Cualquier mañana,
me despertaré sin memoria
o con la memoria de otro;
puede que cualquier mañana
sea la última en que pueda reconocerme
como yo.
Si me despierto sin memoria
o con la memoria de otro,
la brisa podrá ser la brisa de siempre,
pero dará lo mismo,
porque no sabré identificarla al identificarme;
las olas serán las olas de entonces,
imaginarias olas de los poemas olvidados
cuando el lenguaje era virgen
y yo sabía identificarme entre las olas
que olían a niño salado en la siesta estival
o de la mano sudorosa de la abuela tirana.
Cualquier tarde,
cuando mire el horizonte,
me perderé en sus esquirlas de luz,
o como el instante de la desaparición,
me perderé entre la vaga gente
que rodea el paseo marítimo.
Y todo será una pura reintegración
en la marea que añora lluvias,
en los vientos que añoran banderas.
Puede que cualquier mañana, mis libros
hablen como yo quise hablar
y me cuenten historias para devolverme la memoria.
Y todas las amantes que conocí y no conocí
me reconozcan,
doncellas de elegías devastadas
entre las espumas de los versos
que escribiré y no escribiré.