Si eres joven aún,
y no por mucho tiempo,
olvida las buhardillas prometedoras de Pessoa,
olvida que han traído putas regordetas a Eleusis,
olvida que no hay rosas que tocar,
pues los asnos han sido voraces estos años
y no quedan apenas cosas a favor
de las que hacer poesía en general.
Si eres aún joven,
y las chicas de entonces,
-hadas disimuladamente hambrientas de no sabían qué,
casadas por fin con agentes de sucursal
y vacaciones opcionales de junio a septiembre-,
se han marchado a climas más cálidos,
guarda un último exabrupto convencional
de tono coloquial y mesura reflexiva
en torno al paso del tiempo,
y la trasparencia de las almas envejecidas,
cuando el tiempo de añejo roble las haga reposar al fin
en el fondo de las heces con que brindamos en ocasiones,
sólo para conjurar ese asco inconsciente
de inexistentes años mejores.
Te queda o te sobra el recurso a la poesía-ángel,
ese exterminador de los sueños,
como el discurso metódico
de la liquidación por saldo de experiencias,
estúpida tarea para una noche desamarrada,
cuando, como en la Nochevieja de cada año,
todos han partido a la búsqueda del intersticio de tiempo
en que se materializa la fantasía siempre deshonesta del destino.
Y lo que de todos modos no será
nada más que olvido perpetuo,
memoria nunca acabada.
Despiértate del sopor
provocado por el frío de noviembre,
la mala digestión y las aulas desiertas.
Abandona calmosamente el sueño del otro
y su disociada virtualidad,
pues es tu otro neurovegetativo
y no tan insensato como pretendes.
Escucha algo de música,
algún canto a cuerpos de negra penumbra
como si el ritmo te arrastrase
al lado opuesto del éxtasis pacífico de la indiferencia.
Así envuelves en tu propio sudario las horas sin lucha
de una larga espera inhumana,
esta cíclica víspera de nada que con nada se alienta,
manifestaciones hiperbólicas de ansiedad vieja
Si sabes que todo poema
es un acto de un cuerpo enfermo
que no sabe decir su enfermedad
y no hay nada al otro lado de la escena,
una declamación susurrante de actores fatigados,
que suena lo mismo que un grito ahogado.
Confía ya sólo en el escenario de tu desaparición
y desconfía de la compasión casi imposible por los demás…