OJEADA A UN ESTADO DE DESCIVILIZACIÓN POLÍTICA (2018)

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Inquiero una respuesta a esta inquietante cuestión: ¿por qué Rajoy no ha aceptado la “Reforma Constitucional” que le “ofrecen” desde todas partes: los teóricos liberales del “federalismo competitivo” del Ibex 35; los catalanistas “moderados”, medio cocidos en tropezones de la Sopa Juliana; los catalanistas “radicales”, aunque no demasiado intrépidos y sí veloces en la fuga y el dedito presto en el gatillo de la tarjeta pudenda del crédito estatal; los “izquierdistas antinacionales” del plurinacionalismo pseudofederalizante; los neo-historicistas reaccionarios del confederalismo de los “fragmentos de Estado” y los “derechos históricos”?

Una tesis probable sino manifiesta: la distribución de poderes territoriales, su modalidad específica de reorganización en el bloque hegemónico de poder, la preparación de la “mentira piadosa” para los niños-súbdito…, todavía nada de eso está suficientemente madurado, es decir, pactado. Demasiados grupos interesados en el nuevo convenio regulador de convivencia entre facciones del gran capital privado y sus organizaciones políticas de “Clase Preferente”, pues todas lo son de la misma clase cuyo “Business Plan”para la cosa esa de “España” es esencialmente el mismo. Sólo que hay que adecentarlo un poco para hacerlo digerible y el Schrek de la Moncloa es tan torpe que ni siquiera sabe hacer eso. Habrá que esperar al chico de refresco de CaixaBank y Criteria para que haga el trabajo sucio.

¿Por qué sino los mismos círculos de poder económico que han mantenido a Rajoy en una tan maltrecha posición, apenas erguido a veces y casi reptante siempre, ya empiezan a hacer muy visibles movimientos para desembarazarse de él y de su partido, si es posible antes de que el BCE retire la dulce financiación de una deuda de la que en buena parte son responsables esos mismos círculos, junto con toda una clase política autonómica hiper-estatalizada, que empieza a sospechar que ya, definitivamente, “no habrá dinero para hacer política”, si la explotación fiscal no se “deslocaliza” íntegramente a nivel regional?

Hace tiempo que llegué a la conclusión de que nuestro problema es la derecha sociológica en sus estratos profundos. Izquierda social hay pero nada tiene que ver con su “manifestación partidista” y no dispone de voz en un sistema cuya adscripción ideológica prefiero no hacer. Si no distinguimos lo civil y lo estatal, cualquier opinión es un “flatus vocis”. Todo acaece en una burbuja estatal y los efectos que observamos nada tienen que ver con un orden civil. Esa es la diferencia entre el mundo anglosajón y el mundo europeo continental. Allí, lo estatal está intentado hacerse dueño de lo civil, aquí estamos ya estatalizados civilmente y es esa distorsión de lo político lo que percibimos sin conocer su naturaleza real.

Deberíamos, tal vez, empezar a preguntarnos por qué el «proceso secesionista» se produce bajo un Gobierno en manos del PP y no bajo un Gobierno, supuestamente más «comprensivo», del PSOE. La razón es obvia. La derecha sociológica tiene que estar controlada para que el consenso implícito pueda funcionar cuando de lo que se trata es de, digamos, «modificar» el estatus del supuesto «valor supremo» de esa derecha «nacional»: la presunta (irreal) unidad de la Nación española. Este sujeto virtual de la Historia fue liquidado formalmente en 1978. Lo que en el BOE legisla: «IT»: el regüeldo de un payaso octogenario cuya encarnación hoy asola restaurantes y consume triples raciones de cocido madrileño.

Injustificadamente, sin aducir las pruebas demostrativas de la afirmación, se cree que hay Gobierno, Estado, Parlamento, Tribunales de Justicia, Constitución, incluso los más audaces creen en una mirífica “legalidad”. Cuando la mentira institucional ha llegado tan lejos, es un esfuerzo vano obcecarse en la dogmática ontológica sobre realidades “tan reales” como las citadas. Por definición, una Oligarquía de Partidos es incompatible con esas “realidades”. Lo único real y efectivo es el consenso como un cáncer en plena metástasis que las destruye desde dentro y lo que queda es el certificado de defunción.

¿Rajoy se resiste a firmarlo?

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Hay sospechas de que algo no funciona en el Estado español. No, no son las oposiciones a ciertos cuerpos, ni siquiera esa variante administrativa que son las «elecciones». Es una sospecha cada vez más sólida. Macbeth mata al rey Duncan por ambición pero su juicio está pervertido por la incitación de las brujas. A partir de ahí, el ciclo de la muerte y la alucinación se apoderan de él hasta conducirlo al desenlace, ante el que al menos Macbeth se comporta como un hombre de honor. Creo que no vamos a asistir a una tragedia tan aleccionadora en España. Matar la libertad política de un pueblo inaugura un ciclo fatal de corrupción del poder que sólo puede acabar trágicamenteO de lo contrario hay que ocultar los crímenes del ambicioso usurpador.

Albert Rivera es el Ícaro sobre el que Dédalo ha decidido hacer recaer los «peccata Mundi», el chivo expiatorio de toda la oligarquía, mientras contabilizan el valor de sus pinacotecas en bancos suizos, como se ha publicado hace poco de los ricos catalanes, quienes, como es tradición y privilegio de clase, ya sólo confían en la confidencialidad de sus administradores para salvar el culo, habida cuenta de que su «nacionalismo» ni con la alucinación masturbatoria del voto de la «izquierda» consigue sus fines. Lo bueno de la tiranía de partidos es que algunos nos volvemos todavía más listos y desconfiados.

En la puramente hipotética «ascensión a los grises cielos de la Demoscopia», Ciudadanos se encuentra con su verdad: ser el depósito temporal donde arrojar esa mezcla de indiferencia, asco, ignorancia, hartazgo, desidia y espíritu apolítico que conlleva la intención de voto en esta «casa de los muertos» que es un sistema político asfixiante. «Regenerar» a los degenerados no es tarea de hombres, sino de dioses o demonios. Se alimentan del cerebro de sus víctimas y, por ahora, no se han inventado trasplantes exitosos de cerebro que no provoquen la muerte del infectado. Sólo los jueces españoles parecen sobrevivir a la operación.

Ya sólo queda elegir entre la camisa de fuerza que se disimula bajo el traje civil de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, el chándal de precalentamiento para la sesión de «fitness» de Rivera o el batín, el pijama y las zapatillas de andar por casa de Rajoy. Si no fuera porque el Estado funciona por automatismos y el ejercicio del poder es hoy ya completamente impersonal, sí, tendríamos un problema. Pero que la Oficina Central la dirija la camisa de fuerza, el chándal o el batín afelpado no es lo peor: lo peor es el pavor que un día se trasformará en percepción generalizada cuando todo el mundo se dé cuenta de que no hay maquinista pero la máquina encargada de regular el tráfico ferroviario tampoco funciona.

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En fin, alguien tiene que ser el perro del hortelano. Es inverosímil que, habiendo experiencias históricas bien estudiadas, se ignore el hecho de que esta España tan políticamente inculta y desastrada ha entrado para quedarse en el Síndrome Weimariano, agravado ante la ausencia de poder presidencial de excepción. Ya no es posible la Gobernación del Estado, ya no es posible la Legislación, el Régimen se ha instalado definitivamente en la Inestabilidad de la pura Des-Gobernación, ahora por primera vez sin tapujos. En un Régimen donde las cúpulas de los Partidos son el Órgano de Gobierno Absoluto, la igualación de las cuotas electorales marca la Catástrofe, tres Pilotos con intereses contrapuestos no gobiernan una nave.

