No poder abrir los ojos más,
una cándida piel desconocida
oprime los párpados con un suave aleteo de paloma.
No contiene el olvido sólo la muerte,
también la ceguera.
La ciudad tras la lluvia primera del verano
se despereza perpleja como un cuerpo
sobre el que pesa el tiempo,
materializado en tacto y olor.
Abril o junio:
sobre las alas mojadas de la espera
o en septiembre amarillo y fugaz,
el recuerdo carnal de la desconocida:
siempre recién llegada o recién despedida,
porque la lluvia sólo me significa
a través de su presencia o su ausencia,
fluencia o quietud de un ser más ligero
que este alma ya condenada.
Un arco iris fantasmal al final de la avenida,
fusión de la mirada y su memoria,
en la hora de la desaparición.
Un estómago reversible marca el tiempo,
una frente excava cimientos al tiempo,
unos ojos detienen la duración y consuman el tiempo,
pero la vida no es sólo eso.
El otoño constriñe muslos o espadas embotadas,
el invierno atormenta el papel blanco de fugas,
la primavera reprime la violencia de la iluminación,
el verano atornilla una voluntad en el fondo del incontinente hastío,
pero la muerte no es sólo:
un ciclo cerrado
o una lluvia inhóspita que pone en desorden los armarios.
Cuando escribir era una tentativa,
una aproximación sin consecuencias al otro lado,
pero no como ahora, una necesidad apremiante,
un deber de no dejar pasar esta inaprehensible continuidad
que todo lo desconoce.
Y escaso sueño,
harapo de sueño inercial,
ojos fijos en los huecos contemplando el no-cuerpo
con el que mantengo un monólogo inmisericorde,
tal que se desprende como sombra sin carne.
La luz no traspasa este sostenido ruido cerebral,
pesadilla diaria de duración sin lenguaje compartible,
silencio fisiológico.
O la hora del diálogo diferido,
de la abstinencia del mundo,
navío infestado y a la deriva.
Piel cansada de mí.
Melancolía en el aire,
no como un aroma entre infinidad de aromas,
sino aroma en escorzo de un cuerpo posado sobre la trasparencia.
Nadie por el cielo de agosto,
ahora agotado tras el enfebrecimiento de ese otro aire
que nada trae o alza sobre brazos enmudecidos,
intimidados de su propia inutilidad.
Lugar y tiempo fundidos
en cada acto de lenguaje,
suspendido en el doble filo
de la forma diurna y la forma nocturna:
no nombro más que el pasado actualizado
y le doy el lugar de una fuga mansa en el papel
que contrae la inmovilidad del sol en signo de mañana:
de niebla en márgenes movedizos
el mediodía funde un sol lento que envejece:
mar arrojado desde la altura
con el silbido de las alas que desgarran
esa reciedumbre de horizontes inestables:
marea organizada en plenilunio fugado con sacrificio:
incorpóreo como su presencia en el pan de la sintaxis escrituaria
o el lenguaje de las ventanillas y los formularios
de niebla en la trasparente colisión
de los soles alternativos que iluminan
la densidad opaca de intestinos revueltos
comedero de gaviotas azufrosas:
reconocer la dicción de ceniza del vendedor de máximas
como el tiempo residual y antiplusválico de los poemas:
la camisa sudorosa del esfuerzo retórico
las antenas que contaminan el aire
con palabras informativas y mensajes persuasivos:
vientre estéril de la serpiente comúnmente
incorporada en las infoliaciones del recuento
qué bello paisaje ocultaba entonces
la desolación de los ciclópeos semáforos asustadizos bajo la lluvia
leyendo las cartas con hábito dulce:
vinoso mar imaginado desde los bloques móviles
tegumentosos alveolos de la dulce miel del hogar:
otra tirada cambiará el tópico si las luces de posición
para los aviones de las 22´45 atraviesan la ciudad
el espectador se levantará abatido por la reincidencia
de motivos publicitarios encadenados en el orden
de la prédica con que un imperioso bucolismo planetario
decide técnicas de consumo y la virtualidad del valor
tan digestivo como pan divino y trasustancializado:
