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La penúltima estrategia de supervivencia del Régimen del 78, entre otras muchas argucias, inhibidoras del conflicto civil, combinadas con otras añagazas que lo preparan (el “poder de clase” siempre es un tahúr que trampea con las dos manos…, de ahí la “izquierda” y la “derecha”, en cada una un as y un “joker”, vestidos de bufones cortesanos, tal como conviene, incluso vestidos con atuendos monárquicos y republicanos…), suena como un leitmotiv del servilismo adulón dirigido a una derecha sociológica, que es el verdadero baluarte de conservación del Régimen del 78, pues sus voceros saben perfectamente qué hay en juego y contra qué hay que luchar, mientras amagan los golpes en falso a su contrincante-compinche “gauchiste”.
Pedro J. Ramírez, “Fainé, Huertas, Revuelta: éranse una vez tres niños pobres” (El Español, 23/9/2018) en el registro casi bucólico del “Spanish selfmade man”, para regocijo de liberales y otros hombres que conocen personalmente “la joie de vivre”, como Talleyrand, bajo nuestro epicúreo “Ancien Régime” de 1978:
“Lo vivido por nuestra generación, gracias en buena parte a los 40 años de esa Constitución de la que separatistas y podemitas, como buenos primos hermanos, abominan en común, supone un gigantesco éxito colectivo. Pero así como abundan los reconocimientos a los políticos de la Transición, las estrellas del deporte o las figuras de la cultura, pocas veces valoramos la importancia de nuestros grandes empresarios como creadores de riqueza. Y es que sin el músculo que han aportado nuestras multinacionales en sectores como la banca, la energía y la electricidad, la construcción y las infraestructuras o los seguros y los servicios, la economía española ni habría aguantado, mal que bien, las recesiones ni se aprovecharía, más que muchas otras, de los ciclos expansivos. Detrás de ese milagro empresarial español hay hombres como Fainé, Huertas y Revuelta; o como el propio Florentino Pérez, premiado en 2017 por EL ESPAÑOL; o como nuestro león de este año, Francisco González, a punto de poner término a una trayectoria excepcional, caracterizada por la modernización del BBVA y la integridad e independencia en su gestión; o como ese poker de ases -Isla, Pallete, Reynés, Gortazar- a quienes Fainé destaca, en privado, como los mejores de la nueva generación.Sería falso decir que estos generales no tienen quien les escriba, pero siempre hay más disposición a escandalizarse por sus emolumentos que a reflejar la traducción en competitividad y puestos de trabajo de sus aciertos. La envidia es el más español de los pecados capitales, la palabra “rico” la más lapidada de nuestro diccionario y no hay más que ver como se agotan las entradas para el musical anticapitalista sobre la historia de Lehman Brothers. Trayectorias como las de estos tres niños pobres, a los que nada predestinaba para el éxito, son la prueba de que en la España democrática funciona, como les explicó Huertas a los alumnos del colegio público de su pueblo, el “ascensor social de la Educación”. Y cuando un rico ha sido pobre es más que probable que no olvide nunca sus orígenes y contribuya a ayudar sin alharacas a esos colectivos que ni siquiera tienen capacidad de protesta y movilización. No se trata de confundir la justicia social con la filantropía, pero es reconfortante que -por utilizar palabras de Fainé- “las penas no expresadas, las quejas no proferidas”, encuentren, de cuando en cuando, también sus paladines.”
Jesús Cacho, en el mismo registro lírico-moralista autocaricaturesco (“Un Maduro en ciernes Moncloa”, VP, 23/9/2018) declara lo que el inconsciente colectivo de la derecha sociológica desea escuchar con la consabida melodía a lo “Tannhäuser” para acompañar la siesta en el geriátrico español:
“Queda la España de la silente sociedad civil, esos millones de españoles -también socialistas, del viejo socialismo reñido con las aventuras de este personaje sin escrúpulos-, dispuestos a defender contra viento y marea sus libertades y su nivel de vida. Quedan ellos, queda el Rey, y quedan un nutrido grupo de jueces. No son poca cosa. Pero tendrán que estar dispuestos a fajarse y echarse a la calle para defender esos principios de manera activa. No valdrá parapetarse tras los visillos viendo desfilar a las hordas de la división, la sinrazón y el odio. El 2 de septiembre escribí aquí que “Toca movilizarse de nuevo. Toca arremangarse para impedir la tropelía de la vuelta atrás. Toca luchar por la Constitución y la unidad es España, que es tanto como decir por la paz y el progreso. Por los valores de la Ilustración”. El momento se acerca.”