La forma del mal Gobierno deliberado, inducido, intencionado es la única que pueden consensuar los Partidos como «terreno neutro» en el que no lesionan los intereses de sus clientelas, sino de los sectores o grupos que se encuentran en «tierra de nadie», virtualmente toda la sociedad civil que queda al margen de su control e influencia directa. La gente ignora que cuanto más se igualen las cuotas electorales mayor será la represión arbitraria y a la vez electiva sobre grupos que quedan al margen. La Dictadura de la CDU/SPD marca la pauta. La evolución del Estado de Partidos es la Dictadura de Coalición. El «guerracivilismo» es el factor que impide visualizar esta realidad.

Una masa apócrifa de votantes deberá experimentar la «insoportable levedad del ser» y eso no se alcanza sin el dolor de la guerra, el padecimiento del hambre… o incluso cuando, llegado el terrible momento, el microondas o la televisión dejen de funcionar. Por lo pronto, la ópera bufa que se desarrolla en esa región española de nombre infausto se representa admirablemente, aunque no pueda compararse a otras demostraciones de nuestra historia, rica en episodios circenses. Yo creo que estamos a punto de llegar al nivel de «Luces de Bohemia», si bien nos falta un ministro borracho abriéndose la bragueta ante una pelandusca, pero confío en los guionistas de Tele 5.

En Libertonia, todo es opinable, decidible, matizable, es decir, “consensuable” por cuatro o cinco “gánsters” a puerta cerrada, en el garito al lado del callejón oscuro donde las putas judiciales fustigan el vicio de torcer la Ley: algo puede ser “delito de rebelión” dependiendo de muchos factores, ninguno de los cuales tiene nada que ver con el Derecho positivo sino con ciertas “impresiones” subjetivas trasmitidas por ciertas vías extraoficiales. Felipe González gobernó así casi catorce años, nada extraño tiene lo que insinúa, el hombre es del gremio y le han crecido los dientes de leche entre tales menesteres, hasta el punto de hacer mención “tal vez” de ciertas medidas en aquellos años gloriosos del tardofranquismo por él elevado a virtud neomaquivélica.

En Libertonia siempre se ha hecho política de calidad. La traición española tiene el corazón rebosante de amorosa soberbia para con los Súbditos.

Las crisis de los Estados de Partidos europeos siempre está ocasionada por el desequilibrio interno de los grupos de poder que ocupan el Estado a través de los Partidos. No están provocadas por fenómenos externos (guerras, derrotas militares, crisis económicas, revueltas populares, choques violentos de intereses de clases…) sino por el propio nivel de entropía o desorden interno que los partidos introducen en el Estado, pues bien visiblemente su principio constituyente (Partidos=Estado) aboca a una anomalía o deformidad de indescifrables consecuencias.

Es a esa entropía a lo que llamamos «corrupción», que no es otra cosa que el desorden institucional que implica verter sobre la racionalidad instrumental objetiva del Estado moderno la irracionalidad estratégica subjetiva del Partido, lo que hace que sea el mismo del funcionamiento real de ese tipo de Estado el que crea la entropía de que necesariamente se alimenta: una organización puramente civil y privada (el Partido) convertida en Autoridad pública del Estado es la corrupción inmanente a tales Regímenes, que no acaban por implosionar debido a que sus peripecias se desarrollan dentro de una burbuja estamental cerrada que no repercute directamente sobre el orden civil.

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No quedará nada para el recuerdo. Quizás algún dato para unos libros de historia que ya caducan con el obituario anticipado que es cada artículo de prensa en que, creyendo hablar del presente, su autor evoca la sórdida miseria de un pasado sin gloria. El nacionalismo catalán será un buen pretexto para endosarle la “Crisis de Régimen” y el “Fracaso de la Democracia”. Por supuesto, nada que ver con los factores reales. Los Tussell, los Santos Juliá y demás historiadores ya sobrevuelan su carroña. Pero nosotros que lo hemos vivido debemos retenerlo: no, no es el nacionalismo catalán el factor desestabilizador ni lo ha sido nunca. Españoles, haced un esfuerzo más en la pérdida de memoria, ya casi sois republicanos sin saberlo.

El dato previo es otro: que los separatistas y los nacionalistas existen en la forma, medida, poderío y proporción que hoy tienen precisamente a causa de la Forma de Estado vigente, que responde a los intereses y designios de una Instauración “legal” pero “ilegítima”, en todos los sentidos, y mediante la cual la Monarquía contrajo una deuda infinita pagadera a futuro”, siempre silenciada, con esas fuerzas cuyo poder real nunca se ha medido por el que obtienen de unas instituciones mugrientas de cartón piedra. En el problema catalán es la Forma de Estado y la Forma de Gobierno lo que está en juego, incluso contra los intereses confesados o no de todas las partes.

Lo que vulgarmente se llama «sistema republicano» es parlamentarismo con una clase dirigente (política) en el poder del Estado distinta y contrapuesta a la clase dominante (propiedad privada de los medios de producción). La identidad de ambas clases sólo se ha conseguido por intermediación de la Monarquía, de la Dictadura personal o de la organización del Estado a través de facciones bajo figura de un pseudopluralismo político.Hoy la pregunta que hay que hacerse es la de por qué se conserva una Monarquía cuando la clase dominante puede disfrazarse con cualquier «opción» salvo la de la libertad política. Hablar de «República» es una indecencia intelectual sin saber a priori qué es una República.

Hay una necesidad histórica de orden superior a lo que es limitadamente visualizable para las actuales generaciones de españoles vivos. La Monarquía española, la Forma de Estado real que cobija, la pura Oligarquía de Estado cuyas evidentes tendencias dobles hacia la oclocracia de partido y la tiranía de partido no se le ocultan ya a nadie que sepa de historia de las ideas e instituciones políticas, es una de las causas más profundas de la inconsciencia política profunda en que vegetan los españoles envueltos en los andrajos de guerracivilismo propagandístico y de dialécticas ideológicas irreales.

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Nuestra causa no es la causa del Régimen y éste se presenta, y a la vez gusta de ocultarse, en el vaciamiento del Poder arbitral máximo y de excepción bajo los signos triviales de una Monarquía para oligarcas y otros “gánsters”, con más delitos encima que muchos de los auténticos, retratados en insulsas películas. La ausencia de conciencia subjetiva de libertad es la clave de nuestra entrañable y debatida historia política. No heredaremos la tierra, no ingresaremos en el Reino de los Cielos, pero al menos no tendremos que avergonzarse por habernos contado «fábulas de viejas» y «chismes del mercado» para poder vivir. Grande Stirner y su negación de la Causa de los otros siempre apremiante y sobrepuesta a la del Único, desnudo, con pijama, en bañador, con corbata o vestido de noche y lentejuelas, si nos place.

Pobre Enrique, nadie o casi nadie te entiende, tendrás que poner un tenderete de helados para que los niños se acerquen a ti, pues los adultos, hombres sabios ahítos y marchitos de madura experiencia sobre las vicisitudes de la vida, no saben que la «seriedad» que les han impuesto es el verdadero y único robo de sí mismos contra el que merece la pena rebelarse. Religión e Ideología son lo Mismo. Leamos al lúcido Max Stirner y tal vez una gota de su lucidez nos asista en nuestro despertar contra esta condición de«contribuyentes, electores y hombres de bien». La «Idea» es la Manía de los Incapacitados para vivir el pensamiento hecho carne en su propia vida. «Posesos» de opinión ajena.

