«ANDA, LUCÍA, PONTE A CUATRO PATAS…»

De Andalucía, yo sé poco, casi nada, apenas anécdotas y chistes de los que mucho apetecen escuchar y contar los habitantes de la capital del Estado español cuando vuelven a su patria chica requemados desde los hoteles de la Costa del Sol y entonces, poniendo acento catalán, declaran entre pequeña risotadas de complicidad, muy características de los ricachones españoles desde los tiempos de Cánovas y Valera: “Saben aquel que diu que un andaluz…”.

Es una información valiosa, si no verosímil, tal vez verídica, y contribuye a amenizar la convivencia nacional, esa misma que hoy el Licenciado Quirós, en un artículo de El Español (12 de octubre de 2018: “Vae victis!”) nos desvela, socarronamente supongo, en tales términos admirables, dignos de una mala resaca de noche de sábado tras la victoria de nuestro equipo de fútbol:

Ahora no existe el menor motivo para denigrar la realidad política española, una democracia verdadera con márgenes de libertad que resisten cualquier comparación. Naturalmente que no somos una nación sin defectos, esa pretensión tan necia que se quede para las imágenes de los que sueñan en comunidades ideales fuera del tiempo y de las leyes, sumergidas en una identidad amniótica. Pero no tenemos ninguna tacha que nos obligue a la vergüenza, sabemos distinguir los vicios de cualquiera, por muchos que sean, de la naturaleza que nos es común, y estamos encantadamente hartos de celebrar los éxitos de muchos de nosotros, deportivos, económicos, empresariales, científicos y de cualquier tipo, por las cuatro esquinas del planeta. Son noticias que nos llenan de alegría y de orgullo porque significan algo que nos pertenece y que nos une, que merece, sin duda, una conmemoración, el disfrute de esa alegría colectiva y solidaria muy unida a la forma festiva de vivir que es una de las notas que nos han hecho meritoriamente famosos: ¡a celebrarlo, pues!”

Así pues, Andalucía padece un Régimen, pero España no, sobre todo Madrid y Barcelona, ni por supuesto Bilbao, lugares donde, como todo el mundo sabe, los fondos públicos son correctamente empleados para lo que con justicia y equidad han sido concebidos y distribuidos, pues muy altos propósitos patrióticos dominan los espíritus y corazones, de lealtad constitucional inquebrantable, de las élites madrileñas y barcelonesas y vascas, tan distintas de las andaluces en todo lo que concierne a virtudes públicas y vicios privados. (Dios guarde a su Majestad… y más hoy, 12 de octubre, grave festividad nacional, que hay corrientes de aire fresco en la sierra y puede sufrir vértigo de alturas estirado sobre el podio en saludo marcial)

Yo tenía ciertas sospechas sobre el devenir de la Andalucía histórica, pero sólo de oídas. Cierto que antes de la era autonómica, que en cierta manera es nuestra particular era atómica sin bomba nuclear pero con “descentralización administrativa” (una corona de luto en honor a García de Enterría…), Andalucía ya tenía una imagen muy ambigua entre los paisanos españoles de más prestigioso linaje. No podemos negar, si somos imparciales y por mor de la claridad de conceptos, que la Junta de Andalucía se ha esmerado, en un denuedo nunca bien elogiado, por llevar la Modernidad a una tierra que mucho la necesitaba por sus históricos menoscabos de desigualdad irritante.

Cierto que algunas estadísticas suspicaces echan por tierra deseos de mejora y realidades contradictorias. Y no es menos evidente que su clase dirigente no se halla en un estado inmaculado de virtud ni la sociedad andaluza es tan dinámica e independiente como las mucho más liberales y trabajadoras sociedades madrileña, catalana y vasca, en las que apenas si se hace notar el peso de ese plomizo Estado interventor que agobia a los andaluces con un dogal sujeto por tan larga y gruesa cadena.

No podemos obviar tampoco para describir objetivamente esta realidad andaluza que la organización política allí dominante, innovadora, joven, fresca y siempre lozana, vanguardia intelectual de toda la clase política española, espejo de príncipes para educación y modelo ejemplar del mundo, padece una cierta inclinación colectiva al delito menor, que no obstante un eficacísimo Código penal casi siempre consigue atajar, gracias a los esfuerzos y desvelos de una Judicatura célebre por su altísimo grado de independencia, espíritu de trabajo, imparcialidad, buen criterio y profesionalidad incontestable, como, por lo demás, hemos de reconocer que sucede en el resto del Estado español.

Finalmente, no podemos dejar de consignar aquí, sin demérito de particulares no aludidos, la broma chocarrera y soez que corre de boca en boca por los barrios populares sevillanos, documento veraz que merece dejarse escrito en el archivo de la memoria colectiva:

-“¿Por qué se llama Junta de Andalucía?

-Porque los de San Telmo siempre dicen, cuando salen del trabajo: “Sé buena, anda, Lucía, ponte a cuatro patas, que pagamos las dietas con cargo a las tarjetas anexas a nuestro presupuesto…”

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