Y, por supuesto, maestro de maestros, cínico entre los cínicos, locuaz entre los locuaces, lobo entre los lobos, cordero entre los corderos, Federico Jiménez Losantos (LD, “Absolución judicial y tentación bipardista del PP de Casado”, 23/9/2018), el Jeremías y el Angel Exterminador todo en un cuerpo chiquito y una voz emplumada de Sibila, con o sin trompeta que derribe los muros de la fortaleza de una “”derecha acomplejada”” (no lo estaría tanto cuando supo contratar los servicios del tío de Paracuellos y del abogado laboralista de Sevilla, hoy digno “consigliere privatissimo”, para hacer el trabajo técnico de fingir la “representación” de una clase obrera aniquilada por el hecho mismo de “estatalizarla” con el sistema proporcional de listas):
“En cientos de artículos, ensayos y libros -De la Noche a la mañana, Con Aznar y contra Aznar, El linchamiento o Los años perdidos de Rajoy- he relatado, como testigo privilegiado y víctima de los hechos, esa vileza hecha costumbre de apuñalar a los medios supuestamente cercanos para congraciarse con los indudablemente enemigos, incluso tras vencerlos. La experiencia me ha demostrado que a los medios liberales sin partido nos va mucho mejor contra la Izquierda que con la Derecha en el Poder. Así que, si fuera por interés personal o profesional, me conviene Falconetti en el Poder más que Casado o Rivera, que en lo mediático es idéntico al PP. Sin embargo, España y la Libertad, para cuya defensa en democracia son necesarios los partidos, viejos o nuevos, nos han llevado siempre a apoyar a los que, por ser de derechas o políticos del montón, nos traicionan miserablemente. Y estamos condenados a hacerlo, mientras respeten o, al menos, no quieran destruir, los valores morales y las instituciones políticas -Libertad, Propiedad, Ley- que deben estar muy por encima del periodismo“.
Y esta gente es la que habla de “Libertad” y de defender la “Democracia”. Eso, exactamente lo que sus portavoces declaran apenas entre líneas, eso y nada más que eso, es también una derecha sociológica, que finalmente ya se ha convertido en el principal garante, un tercio de la población al menos, de que jamás podrá haber una salida hacia ninguna Forma de Gobierno en la que el significante “Democracia” no sea tan sólo una coartada retórica para los negocios privados, los privilegios corporativos y el egoísmo de clase.
2
En el último año, desde septiembre de 2017 hasta el día de hoy, el Régimen del 78 ha involucionado hacia su consumación: en el origen, las facciones del franquismo se unieron para darle nueva forma a su aparato de dominación y compartirlo con los advenedizos, de los que gente tan intelectualmente desaseada como Pablo Casado, Albert Rivera, Pedro Sánchez o Pablo Iglesias no serán los últimos en presentarse para realizar las muy poco gratas tareas pertinentes de dirección rebañiega, subcontratados a buen precio.
¿Se han dado cuenta de que todos parecen guiñoles de goma espuma de esos de los de la célebre serie británica “Spitting images”? Pero aquellos muñecos, además de divertidos e inteligentes, casi parecían humanos, comparados con sus homólogos españoles de carne y hueso. Hoy, los subcontratados, la “troupe” de los payasos del circo, repartidos en facciones irrisorias y casi confundidas en el puro abigarramiento de la inanidad mental profunda, se han hecho con la caja de caudales y dictan leyes, pero Ana Patricia y el resto de sus amigachos de jarana están contentos: para prepararlos psicológicamente para la próxima crisis, es decir, para la misma de siempre, la de ser desgobernados, los españoles deben recibir un “tratamiento especial”.