Mi juicio político es acerado porque parto de pocas pero firmes certezas, entre ellas una de inspiración hegeliana ya muy vulgarizada: la conciencia española, en cuanto a proveer un principio ético-político de acción común, no está a la altura con respecto a lo que sabe realmente de la situación. Es decir, la conciencia moral va con mucho retraso en relación a una difusa conciencia de la verdad de la situación política.

Yo soy la voz del que clama en el desierto político y moral de España.

Ajeno a los tres Males que nos destruyen: faccionalismo de partido, confusión de conceptos, ignorancia de las realidades empíricas. Algunos, con buena intención, apelan a la «sabiduría innata» de los estratos profundos de nuestro pobre pueblo desposeído de voz. Pero las tres Gracias que presiden el Destino del Régimen del 78, Anomalía de la conciencia histórica española, Anomia de la sociedad civil desmoralizada y Anarquía del sistema institucional, bailan en su Aquelarre contra la impotente realidad de los instintos pervertidos y desviados. La conciencia intelectual honesta sólo puede decir entre susurros una verdad que no será escuchada.

Porque lo que una comunidad «soporta» es lo mismo que lo que «quiere» soportar. Lo demás son subterfugios moralizantes, pues el juicio sobre el comportamiento del individuo no abarca jamás la esfera ontológica específica de lo social y lo político.

La España actual «quiere» ser gobernada por este sinuoso despotismo burocrático de los partidos estatales corruptos porque falta la imaginación colectiva de otra cosa, ni siquiera es por algún miedo atávico, prefabricado por los intelectuales y los medios de comunicación. La relación entre población y poder es siempre de complicidad, para el bien y para el mal.

Esta complicidad ofrece sus aspectos «ideales» («democracia avanzada», «Estado del bienestar», libertades subjetivas) y sus aspectos «materiales» (presupuesto orientado a la distribución generalizada de rentas que actúan como acicate para un asentimiento difuso pero constante). Pero se sostiene en el fondo sobre un asentimiento que no es psicológicamente muy diferente del que los miembros de una banda criminal otorgan a sus jefes y a las órdenes de éstos, cualesquiera que sean.

Jugamos sobre un terreno embarrado: el prejuicio de que los hombres son seres pensantes y con voluntad y juicio propios. Todo a nuestro alrededor demuestra que esta es una representación mental «ilustrada» carente de todo fundamento.

La «racionalidad» del hombre no es «racional». Hume ya vio lo que realmente era: un cálculo de las pasiones para obtener su parte de satisfacción. Desde ahí, pasando por Stirner y Nietzsche, sabemos que los hombres sirven a cualquier causa a condición de que rubrique, corrobore y fortalezca su egoísmo y su amor propio, incluso cuando aparece como «desprendimiento», «impersonalidad» y «deber». El análisis de Arendt sobre la “banalidad del mal” choca contra una tradición antropológica mucho más sabia que arranca de los grandes moralistas franceses. La única, por cierto, que tiene alguna oportunidad para explicar esas supuestas «paradojas» del servilismo político.

La verdad desnuda, el no dicho radical, consiste quizás en que los españoles aman lo que han llegado a ser bajo las condiciones propicias de un régimen sin el cual ya no conciben una «vida libre y digna». Y desde luego no por ignorancia.

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En todas partes leo frases del tipo “Rajoy decidirá…”, “Rajoy impulsará…”, “Rajoy debería…”, “Rajoy podría…” y otras muchas. Sea como quiera, la relación formal entre el sujeto y el predicado en esas frases es gramaticalmente correcta, no va en contra del principio de la compatibilidad semántica, pues, en efecto, de los seres humanos se pueden predicar una gran variedad de acciones, actos, estados y procesos. Menos trasparente es la relación ontológica que es posible pensar bajo tales relaciones predicativas. Porque, para que un sujeto actúe como tal, al menos debe “poder actuar”, y en estos casos mencionados, podríamos cambiar el sujeto personal “Rajoy” por la forma impersonal pasiva: “Se decidirá…”, “Se impulsará…”, etc, y el sentido sería el mismo. Aquí hay mucha inteligencia secreta en la política española: no se dice “Rajoy (no) reformará la Constitución”, sino que “La Constitución (no) se reformará… (o sí)”.

Gobierno no hay, Mariano debe estar en la hora de las deposiciones (tal vez legales, pues mucho ha de necesitar preparación y asesoramiento), por lo que es imaginable que, entre informe e informe al TC, el hombre se pase ratos enteros con la vejiga comprimida por el peso de las decisiones, que por supuesto no tomará, pero en los telediarios se anunciará que la próstata presidencial funciona correctamente. Porque este tío gobierna España como el que se echa una meada contra la pared a tan corta distancia que las salpicaduras le afean los elegantes pantalones.

Rajoy vivía en la atmósfera terrestre común, con la gravedad ordinaria con que hasta un hombre de tan vacilante psicomotricidad puede mantenerse en pie y caminar; pero héte aquí que, de repente, una cosa política extrañísima choca contra las rutinas amaneradas del vetusto Estado Español, cambia las leyes terrestres y hace que Rajoy entre en atmósfera cero, se quede sin oxígeno y por fin la ingravidez inherente a su ser propio lo muestre ante la opinión y el paisanaje como realmente es… un marciano que había pasado desapercibido entre nosotros.

El complejo «sadomasoquista» de los poderosos fue muy estudiado por Wilhelm Reich en su tipología de caracteres. Reich contaba jugosísimas anécdotas sobre grandes personalidades de la política y la empresa estadounidense, documentadas por la práctica psiconalítica: no habían leído a Sade, pero practicaban todo lo que Sade había imaginado con sus personajes de ficción. Mi hipótesis: tal vez Rajoy, a través de su poder sobre la España vegetativa, realice ciertos sueños y pulsiones harto perversas…

Una «coyuntura política». El sistema institucional que hace frente a una «sedición» dirigida contra su «integridad territorial» es el mismo, en su totalidad, que es incapaz de responder de su «integridad moral» como defensor de su propia «legalidad y legitimidad». El calado de fondo de lo que está pasando dentro del poder constituido se medirá dentro de unos años. Hay que dejar tiempo para que la oxidación opere.

Rajoy cree realmente que «la Nación se puede decidir», pero siempre de acuerdo con la Ley, porque para un funcionario el mandato impersonal es la suprema voluntad. Rajoy tiene en la cabeza una «teoría del Estado» que trasmite en máximas memorables como «ya seas presidente o conserje, estás sometido a la ley» o «el Estado funciona bien si los funcionarios van a la oficina». Si un nuevo reglamento declara decidible la Nación, el buen funcionario, presidente incluido, no puede negarse a acatarlo. Todo es coherente con esta visión. La obediencia al reglamento es lo primero. Seas conserje o presidente, el hombre no debe inmiscuirse en los misterios inescrutables de esta voluntad suprema.

Si se interpreta la aplicación del 155 como un golpe de Estado de papel frente a otro golpe de Estado de papel y se comprende que ambos golpes acabarán en otro documento de papel que a su vez contendrá la verdad estratégica final de los dos primeros, entonces se obtendrá la percepción correcta de quién es verdaderamente Rajoy y la necesidad del Régimen de perpetuarlo en el poder de papel timbrado que se le ha concedido. Porque nadie como él para hacer política sólo moviendo papeles en la oficina.

