Política de Dios, política del Demonio. Eje del Bien y del Mal. El dios celeste y el dios subterráneo. La esvástica o la hoz y el martillo. La Casa de Habsburgo o la Casa de Borbón. Este y Oeste. El imperio del Centro o el Imperio del Extremo Oriente. La civilización y la barbarie. El horno crematorio y los derechos humanos. Roma y la “Civitas Dei”. Musulmanes y cristianos. Católicos y protestantes. La Llanura y la Montaña. Roma y Cartago. Helenos y persas. Reforma y Contrarreforma. Terror blanco y terror rojo. Revolución y Reacción. Burguesía y proletariado. Amo y esclavo. Señor y siervo. Imperio y Papado.
La lista de relaciones históricas que atraviesan todos los frentes y todas las épocas está presidida por la dualidad.
¿Tiene algo que ver lo político con la dualidad metafísica? Puede suceder casi siempre que la dualidad del principio político (si se quiere, Tierra y Mar) sólo refleje la escisión inmanente a todo orden mundano y que la dualidad sirva precisamente para impedir la consolidación irreversible de un orden definitivo del mundo.
La dualidad, como quiera que se la piense, es el rostro oculto de la muerte o de la nada.
Tú, en la plenitud de tu ser, presientes lo que te falta: el otro, ahí enfrente, tu propia sombra, te completa y te anula. El uno se escinde para luchar contra sí mismo. No alumbra una síntesis o una negación de la negación: la muerte es concluyente, no una premisa afirmativa para otra nueva negación. Para cada civilización que muere, en efecto, la Historia se acaba.
Poe, “William Wilson”: léase también como metáfora acerca de la naturaleza del poder. Todo poder engendra, por su propia dinámica, el poder que lo niega y lo abate. En el espacio, se aparece como la forma imperial, que no es una forma política más que al precio de poner límites, en cuyo exterior espera y se engrandece lo que está llamado a destruir esa forma que necesita del extrañamiento de lo que está más allá.
El Imperio es la más artificial de todas las creaciones políticas y por eso mismo la más antigua y la más duradera.
La inconsistencia de nuestra época final de civilización sueña a través de la Geopolítica con quiméricas estructuras imperiales, pero no se preocupen, caballeros de la paz y el consenso, los grupos mundiales dominantes están dotados de la misma consistencia intelectual y la misma fibra moral que los elucubrantes quimeristas de la mítica sentencia judicial recién publicada en el Reino de España: el Estado español se sienta en el diván y confiesa sus sueños secretos a través de sus funcionarios del Ministerio de Justicia.
Que la realidad sólo sea el subproducto de la fantasía de los sujetos, he ahí la verdad sustancial y sustanciosa de nuestro estado de cosas.
Torre del Mar (Málaga), 17 de octubre de 2019