Los grandes patrimonios todavía tienen que sacar del país todo lo que les dejen y gente como Pedro Sánchez es la más idónea para esta estrategia de desnacionalización de la conciencia social. Por tanto, Franco bien vale una misa laica para las conciencias adormecidas tras largas décadas de una, digámoslo eufemísticamente, muy deficiente educación pública, pagada a precio de matrícula en Oxford, pero con servicios educativos de cafetería de “Self service”. El ínclito Alfonso Escámez ya lo decía en los primeros años de la década de los 80: esto es un chollo, se venden por precios irrisorios, nos vamos a poner las botas con ellos. Y esa es toda la Historia española de los últimos 40 años: muchos, demasiados, se dedican a recoger las migajas que caen del plato o lo rebañan con las cortezas duras de pan que les dejan, peleándose con los mastines del señor a mordisco partido. Es decir, la sociedad española, gratificada con el espectáculo de su propia humillación, como los perros que nunca muerden la mano del amo.
La tercera generación del franquismo (el Estado es el único Sujeto Agente de la acción política: nada fuera del Estado, de hecho la “troupe” de payasos existe gracias a este principio constituyente del poder que rige en España) tiene que matar al padre, so pena de no poder heredar sin deudas la herencia: todos no pueden ser Juan Carlos de Borbón, un monarca por inseminación artificial provista por el testículo dizque único del General, si bien su modelo, por extraños caminos, ha obtenido mucho crédito y es seguido por todos los que “parten el bacalao”.
No creáis que el mérito de vivir a vuestra costa y subidos a vuestra espalda no es mérito pequeño: mucho esfuerzo nos ha costado, casi todos nosotros hemos dejado aparcada la conciencia moral en algún remoto lugar de cuyo nombre no queremos acordarnos. Quizás por eso los borrachos intentan apalizar a Alberto Garzón: un rapto de lucidez lo tiene cualquiera, incluso en esta España esquizoide siempre quedará un borracho que conozca la verdad y ejecute la sentencia inexpresada. Nadie tiene la osadía en los medios de comunicación de decirlo abiertamente.
Todos los análisis que se hacen de la situación son erróneos, carecen de espesor y matiz, ocultan la verdad y, sobre todo, no apuntan al corazón moribundo de esta excrecencia degenerativa que se presenta con la apariencia de normalidad. Todo es faccionalismo mediático en apoyo desesperado del faccionalismo estatal: las ventosidades de Pedro Sánchez, como los mutismos, anacolutos y dislexias de su maldito antecesor, llenan titulares y motivan expansivos artículos de opinión sobre el vacío referencial más absoluto. El día que alguien se empiece a tomar en serio la idea de que los funcionarios de un partido financiado por el Estado no pueden hacer política se habrá llegado muy lejos y ningún imbécil pseudo-letrado hinchado de sí mismo tendrá la desvergüenza de llamar “democracia” a esa proliferación de agentes patógenos en la vida pública.
Entretanto, hay que saber apreciar al menos el encanto innegable de los crepúsculos, no de los dioses, sino, más prosaicamente, de los “Homunculi” y sus ridículas pretensiones de seriedad. Será el primer Régimen político conocido en la Historia que desaparezca traumáticamente a causa de su insuficiencia intelectual: incluso los españoles actuales necesitan alguna razón intelectiva y abstracta que justifique su abyección colectiva…
3
La evolución de los intelectuales españoles no me resulta sorprendente, pues nos encontramos en una fase involutiva en todos los ámbitos de lo público. Dado que el Régimen del 78 ya no puede evolucionar en ningún sentido (es como el Rey fundador, si mueve una cadera, se le sale el clavo de la otra…) no le queda más remedio que perseverar en retrocesos a estadios aún más inestables, gaseosos y entrópicos, sumando al desgobierno la ingobernabilidad, horizonte que con toda seguridad se va a prolongar indefinidamente otros veinte o treinta años, pues los hijos de Sánchez, Casado, Rivera e Iglesias también han de ser colocados y, demostrada con creces la valía de sus padres, está claro que por sí solos no van a poder colocarse debidamente sin las paternales influencias convenientes.
Esta misma evolución se dejar leer en todas las manifestaciones del espacio público, la prensa, el mundo del saber, la industria del entretenimiento… Todo Régimen, antes de la implosión final, recae en una prolongada fase regresiva, a través de la cual el espejo de lo que es refleja todo lo que fue en su discurrir. Y lo peor no ha comenzado, porque cuando tarde o temprano se entre en la verdadera fase “reformista”, las vergüenzas del Régimen del 78, que ya están a la vista de todos, van a alcanzar un grado de obscenidad todavía más ostentoso.