El verdadero problema está en que debemos juzgar el acontecer sobre la base de un principio de realidad del poder que ofrece dos vertientes: el poder como nosotros sus críticos lo contemplamos y el poder como lo conciben y practican sus detentadores legales bajo condiciones reconocidas como «legitimas», sea de hecho o de derecho o de ambas formas a la vez. El problema es que, desde el estricto punto de vista jurídico-constitucional en abstracto, todo lo que ha sucedido en España este otoño de 2017 es a la vez una monstruosidad literal y una epifanía de la verdad del Régimen: la clase dirigente puede hacer con la Nación desestructurada e inconsciente lo que le salga de los cojones… o de su prefabricado «Zeitgeist».

Son tan estúpidos en sus refriegas de caciques barriobajeros, todo este ridículo y obsceno lumpen de partidos está tan embrutecido por sus presunciones de poder, del que en el fondo carecen, pues carecen de la Autoridad moral que subyace a todo poder legal, son gente tan poco dotada para nada salvo para los embrollos de pasillo y despacho, esta pobre gentuza está tan imbuida de su invulnerabilidad, de su inmunidad y su impunidad que todavía no han percibido que su juego territorial los lleva a todos ellos directamente al cementerio de las élites ineptas y puede que no sólo en sentido figurado.

La oligarquía de Estado administra sus negocios políticos como los ricachones protagonistas de «La cena de los idiotas» (versión original francesa, mucho más «natural» y «humana») invitan a sus huéspedes: siempre eligen al que da más juego para una buena velada, y, tras ZP, los oligarcas le habían tomado gusto a echarse unas risas a costa nuestra, así que eligieron a otro Superclase y ahora quizás perciban que eso de jugar con la política desde las alturas de los jets privados no deje de ocasionar problemillas…

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El acontecer mimético. Lo mismo que el recambio ya diseñado en 1980 (F.G para sustituir al incinerado The Duke), con golpe o sin golpe, “desiderátum” regimental y juancarlista para establecer el nuevo “horizonte” de “estabilidad” para un “magnum latrocinium” bien reorganizado; el segundo recambio del cambio en 1993-1995 (J.M.A para sustituir al quemado anterior), siempre a cambio de jugosas “desinversiones públicas” en sectores estratégicos y distribuciones competenciales de alto valor político; hoy, por qué no, los círculos donde se hacen Presidentes y se crean Partidos, y tres Parcas mediáticas anunciadoras del Plan (FJL, PJR, JC), ya está decidido, eligen otro Negociador para la Babel de las Tribus hispánicas, Procónsul de “lingua franca”, emisario de la “Renovatio Mundi” y absolución general. Incluso Rajoy quedará impune. Pero todavía hay que convencerlo de eso.

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Ellos, dueños del terror que se apodera de cada empleado al que pueden despedir con un simple gesto de la mano, lo saben bien. Cómo recorre un calambre de estupor por el espinazo del que se sienta en un sillón sostenido en la Nada de millones de votos huecos cuando una Ficción de metarrelato político insustancial, una encuesta por ejemplo, se les pone delante de una cara en la que ningún gesto humano ha excavado otra cosa que arrugas del vicio, abiertas por el rictus velado de la insolente arrogancia impune. Ellos saben cómo controlar a sus perros pastores y qué silbidos los hacen obedientes y activos. Saben cómo esas orejas se vuelven receptivas y se aguzan en la adecuada dirección adonde apuntan los buenos cazadores.

Recuerdo un relato corto de Carlos Fuentes en el cual el protagonista, un perro, seguía la pista de un esclavo huido de una plantación, un «cimarron». Lo original consistía en que Fuentes adoptaba el punto de vista narrativo del perro y construía la realidad de la búsqueda a partir de las percepciones sensoriales del perro. No recuerdo cómo acababa, pero en cierto modo se ha llegado al momento de tener que elegir entre ser cimarrones o ser perros.

Si el origen de un sentido de la libertad pudiera ser la humillación…

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Stalin murió de hemorragia intestinal masiva. Los médicos, aterrorizados, demoraron entrar en la habitación donde solía dormir el viejo. Nadie quería firmar un parte de defunción. Nadie quería ser responsable de declarar la muerte oficial del viejo. Se dirá que el poder encarnado, incluso muerto, produce una extraña sensación de terror. A Mariano, que pese a las apariencias de lerdo profundo tiene siniestras dotes para déspota, le han contado que su hemorragia no es intestinal, sino de votos. Y a poco que los círculos que tienen el verdadero Poder le aseguren que quedará impune, el buen hombre se quita de en medio y se va a vegetar con el resto de Momias bien remuneradas.

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LD fue en origen un buen experimento, pero la dignidad de la libertad de expresión es incompatible con el negocio. En esta España el Negocio es el Estado de Partidos, es decir, el Partido y sus financiadores no declarados vía Hacienda para sostener el poder del Jefe de Partido que hace las listas y es el único beneficiario de tal sistema. Oligarca patrimonial y Oligarca de Partido se unen para mantener cada uno su Oligopolio privado (el Partido y la Empresa que obtiene réditos infinitos del poder del Partido en el Estado). De ahí la aberración del sistema de listas, que es el Paraíso de los Oligarcas patrimoniales: basta con financiar a un Jefe de Partido para controlar todo el Estado.

Lo único bueno de FJL es su sentido del humor, echado a perder por dedicarse a una forma de enriquecimiento personal típicamente regimental, felipista y juancarlista. Venderles a las amas de casa de la clase media alta una «crítica trivial» del comunismo es algo tan anacrónico que muestra a las claras que ya nos hemos colocado en una situación prerrevolucionaria a años vista. Si a una burguesa madrileña tienen que decirle que es «mejor» moralmente que su chacha americana potencialmente «comunista» es que la cosa ha tocado fondo. FJL me interesa en lo que manifiesta como síntoma sociológico.

No me resisto a imaginar en sus rasgos esperpénticos la escena en un Corte Inglés de Madrid y trasmitir el escalofrío invernal de la realidad política española en su vertiente sociológica. FJL firma en dos horas 570 ejemplares de su libro “Memorias del Comunismo”, donde explica concienzudamente por qué el comunismo triunfó en la Rusia zarista y no en la España “republicana”. Una larga cola de mujeres ya maduras, amas de casa de clase media alta, se apretujan, piel con piel de abrigo pagado al contado, no mujer contra mujer, pero casi, porque el perfume se acumula en una atmósfera casi etílica en la que la Historia por fin cobra sentido mezclado con el morboso erotismo que desprende la carne prieta de la madurez “cultivada”.

Y nos preguntamos por qué un Albert Rivera Nenuco triunfa mientras el otro Alberto Garzón Viajes Marsans se pregunta “por qué la clase obrera no vota a la izquierda”: porque oléis a Estado, burocracia y colonia de marca.

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La película “Sicarios” (2015) permite hacer una reflexión interesante. El tema de fondo de la película, muy valientemente asumido por los guionistas, es la figura del enfrentamiento entre la Ley formal y la materia de excepción a que se aplica, en este caso, la lucha contra el narcotráfico en la frontera entre EEUU y Méjico. Emily Blunt, en constante “deshabillé” físico y moral, interpreta el personaje de la funcionaria que observa perpleja las actuaciones de las fuerzas especiales de la CIA en territorio estadounidense y mejicano, con grave trasgresión de los “protocolos” legales normativos, y su desvalimiento me recuerda a la opinión y al gobierno españoles: creen que se puede acabar con el nacionalismo catalán trasegando papeles, sin mancharse las manos.