y alguien contará sílabas y dispondrá asonancias
pues la noche de los amantes teje sus largos cabellos luctuosos
otra vez para una ceremonia inmisericorde:
como la forma de su belleza airada
como la forma de su verdad tardía
esta azucena frente al muro que absorbe el reflejo:
todas las tentaciones desalentadoras
el frío que comienza con la ruptura de la llama azul de la tormenta:
mil expiaciones in exitu dei
azul de la elegía vieja y su lamento cansado
esta rosa frente al cristal que traspasa la luz que cierra los ojos de los vivos
mil formas de la misma mujer agitadamente desordenando la certeza del lenguaje
que compromete y vincula más allá de su pacto:
todo ya creado para el uso
todo ya nombrado con nombres de otros:
y su tiempo que planea por encima de cabezas
hacia un suelo agujereado que fluye
por debajo de los pies hacia un cielo ilimitado
cristo cotidiano en la crucifixión
o narciso ahogado con un trozo de madera clavada en el costado
luminaria derramando luz oleaginosa
a punto de estallar en la boca como mariposa superviviente al otoño:
resplandecerá quizás abriendo las alas en el sexo de la hetaira
restaurará hasta las entrañas su pérfida coacción sentimental:
salvación en el frío emotivo cuando la ciudad
vuelve rostros de caridad y blanquea azul marino de tejanos:
cuando bajo las serpientes líquidas de las alcantarillas
cáscaras nutricias viajan hasta el fin de la desembocadura:
la convulsión a la primera hora de luz fatigosa sobre la pared
ficciones de deseo y argucias de razón y sudor frío de un cuerpo
por rendijas que censuran el orden del tránsito amortiguado
que ronronea exasperado asma de la ciudad humedecida
por jugos cerebrales y laminaciones
revelación del orden
la lentísima decrepitud de los acontecimientos sobre periódicos mojados
la insensata dejadez de la fuerza inervante del dinero
la incontinencia de una lluvia ácida sobre muchedumbres asustadas
la selva incendiada donde jamás amanece
y más allá en gestación irracional la profesional suficiencia
del formalismo de los saberes graníticos
como gramáticas envejecidas de lenguas muertas
el cielo al amanecer en estaciones de provincias
o la noche que anuncia suciedad de la fusión de expectativas dobles
de la injustificable necesidad del afecto postergado
estar otra vez atrapado en ese tiempo compacto de hostilidad y sucesión impotente
no en este otro tiempo blanco de apacibilidad neutra
sin saber cómo detener el instante de la devastación y su ceniza expiatoria
sin saber cómo contemplar esta imagen invertida del tiempo
sin saber cómo sostener esta mirada dura y acerada que me atraviesa:
una pupila cuya cercanía irradia la seducción del universo
en cada resplandor impaciente de interrogaciones:
identidad fútil del rostro cambiante
con sus ojos picoteados por pájaros de gravidez extraña
bocas alentando cantos de sirena hacia el naufragio de las horas
corteza humeante o ceniza aventada por la palabra ciega
fuga irreparable mientras la sombra de su carne estuvo presente
angustioso deseo táctil
búsqueda de ángulos para el equilibrio del pensamiento:
todo lo que se ofrecía a la caricia en la abstracción y la sonrisa
cada luz en acto medida por su expresión
cada sentimiento ya teñido por su expansión diáfana:
aspirar expirar el humo entenebreciendo
las junturas de los nervios
y lo real es el pajarraco imbécil que grazna alrededor del sueño:
pero la voluntad blanca penetra por cada menudo fragmento de memoria
dejando como campo minado la paz previa:
de qué modo sostenido dimensiona la estricta función orgánica ese tiempo
a través del cual la potencia contradice
la oposición fatal entre su ser y su devenir
en lo incombustible del ascenso y el descenso
el táctil suceder del tiempo-luz
esa luz que otorga su trasparencia al mundo
en la opresión de sienes sin rostro:
el otro no consigue identificar como respira el poro más invisible
Málaga, 1995-1996