrínseco del delicado sexo de la mujer. Ahora bien, se ha de reconocer que el sexo puramente masculino, sin llegar a ser por completo un chisme, tampoco es lo que se dice un verdadero chisme.

Empezaremos por lo primordial del asunto.

Si todo sexo se acaba convirtiendo en un chisme, eso se debe a que, literalmente, ya no sabemos qué hacer con él, quiero decir, con ello.

Ni siquiera el más bruto de los brutos podría inducir qué es posible hacer con ello, dadas unas condiciones espacio-temporales no demasiado desfavorables.

Y, sin ningún tipo de etnocentrismo cultural de tipo europeo-blanco, pensemos en esos salvajes de las tribus amazónicas aún supervivientes: verdaderamente ellos desconocen el adecuado valor de uso de su sexo, fuera de su valiente conjuro fertilizador por goteo seminal al dios de la lluvia, al que suelen atribuir la multiplicación de su especie, y no andan descaminados, pues el chisme puede constituir a veces un centro de energía ecológica que raramente contamina en cantidades excesivas el medio ambiente.

Ya sabemos que muchos cultos solares son ante todo cultos específicamente fálicos.

Pero sin necesidad de recurrir a insidiosos argumentos comparativos, la disolución contemporánea de los últimos restos patriarcales del viejo machismo ha tenido como más visible consecuencia la instalación en el imaginario masculino de una duda razonable sobre la virtualidad eugenésica de su sexualidad, habida cuenta del desarrollo de las técnicas actuales de fertilización y de todas las modalidades de reproducción asistida, hasta el punto de que ha comenzado a ser verosímil la posibilidad, ya no lejana sino inmediata, de que el hombre pueda llegar a ser completamente prescindible en el proceso biológico de la reproducción.

Las cosas así, su sexo acabaría por convertirse en un perfecto chisme, una reliquia que ni los más desesperados seguidores del culto fálico podrían mantener con vigencia, fuera de círculos cerrados y esotéricos muy restringidos, a los que una legislación políticamente benigna deberá perseguir y sancionar.

Resulta muy fácil imaginar un mundo sin hombres, un mundo desprovisto de cualquier polaridad fálica, es posible que hasta fuera deseable un mundo donde finalmente el chisme masculino se hubiera reconciliado con su verdadera esencia: la de ser un mero signo de un pasado oprobioso para la especie humana dividida por la sexualidad, una huella de la incompletud del hombre como ser genéricamente andrógino.

He aquí un triunfo de la razón de incalculables consecuencias para la humanidad futura, que tendrá el privilegio de conocer, por primera vez en su Historia de opresión genital masculina, la ausencia del hombre y de su monstruosa presunción fálica, cuando por fin el hombre escindido de sexo masculino se reconozca finalmente como ser cuyo chisme, largo tiempo objeto de vituperable adoración narcisista, haya encontrado su verdadera vocación: la de un apéndice del cuerpo completamente neutro y objetivo que sólo servirá ya como adorno indumentario de una sana desnudez desexualizada.

Así pues, el triunfo del hombre de sexo masculino es el propio triunfo del chisme como perfecta conciliación de los opuestos.

El chisme será lo que quede cuando el hombre haya desaparecido. Y entonces nadie podrá hablar de una dialéctica hegeliana entre las oposiciones de la Raja y el Empujón, porque, gracias a la cirugía estética, todo será finalmente Negación de la Negación, es decir, Raja asumida como positividad sintética de la Especie In Vitro.

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