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Aprehensivo ante la toma de cualquier decisión política consistente y de largo aliento, la frase de Rajoy acerca de la mítica y ya legendaria «aplicación» del 155 retrata al paisaje y al paisanaje que vive entre las manchas de moho que le van creciendo al Régimen: “¿Y si no me obedecen?” Pues eso mismo, se hace política con reglamentos administrativos de ínfimo nivel y se obvian las cuestiones de fondo, obligando a los «magistrados» colocados «ad hoc» a «decidir» trivialidades investidas de una aureola de grave «peligro de Estado».Pero qué hacemos con los «traidores y sediciosos» como «personas físicas», ni una palabra.

Y la desfachatez llega al límite de considerar que «el Derecho» tiene algo que ver con toda esta alucinación de abogaduchos metidos a creerse su papel de «actores políticos» de primer rango cuando son todos, sin excepción, vulgares comparsas de un guión hace mucho escrito por quienes tienen mando en plaza y saben bien que dentro de un Estado corrompido hasta la médula todo puede conseguirse si y sólo si todos salen ganando. El único problema es cómo dorarle la píldora a un público poco exigente que tiene la mosca detrás de la oreja, una mosca «catalanista» y cojonera. Acabado el efecto «Podemos», sigue el efecto «Secesión»: la burocracia quiere tu dinero y tiene que envilecer tu alma con opiáceos para «liberar» tu cartera, hermano.

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Véase el sutil despliegue de la campaña propagandística en torno a la figura del Monarca, creo que un tal Felipe V, VI, VII o algo así, en su 50 cumpleaños. Hombre de moralidad pública y privada intachables, buen padre, buen hijo, buen marido, responsable, bien formado, de espíritu abierto, hombre de su tiempo. En fin, una perfección andante. Y sin embargo nadie habla de la Monarquía como forma de Estado bajo la que la voluntad estatal de secesión se desenvuelve y obtiene todo su poder, influencia, prestigio, riqueza y hegemonía cultural. Nos toman por votantes, algo que sólo es privilegio de «monárquicos» y otros lamedores de zonas «non sanctas», desde el punto de vista canónico, por supuesto.

Véamoslo de esta manera, todo un Rey a pecho descubierto, estamos en invierno, hace frío, ir a Cataluña a defender “ESPAÑA”, en fin, es sólo un Borbón a sueldo, se puede resfriar, y Letizia tendría que arroparlo, ponerle el pijama, untarle Vick Vaporup en el pecho, una imagen familiar pero poco edificante y ejemplar. Aunque sin duda los Gortázar y Vilches de este mundo podrían escribir artículos muy cultos y documentados a favor de una “monarquía parlamentaria” de estilo británico, educada, neutra y muy civilizada, aunque a tu hermana y a tu yerno te los coloquen Alierta o Fainé.

En la próxima tentativa de Golpe Institucional, que ya está al caer, porque la cosa es de sesión continua, como en aquellas viejos gallineros de cine de barrio en verano, al Rey lo visten de uniforme, da igual el grado, porque la muchachada ya no hace la mili y no distingue jerarquías, lo sacan en la tele más tieso que una escoba, le dan unas cuantas clases de logopedia y retórica, le hacen aprender el discurso de memoria, le indican que mire fijamente a la cámara, y héte aquí ya todo hecho el fulano un Jefe de Estadotodo un Patriota a lo Mel Gibson, oiga, y sin pegar un tiro, no sea que los ancianos del Geriátrico electoral español se despierten, y tal…

Los propagandistas del Régimen viven en una burbuja hasta el punto de que han llegado a creerse que pueden reeditar el Mito Juancarlista del 23 F de manera tan tosca como se está intentando hacer, sin considerar que una Mentira se traga cuando no hay término comparativo. Ahora lo del Golpe Secesionista y la Regia Intervención Salvadora sólo cuela entre alimañas estatales a comisión. Hasta los idiotas de Podemos creen que trabajan para el Régimen, y en realidad es así, cuando hablan en serio de elegir” al Monarca por vía refrendaria. No me puede negar que la política española ha tocado fondo

Pero este Rey no está “solo ante el peligro”, siempre habrá un Juan March y una cuenta corriente en Suiza. Para evitarle ese tipo de gastos a la oligarquía hereditaria (la misma desde hace casi un siglo) se ha creado una “izquierda monárquica”, pero curiosamenteantinacional”, ecuación que casi nadie ha investigado sobre su origen y razón última.

Libertonia es tan estúpida que se cree «republicana» cuanto más «monárquicamente» vota.

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Así que traición, sedición, rebelión, malversación y evasión acaban en unos mensajes de móvil difundidos en un programa como el de Ana Rosa como fuente «veraz» de importante «información política». Ya tenía yo la infundada sospecha de que esto no acababa en tragedia «shakespeariana» sino en otro bodrio «a la española» manera de «hacer política»Que dicen que dijo que dijera lo que habían dicho que debía decir…Caballeros de Inteligencia del Estado, esto hay que trabajárselo un poco más, hombre, que si Moncloa ha ganado, por Dios, qué infundio…

Todo el mundo habla de no sé qué golpe de Estado, no sé qué sedición, de no sé qué conspiraciones. Por ahora la única evidencia histórica forma parte del esperpento político español bisecular: será la única vez en la Historia en que los generales sublevados salvan la cabeza mientras la tropa sufre la represión. Ah ya, no se trataba de una “sublevación” sino de un “cálculo político” para obtener las condiciones de un “escenario alternativo” a fin de negociar en mejores condiciones algo turbadoramente «secreto». El cerebro de los españoles está tan podrido de bárbara partidocracia que todos los excrementos mentales nos resultan comestibles: extraña coprofilia política.

La oligarquía de Estado hace creer a los españoles que la Nación es algo debatible, modificable, manejable por una “voluntad colectiva de decidir juntos”. Al no tolerar la libertad política, que desposeería a esa oligarquía de Estado de su poder, le ofrecen (?) a los españoles el ejercicio de esa otra misteriosa, fantástica “libertad” de destruirse como cuerpo político: la de poder “decidir” modificar el sentido de la Nación, pero siempre en la dirección de incrementar el poder de esa misma oligarquía. El discurso de Rajoy es idéntico en su fundamento intelectual al de los secesionistas: la libertad para hacer o deshacer la Nación. Ahí reside el núcleo moral del poder que hoy nos gobierna.

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Distingo entre lo español sin comillas y «lo español» con comillas. Creo que es fácil de entender. «Lo español» con comillas es lo que la clase dirigente y dominante han decidido que sea públicamente reconocido como lo español sin comillas. Es decir, falsedad, inautenticidad, comprensión ideológica tergiversada frente a verdad, autenticidad y recta comprensión del significado de una cultura histórica. Garcilaso es español, pero Pedro J, FJL y el resto son «españoles»: ideólogos del Régimen. Creo que está claro mi uso de la palabra «español» y «España». El R78 y su clase dirigente son… ¿qué? No hay nombre.

