Después de las lluvias, quizás lo recuerdas,
marzo no venía con las caricias
de las palomas que la ciudad quemaba,
en las torres de las viejas iglesias abandonadas.
El tiempo nos dejaba vagar en ella
envueltos en gestos apenas memorables,
casi como dos fantasmas que habitaran
el palacio del hada mala.
Esa tarde, quizás lo recuerdas,
bajo la superficie indiferente de nuestra voluntad,
los viejos soles confundidos
imaginaron una luna grande
o hicieron florecer lilas mojadas.
Si la luz crepuscular
que se desprende de nuestros cuerpos
fuera tan buena como cualquiera otra luz,
para envolver el olvido del olvido,
para inventar el deseo del deseo,
por qué no representar la profanación otra vez
ya sin el antiguo pudor,
esperando a que vuelvan las lluvias de marzo
para apagar las cenizas que ahora sembramos,
mi hada,
con estas palabras que no son sólo una plegaria,
pero al menos no saben la tristeza
de tener que escribirte
como no eres,
como podrías ser,
como apenas pude amarte yo…