Un catalán se casa con una andaluza. Quiere demostrarle su delicadeza y su buena educación. Quiere hacer una mínima ostentación de su riqueza. Celebran un boda y un banquete por todo lo alto.
Al llegar a la casa que él le ha regalado, la coge en brazos y la conduce así hasta el lecho nupcial. Allí la desnuda con una atención concentrada que a ella la admira, pues se esperaba un ímpetu incontrolado de ansiedad y ejecución tal vez precipitada.
Cuando ella se ha acomodado y aparenta señales de ávida entrega, el marido, también desnudo ya, le espeta lleno de orgullo, mientras su mano en rítmico movimiento empuña su supremacía genital:
– ¿Ves como soy autosuficiente y puedo vivir independiente de ti?
Entonces ella, defraudada de clímax incierto, al ver los esforzados pero improductivos jipidos del marido bocachancla, repone:
-Trae acá, boberas, que ya nos conocemos, y tú solo vas a desgraciarte.