Son «españoles» entregados a unos intereses, Hegel traducido hubiera escrito «histórico-universales», que no son españoles. Yo prefiero llamarlos por su nombre de pila formal: «oligárquicos» y de una Oligarquía cuyos bienes, patrimonio, rentas de explotación y beneficios son españoles sin comillas. Para ocultar y disimular esta explotación de clase es para lo que se han creado la izquierda charnega, la Monarquía, la «Anti-España» cultural nacionalista periférica, la C78, la «derecha» de origen franquista…

El Estado español es creación genuina de los Vencedores de la Guerra Civil. A partir del Plan de Estabilización se trató de crear las condiciones, por primera vez, de un gran mercado nacional de masas para una industrialización a gran escala sin mercados coloniales. La primera racionalización administrativa con vistas a apoyar tal despliegue se produjo entonces bajo condiciones autoritarias. El sueño e ideal de la gran burguesía española, catalana sobre todo, era controlar el proceso de transformación económica y social también políticamente pero ya por fin como agente histórico independiente, es decir, como dominación de clase. El R78 es el instrumento para activar el proceso.«España» como «Estado nacional» le sobra a esta gran burguesía por razones que nadie ha logrado explicar pero que son el punto ciego de la forma de Estado y Gobierno actuales y eso es hoy lo que muy confusamente está a la vista de todos.

El profundo carácter «catalanista» del Régimen vigente a través de la institucionalizacion del «Estado Autonómico» es lo que la «ruptura» del «pacto constituyente» fundacional ha vuelto a poner de manifiesto ante una opinión que nada sabe de las transformaciones enla estructura de poder de clase que tuvieron lugar con el advenimiento de la Monarquía juancarlista. Si el R78 se ha sostenido sobre la corrupción es porque su fundación se basaba en una usurpación de origen que ahora resulta evidente, de ahí la necesidad de «reforzar» la Monarquía para que el catalanismo pueda continuar su marcha. El bloqueo, coyuntural o tal vez definitivo, de las fuerzas de la izquierda charnega o desnacionalizadora muestra que la gran burguesía catalana ha jugado demasiado fuerte en esta partida.

La Historia real está por escribir en términos parecidos. Me alegro de que alguien cuestione la «españolidad» de Franco y su Régimen, que por supuesto perdura perfeccionado en su forma oligárquica pura, de ahí que exista objetivamente una dialéctica pública (ideológica, es decir, encubridora de la verdad histórica) entre «franquismo» y «antifranquismo» en un Régimen autodefinido como «Monarquía» cuyo titular es nombrado por el Jefe del Estado de una Forma de Estado previa. Que la Oligarquía patrimonial sabe que se lo juega todo con la forma de Estado es la razón de la creación de algo tan degenerado como «Podemos», que sirve para contrastar la obsolescencia de su correlato derechista-franquista.

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No existe la opinión propia como no existe el hijo propio, dado que éste es fruto de una cierta colaboración de al menos dos, a veces tres (padre legal, padre biológico y madre, que al parecer sólo puede ser “biológica” o decidida en laboratorio, pero un óvulo no es exactamente una madre). El pensamiento, es decir, el Espíritu en acto, contra el mito metafísico dominante de odioso origen judeocristiano, es producto de una tradición, de una cadena de trasmisiones y relevos a través de los cuales, como en la serie de tópicos literarios y estilos convencionales, no existe la figura romántica del Creador: todo es una Mimesis, una Imitatio, y a veces, se hace la luz por tanteo si la profundidad receptora sabe acoplarse a su Maestro. Con 90 años, Antonio García-Trevijano hace más hijos que muchos metrosexuales harto amariconados y de flacidez prematura…

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Se tiende a pensar que en la España actual hay demasiada «dependencia material» de demasiados «grupos sociales», organizados o no, factor retardatario o francamente obstaculizador de un «programa mínimo» que comparto. Pero yo creo que hay demasiado «respeto» inconsciente a una «Autoridad» a la que no se le piden títulos acreditativos de su legitimidad, competencia y «virtud». El mal es la deformidad de los espíritus, no el bienestar de los cuerpos. Que el poder de clase se exhiba «por cojones» es aceptado como norma de asentimiento y a partir de ahí nuestra «descivilización política» va sobre ruedas.

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Muchos se hacen esta pregunta, dirigida a un Gobierno que creen ingenuamente “nacional”: ¿vais a tomar alguna medida para devolver el Estado a Cataluña, para recuperar Cataluña para el Estado?

Entiendo y a la vez quisiera no entender esta pregunta, mucho más inquietante que inocente y comprensible de suyo. Me refiero a esta relación nunca explicitada entre “Cataluña” (supongo que el nombre de un “territorio”) y el “Estado” (supongo que el nombre de un “aparato jurídico-administrativo” sin identidad territorial).

Yo la escribiría de esta otra manera, y con este cambio queda inaugurada la premisa de una futura Revolución política (?): ¿Vais a tomar alguna medida para devolver el Estado a España, para recuperar Cataluña para España?”

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Ya hace tiempo que entramos, mal que nos pese reconocerlo, en el territorio salvaje de la psicopatología, una vez superado el umbral de la delincuencia organizada que es el llamado por defecto “Estado Español”. Por ahora, sólo concierne a la clase política, todavía no, pero quizás pronto también, a las masas. Esta psicopatología se reconoce experimentalmente en el “acting out” del catalanismo secesionista, sólo un síntoma de un proceso degenerativo que aqueja a toda la clase dirigente. El deseo, vuelto compulsión, pasa al acto, se manifiesta en “lapsus”, errores discursivos de toda especie, actos fallidos gubernativos y legislativos, y cada día comienza un ciclo reiterativo: ahí estamos instalados.

La analogía insospechada entre el político profesional de una burocracia criminosa de partido estatal y el asesino en serie se funda en la vieja idea grata al freudismo acerca de lo que podría llamarse el “fetichismo narcisista” que ambos comparten. El “Estado” es para ese grupo humano lo que el collar, los pendientes o la pulsera de la víctima son para el asesino en serie: la señal o sinécdoque de la posesión en tanto que “trasgresión” sobre las normas sociales de circulación de los bienes personales.

Consideremos el hecho, apenas calibrado en su profundidad y potencialidad, de que el movimiento secesionista catalán va a engendrar nuevas configuraciones de poder. Sabemos bien que padecemos, por imposición del poder político instaurado una disociación entre Estado y Nación que el secesionismo catalán ha hecho saltar por fin delante de nuestras narices, que ya se lo olfateaban hace tiempo. Da igual la intencionalidad o causalidad del proceso, el hecho es que la idea de tal disociación se ha hecho evidencia popular, confusa aún, y por definir políticamente. El Régimen del 78, al exhibirse en su intimidad, ya no es dueño de su destino ni del nuestro.

Tanto es así, tanta es la inervacion de una conciencia apagada y sorda, que hasta los discursos y propuestas que juegan en el margen derecho (Vox y Santiago Abascal) o circundan el flanco reformista (UPyD fagocitado por C’s) suenan ya agotados, anacrónicos, tardíos e inútiles. Alejandro Nieto advertía ya al final de su libro «El Desgobierno de lo público» en 2008 que la situación española, de no realizar profundas reformas, desembocará en un ambiente prerrevolucionario. Podemos y el secesionismo ya han cumplido su función de dique de contención. El Régimen 78 ya no tiene cama elástica: cada salto es ahora un salto en el vacío.

