«LES TRICOTEUSES», O LA POLÍTICA ESPAÑOLA COMO PARQUE TEMÁTICO (2018)

Me encanta la política española. Hay en ella el goce y el escalofrío de un antiguo viaje de descubrimiento, como les ocurría a los aristócratas europeos contemporáneos de Lord Byron, cuando se internaban en Transilvania, los castillos escoceses o las ruinas griegas. Todo en el paisaje español es del mismo orden de sensaciones.

Aquí, vean ustedes, un muerto famoso y su tumba imponente: fantasmas nocturnos asedian los templos de la Historia olvidada.

Sigan más adelante. Observen esta otra reliquia: visiones de remotas ideologías resilientes al paso del tiempo, cadenas vindicatorias y bonos de compra para el fin de semana en Zara.

No se detengan. Más allá, en sólida presencia corpórea, la patria de los Héroes del 2 de mayo, republicanos pechos desnudos de una actriz porno que se prosterna ante el látigo de su Amo fenicio, ese afeminado que ordena en viejo lemosín cumplimientos de ardores y voluptuosidades, sueños diurnos de poder y gloria, irascibilidad terrible de Vilfredo el Velloso y la pierna incorrupta comida de gota del Emperador Carlos.

Si das una patada a una baldosa de pizarra del terrazo de la Sala capitular, se levanta en turbamulta la hojarasca volandera de un “18 Brumario de Luis Napoleón Bonaparte” y los periodistas y los intelectuales y las gaviotas persiguen los desperdicios en que se disuelve la digestión nocturna de multitudes electorales.

Y por la noche, cuando acampemos junto al bosque, la víspera antes de internarnos en él, vivaqueando en conversación campechana con los criados del Señor de las Alimañas, escucharemos los aullidos de los Hombres Lobo y confundidos entre el follaje que portaremos, envueltos en su verdura grisácea, nos dirigiremos a Dunsinore…

Y las tricoteuses hispánicas serán las primeras invitadas en correr a ver el espectáculo, tras encender su aparato de televisión, pulsando las teclas cinco o seis. Y al unísono todas gritarán, por fin encorajinadas por espíritu de venganza:

-Socialismo o barbarie, socialismo o barbarie, dadnos la cabeza de un Borbón.

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