Piensen, por ejemplo, que los profesores de Derecho Constitucional que van a “asesorar” a nuestros jefes de partido son la misma ralea que los que dan “cum laude” a tesis como las de nuestro Presidente actual en ejercicio o firman “masters” inexistentes a alumnos evasivos. En el caso de los intelectuales, incluso “críticos”, se percibe esta involución desde el institucionalismo crítico de su enfoque inicial al colmo del psicologismo.
Siempre que uno habla de la “naturaleza humana” es que quiere esconderse detrás de ella y escamotear el asunto. Siempre que uno afirma “Los hombres son así o asá” y, como “Los políticos son hombres”, pues “Los políticos serán también así o asá”, está intentando apagar el incendio de Roma orinando sobre las llamas. Y con este silogismo, uno subsume la realidad concreta y singular de un momento histórico único en la pura banalidad de la generalidad abstracta y vacía de lo humano. Declarar que la cosa política española, esta escombrera donde los cascotes se van acumulando a una velocidad asombrosa, se caracteriza por rasgos como la ausencia de finalidad del poder, o la ambición personal vacía de ideas y actos, la falta de rigor y valores morales de los sujetos políticos, en fin, este tipo de descripciones está bien para satisfacerse de un modo conformista en una tópica reiteración de prejuicios con regusto no ya conservador sino arcaizante.
Como si el Régimen español vigente tuviera un problema con la psicología de sus “políticos” o las relaciones de poder tuvieran algo que ver con los contenidos de conciencia de los políticos. Ese tipo de consideraciones está bien para los titulares de prensa, en los que el nombre del político y el nombre del partido, resaltados en la negrita mayor, son anzuelos para que el lector faccioso votante de listas sepa navegar con esa brújula precaria que señala correctamente a su juicio el norte y el sur, pues los votantes y lectores de prensa son como las bandadas de aves migratorias, tienen un innato sentido de la orientación, en su caso “política”, y por eso se mueven en el abigarrado colectivo caótico de las “corrientes de opinión” inventadas por los sondeos y las encuestas.
En la política, como en todo, se es lo que ya se ha sido. El Régimen español “ha madurado” y personajes como los cuatro jefes de partido actuales, Pedro Sánchez como la más perfecta síntesis concreta de los rasgos comunes al resto, son todo lo que el sistema institucional español puede dar de sí, no la sociedad española, sino toda esa “superestructura jurídico-política” de un Estado carente de arraigo, sentido y verdad, pues ningún principio la habita, ninguna libertad la define, ninguna virtud la acompaña. Son las instituciones las que hacen a las personas, son las reglas de juego las que permiten que individuos groseros, incultos, vulgares ejemplares de la más vulgar catadura ocupen las posiciones relevantes, allí donde se hace necesario, para el mantenimiento indiscutible y burriciego de la forma de gobierno oligárquica, que precisamente este tipo humano obtenga los dudosísimos honores de regir los destinos de sociedades en las que la política y lo político en realidad ya no existen ni pueden siquiera concebirse. La seguridad “burguesa” (también la “social”, que es una de sus variantes consolatorias para futuros rentistas sin patrimonio) y la política son cosas que se excluyen mutuamente. La “clase discutidora” nunca ha hecho política ni podría haberla hecho. Sus mayordomos actuales, todavía menos.
La pregunta, supongo que retórica, acerca del sentido final del poder se responde con la observación empírica. “Los políticos” españoles actuales “quieren el poder” porque “el poder” (lo que quiera que esto sea) es lo único que habilita a determinadas categorías subalternas del lumpen proletariado funcionarial de los partidos, oasis y jardín donde pace la flor y nata de la sociedad civil española, para la promoción y el ascenso, abriéndose así la carrera o “cursus honorum” que lleva en loor de gloria a: 1º jugosísimas pensiones vitalicias, 2º derecho inviolable a comisiones clandestinas, 3º dignos empleos en consejos de administración no mal remunerados y 4º incluso permite sufragar los gastos de vivienda, electricidad, agua y colegio privado de los niños, por supuesto, siempre en barrios donde uno no se cruza con atezados rostros magrebíes o aún más oscurecidos rostros de subsaharianos.
La única “verdad” del discurso crítico sobre el Régimen español es colocar a España en la lista de “democracias avanzadas, pero de mala calidad institucional”, en las que justamente se encuentra por el esfuerzo nada desdeñable de varias generaciones de pastueños nativos, irredentos y mártires.