Seguimos fascinados ante la comprobación de lo ya sabido: la incapacidad de toda nuestra clase política. La secesión catalana no es un problema catalán transitorio resoluble bajo las condiciones institucionales hoy vigentes. Es el indicio de un problema español global que afecta a toda la organización de los poderes del Estado. Se intenta «resolver» sin apelación al único poder constituyente existencial siempre vigente: la propia Nación. Si se acepta la «solución» de los Partidos, el problema pronto alcanzará niveles aún más insufribles. Todo el discurso anticatalanista es una cosa trivial para no enfrentarse al único problema verdadero.

El independentismo nunca ha podido soñar una situación más favorable a sus intereses que la presente. Con el discurso superficial de un anticatalanismo para consumo de idiotas sólo se intenta obviar que sus verdaderas tesis ya han penetrado a fondo en la conciencia de aquellos mismos que creen repelerlo. Prueba: los discursos de Rajoy y del Rey son discursos que se sostienen sobre el mismo principio que el de los «secesionistas»: amplían el «derecho a decidir» a todos a los españoles, como si éstos tuvieran alguna capacidad «legal» para ello. No por mucho repetirlo será más verdadero. Pero ésa es la orden ejecutiva que los medios van a cumplir a rajatabla.

No se analiza con suficiente objetividad el punto de vista catalán. Cataluña quería ser potencia hegemónica dentro de una España federal o confederal, pero los poderes «madrileños» no le han dejado serlo, así que la independencia es el único camino. En consecuencia, el «pacto constitucional» del 78 está roto y no es restaurable. Las facciones oligárquicas traducen a «lucha territorial» sus ambiciones hegemónicas.

Lo más irrisorio del asunto se encuentra en que dos facciones oligárquicas «puras», la madrileña (que agita ahora el espantajo de un «españolismo» trivial) y la barcelonesa (que es tan puramente estatal como su colega) se presentan cada una como la verdadera encarnación de la «democracia»: una identificándola con una Nación política que nunca ha constituido su libertad; otra, evocando un mítico «derecho a decidir» con el que tampoco podría fundar desde el origen su propia libertad política. Perfecto «feed back» de dos oligarquías «estatalistas» que se esconden detrás de su respectivo concepto de Nación sin libertad política, lo que las vuelve solidarias y cómplices.

La confabulación de facciones estatales del mismo poder, hoy más que nunca, se dirige contra un «tercero excluido», la sociedad civil en su conjunto, de ahí que en los mentideros madrileños se rumoree sobre «negociaciones secretas» desde hace tiempo. Observemos el papel subordinado y subalterno que desempeñan las «izquierdas» cuando las verdaderas oligarquías «señoriales» se hablan de tú a tú. No se habla de política en presencia de los sirvientes…

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Los que hemos gozado de una formación cultural privilegiada por disponer de recursos, tiempo, libertad y curiosidad intelectual, además de un apasionado sentimiento de españolidad irreprimible por nada ni por nadie, una suerte de patriotismo cultural irrenunciable, debemos dejar un mínimo testimonio de nuestra «disidencia» íntima con todo lo que este Régimen abyecto ha hecho con nosotros, con nuestras ilusiones colectivas y personales, y nuestro deber es «dar testimonio» y «decir la verdad» de lo que vimos y vivimos. Así sea para bien de todos.

El exceso de realismo superficial por miedo al qué dirán del idealismo ingenuo es lo que mata en su raíz al realismo político. El Régimen del 78 está muerto y el proceso formal de su enterramiento es lo único que estamos discutiendo. Está tan muerto que hasta un muerto existencial como Rajoy puede presidirlo. “Podemos” no es una amenaza, es un placebo. El secesionismo es la enfermedad terminal. El PSOE trabaja a comisión del Ibex madrileño y/o catalán. C’s es la gogó de la orgía de los señoritos hartos de copas. El PP es la columna vertebral de la España moribunda o ya póstuma, como esquela mortuoria. No es descripción «literaria». Ojalá Alemania se dignara mandar ya a los «Hombres de Negro» con poderes absolutos y una división de cazadores para limpiar los bosques de alimañas.

Y la verdad que hay que decir es que aquí se han cometido crímenes execrables durante este otoño-invierno de 2017 que más lejos, en un tiempo todavía no datado, tendrán gravísimas consecuencias; la verdad de lo que hay que dejar escrito, aunque sólo sea por una vez, es que hay gravísimas responsabilidades criminales en personas reales de carne y hueso investidas de poderes legales supremos que no han sido fieles y no han cumplido con ninguno de sus deberes; lo que hay que decir como verdad histórica comprobable es que nadie ha podido ni querido pedirle cuentas porque, en efecto, era, es, será un golpe institucional contra España perpetrado por toda la clase dirigente. Un pueblo que soporta eso, merece la abominación de la Historia.

Sucede que a toda estructura de poder «hay que ayudarla» desde fuera a reconocer mediante la violencia del discurso y de la fuerza física que es hora de retirarse. De lo contrario tenderá a perpetuarse, reproduciendo conflictos civiles impostados, como lleva haciendo este nauseabundo armatoste desde la Abdicación del Sujeto Innombrable, responsable del Desaguisado bajo el que vivimos. Si de esto no sale una solución radical contra lo instituido, sólo caben dos salidas en falso que auguran males mucho más dolorosos a corto plazo: involución permanente del Régimen (PSOE) o permanencia involutiva (PP). No hay otra salida salvo la violenta: nuestra sociedad carece de ilustración para evitarlo.

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Las declaraciones del Presidente del BBVA Francisco González, que conoce de primera mano los entresijos del funcionamiento de un poder político anómico (un oxímoron casi poético si no amenazara nuestra vida), exponen la evidencia que en eco empieza a difundirse ya en todos los estratos mínimamente conscientes: «Esto no puede continuar así». Reconocer desde una instancia tan estratosférica que la clave del problema está en el control arbitrario de lo público por una entente político-empresarial al borde del colapso es como el pedo de un invitado en un velatorio: la «culpa» es del muerto, al que hay que enterrar pronto, mientras los vivos (los herederos) piensan en cómo pagar las deudas de juego con una herencia tan exigua. «Esto no puede seguir así», retengamos la respiración, que ya el próximo telediario nos dirá lo que debemos pensar automáticamente.

Si uno se pregunta qué funciona realmente bien en la España oficial, nadie afirmará que la Justicia (está llena de gentuza togada), la Legislatura (apenas saben leer y escribir), el Gobierno (un negociado de imbéciles con ínfulas de notario de provincias decimonónicas), los Servicios de Seguridad del Estado (ahí están los materiales sobrantes), la Universidad (la paraplejia y la cornamenta)… Entonces, ¿qué funciona bien? Que se lo pregunten a Felipe, José Mari, Nacho, Jordi, Manolo, Paco y sus amigos del «sector privado».

Porque la clave de nuestro devenir está en eso mismo: el orden es el Desorden, y cuando eso ocurre a pueblos infortunados que se entregan a semejante inversión de valores, lo trágico está rondando, aunque las risas y la frivolidad parezcan dominar el estado anímico de un público desinhibido. España es ese público pero no sabe que hay que pagar la entrada del espectáculo. A veces, en la Historia, con sangre.

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A día de hoy, tal y tal, se levanta acta de los siguientes puntos tratados largamente en este foro: 1° que el nacionalismo debe desaparecer de la escena pública, 2° que el PP debe desaparecer de la vida política, 3° que el PSOE debe desaparecer lisa y llananente. Como no estamos preparados para «hacer desaparecer» a estos rufianes ni mandarlos a «dormir la mona» a su casa, sugiero que se contrate a David Copperfiel, el mago que hace desaparecer edificios grandes y feos, a ver si nos puede echar una mano, o, en su defecto, al cirujano alemán que hace exposiciones con cadáveres plastificados, que no son arte, pero asustan de cojones. Porque aquí se necesita ya que nos vayan haciendo el embalaje de todo este material político sobrante.

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Dios mío, los reformistas son más superficiales y desvencijados, como 600 de ocasión, que los propios oligarcas de Partido, si parece que en esta España de las tres últimas generaciones un Dios tarado y su Providencia, llevada por un lazarillo con harta miopía, se han confabulado para enviarnos una calamidad hecha con retazos de todo lo más degenerado del género humano. Pero es que si basta con leer cualquier información sobre la realidad política y social españolas para hacerse cruces y preguntarse de dónde sacan a tantos gañanes, que la cosa ya no hay por dónde cogerla, salvo por el culo.

Razón por la cual el llamado «Estado español» expele tantas ventosidades a manera de leyes, normativas, decretos y decisiones judiciales. Por algo se dice en español, quiero decir, perdón al respetable, «castellano», no se enfade el poder establecido que tanto favorece las grandes obras literarias en fablas, bables y otros «dialectos» oprimidos por la dictadura fascista española, en fin, «hacer las cosas con el culo»… Que aquí las cosas se «hacen con el culo», las futuras historias oficiales del Régimen lo demostrarán, pues servirán como mucho para limpiarse el culo con ellas. Es lo lógico, pues se ha gobernado «como el culo» y por eso ya todos «vamos de culo».

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La «élite política» que el final del Régimen nos depara está literalmente formada por los mayores cretinos que hemos tenido el gusto de conocer. Son lo más ignorante que pueda imaginarse. Con las luces justitas para pasar el día y dar lumbre a una cerilla. La tercera generación del Régimen va a hacer Historia, claro que los materiales sociales e institucionales que dejan los padres tampoco permiten civilizar a los hijos. Ni para una faena con descabello.

Han desaparecido de la vida pública con mando en plaza: Juan Carlos, Jordi Pujol padre, Felipe González, José María Aznar, pero no han desaparecido las camarillas, las instituciones, las prácticas, las rutinas, las reglas formales e informales, los intereses de oligarquías patrimoniales monopolistas que fundaron y apoyaron ese poder que es el Mismo que mantiene a Rajoy, que ha creado a Podemos y Ciudadanos, que ha dado el golpe de Estado institucional del «secesionismo», que ansía la Reformal constitucional, que sacrifica el mediocre bienestar de los españoles a la revalorización de sus capitales improductivos, ahí está el problema. Son tan imbéciles que no quieren la Reforma política, pues tendrán la Revolución política.

Siempre me piden que defina al “Régimen” y su naturaleza. Que le pregunten a Felipe González, sucesor de Francisco Franco Bahamonde, el tío que malversó toda la estructura industrial española para controlar el Estado y la sociedad civil con calderilla clientelar andaluza y extremeña, a costa de consolidar la improductividad pintoresca del capital financiero español y la apropiación de la infraestructura comercial e industrial autóctonas, mientras la juventud española, de la que yo formaba parte como corifeo uiversitario malparido, disfrutaba de la Movida, y los españoles “reprimidos sexcualmente por la dictadura” por fin podían ver desnudas a sus esposas, y todos, por qué no, como Juan Carlos de Borbón, se iba al Caribe a buscar pubis nuevos y multicolores y practicar la “meditatio mortis” del orgasmo aburrido con formas genitales generadoras laboriosas de plusvalías tercemundistas.

25

Me parece estúpido que, a sabiendas de la descomposición nacional y social que se esconde y oculta tras la Monarquía actual, haya quienes se obcequen en defenderla para mantener una estructura territorial y administrativa de privilegios, diferencias ficticias entre regiones y explotación fiscal salvaje, basada en el sobrecoste de un aparato estatal que no sirve para hacer más fuerte y sólida a la Nación unida sino para todo lo contrario, para debilitarla y enajenarla de sí misma. La Monarquía actual no es indiferente al hecho de que su existencia se halla comprometida con este estado de cosas destructivo. De ahí esta desvergonzadísima “operación de chapa y pintura” tras la exhibición de su total inutilidad en el “proceso sececionista”.

La República en que es posible creer como ideal es una experiencia inédita en España y en Europa: sería un proyecto institucional para hacer reversible y contener este proceso degenerativo desde unas condiciones institucionales nuevas que afectarían al sistema electoral, el estatus jurídico-constitucional de los partidos, a la forma de elección de los representantes y a la forma de elección del poder ejecutivo, unido a la Jefatura del Estado para garantizar que los poderes del Estado y de la Nación así separados no vuelvan a ser ocupados por estructuras oligárquicas como las que hoy dominan en un régimen que ha acabado por contaminar de su inmoralidad a la propia sociedad española, que tan sólo lo acepta por impotencia y falta de cultura política elemental.

El apriori de la democracia formal, política, es sencillo de enunciar, extremadamente difícil de poner en práctica y no menos embarazoso de concebir para el entendimiento común del consenso oligárquico que domina todas las mentes como “su” verdad exclusiva. Ese apriori es la separación del Estado y de la Nación, separación formal cuyo fundamento y expresión se corresponde con el de dos realidades materiales distintas. Las Oligarquías de Estado se basan en la indistinción de ambas realidades, dado que el Nacionalismo de Estado procedente del fascismo es su raíz. La peculiaridad española consiste en un impensado que se ha hecho evidencia institucional: la (con)fusión de Estado y Nación, es decir, el Estado se nos aparece como condición de posibilidad de una realidad histórico-cultural, que es sin embargo su soporte vital. Una inversión de semejante violencia sólo puede desencadenar una violencia aún mayor.

Lo único, o al menos casi lo único comprensible para el hombre común, que puede hacer la «Democracia» política formal por el «Pueblo» es que los Florentinos Pérez de este mundo no trascriban directamente en el BOE sus intereses económicos inmediatos o al menos se vean obstaculizados para lograr semejante objetivo o incluso que padezcan el grave peso de la Ley civil por su mundana corruptibilidad. De ahí que la verdadera Democracia se funde en un idealismo moral, de origen protestante (agustiniano), imposible en el degenerado universo mental del catolicismo. En términos vulgares, un dispositivo institucional contraceptivo de Oligarquías. Un «tour de force» para el pensamiento y la imaginación. De ahí la fascinación que para todo hombre dotado para el pensamiento ofrece aún hoy la palabra “Democracia”. “Credo quia absurdum” y “Eppur si muove” no andan lejos del misterio de esta otra Concepción… igualmente milagrosa.

Un comentario en “OJEADA A UN ESTADO DE DESCIVILIZACIÓN POLÍTICA (2018)

  1. Excelente, intensa y arrolladora exposición de verdades incómodas. Estoy casi mareado, la falta de costumbre…
    Por cierto, soy Cristóbal Cobo, usted me hizo algunos comentarios muy lúcidos cuando publiqué unos artículos en disidentia.com
    Algunos escritores hemos creado recientemente un blog, mundo-perro.com Sería un honor para mí poder contar con su colaboración, cuando desee, y con total garantía de no ser censurado ni una coma.
    Gracias y, por favor, siga escribiendo. Hace falta mucha luz en esta ciénaga.

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