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Uno de los males que abatieron con tenacidad sangrienta a las sociedades clásicas de Grecia y Roma fue la pérdida de la libertad jurídica que concedía el estatuto privilegiado de “hombre libre” frente al esclavo, la mujer y el extranjero por causa de las deudas contraídas: uno de los orígenes de la esclavitud contra la que los hombres libres empobrecidos de estas sociedades tuvieron que luchar abiertamente.
Las luchas civiles en las “polis” griegas de los siglos VII-VI a. C y los conflictos casi permanentes entre patricios y plebeyos en la Roma republicana tenían, como uno de sus principales factores polemológicos explosivos, además del dominio de la tierra cultivable, un origen apenas disimulado en la relación contractual que unía y diferenciaba al acreedor y al deudor.
Marx se asombraba de la lucidez de Platón, quien ya olfateaba este problema como causa de la aparición de las tiranías y las formas oligárquicas de gobierno. Maquiavelo tampoco era ajeno a la consideración de este tipo de relación jurídica concreta como una de las fuentes originarias de la subordinación y la dominación efectivas.
El mundo actual no es una excepción a la regla histórico-pragmática que afirma el principio: “Quien te presta dinero, te acabará gobernando”. En realidad, se puede concebir toda la historia a esta luz de una relación de la que los libros sólo hablan de pasada y sin ningún énfasis.
Los verdaderos procesos de acumulación/desacumulación de riqueza real son variadísimos: el que determina la relación acreedor/deudor es a su vez determinante, pues implica en toda sociedad un “tour de force”, una demostración o puja de fuerza, en el sentido exacto de que se ponen sobre la mesa las relaciones de asimetría y desproporción de “grados de libertad y autodeterminación” que concede la posesión o carencia de los recursos que se materializan en todo préstamo o crédito.
El caso español actual no es asombroso por el volumen global del endeudamiento sino que lo sorprendente en sí es su universalidad y la rapidez con que se ha producido en apenas una década, y aún más aceleradamente, en los últimos cuatro o cinco años.
Para financiar sus políticas de gasto social, ostentación burocrática y gratuidad generalizada de servicios, el oficioso socialismo del Estado de Bienestar es un motor de endeudamiento (en sí mismo, es el peor de los modelos morales posibles para el resto de una sociedad irresponsable y carente de iniciativa, aunque los individuos “gratificados” no puedan verlo así por razones obvias).
Para hacer circular más masa de dinero que la que corresponde al circuito y a la base de la producción-inversión-consumo, el sistema financiero también se endeuda (a este sistema ya le suponemos con toda generosidad su lujuriosa amoralidad de hecho, en su caso, pleonásticamente “sistémica”, con lo cual “indignarse” por ello es grotesco y de una ingenuidad estremecedora).
Para internacionalizarse, el capital de las pocas multinacionales españolas pide recursos al exterior; para sobrevivir a una competencia mundial que arrincona a las empresas con sobrecostes laborales e impositivos galopantes (hay quien ha descubierto ahora que las “cotizaciones sociales” son un impuesto muy gravoso sobre el trabajo), las empresas de todo tipo se endeudan con la misma necesidad ineluctable que el resto.
Para facilitar el consumo y el “bienestar” privado, las familias y los individuos piden prestado sobre la ausencia de base patrimonial, lo cual no parece a primera vista muy inteligente; y así en todas partes.
Cuando el llamado “Movimiento del 15 de mayo” protesta, en realidad, sólo está expresando el malestar de una masa social de asistidos y endeudados, un poco como todos aquellos plebeyos que querían tener su “tribuno” con veto sobre las decisiones plutocráticas del Senado (la distribución de la tierra del “ager publicus” para los grandes ganaderos o los patricios de las opulentas «gentes” o linajes fundadores con masas de esclavos en Campania) o como aquellos “demiurgoi” de las ciudades griegas que apoyaban con su ruido y furia a los futuros “tiranos” para que llevaran a cabo la “nivelación”, que siempre empezaba con el clamor por la entusiástica, báquica liquidación de las deudas contraídas.
Lo que se deja leer en el inconsciente social de este, inducido o no, “movimiento”, que al parecer por eso mismo provoca una ansiosa simpatía entre la “gente sencilla” (“el pueblo menudo” o “gente pequeña” del que hablaba el sagacísimo florentino, gente a la que siempre hay que mantener ocupada con algo: fútbol, vacaciones, viajes, Tele 5…) es precisamente el hecho de que ahora la relación jurídica contractual entre prestador y prestatario ha pasado a un primer plano y por ello se ha vuelto transparente, inaguantable e inasumible moralmente.
Ahora bien, resulta que tal relación es la mera consecuencia de la renuncia ciega de un Estado y una sociedad a formas de enriquecimiento y empleo de sus limitadísimos recursos en una dirección diferente a la que se ha decidido con silenciosa unanimidad por todos los actores y comparsas de este sainete que es toda la política española, farsa digna de un Valle Inclán lobotomizado.
2
Agitación callejera ejecutada por el factor “lumpen” como pasta aglutinadora. Se vio desde el principio quiénes eran los apoderados de la “voluntad popular” creada “ex nihilo” por los autoelegidos como “verdaderos” representantes de los intereses generales extra-parlamentariamente vinculantes. Vieja estrategia de la “comuna” y el “soviet” como instituciones “espontáneas” del “verdadero pueblo”: con exclusión, ahora, de la anacrónica retórica obrerista y proletarizante.
Periodo coyuntural de “interregno” con un jefe del ejecutivo nominal. El Presidente en funciones es una pantalla para que detrás de su figura opere ahora el verdadero poder de decisión encarnado en el “aparatchitk” más puro de un partido de corte bolchevique, estructura totalitaria que parasita en el interior de todos los circuitos del Estado. Dado que precisamente tal burócrata de las cloacas controla esos resortes secretos, el Partido no necesita de ninguna figura de poder más que aparente y decorativa.
Aglomeración de la “representación alternativa” en torno a un “programa” latente de contención del supuesto “espíritu reformista” impuesto desde el exterior (“neoliberal”, aquí además, el poder real de los prestamistas de última instancia), evidentemente inasumible para un partido que ya ha sufrido la pérdida de dos millones de votos de su propio electorado.
El programa, como discurso aglutinador, está basado en consignas atractivas para los sectores más resentidos por su propio endeudamiento: “No nos representan” quiere decir que «la derecha» (?) no tiene legitimidad si vence electoralmente, puesto que, según esta lógica prefabricada desde el PSOE, su victoria no sería en verdad “representativa”. Escenario-simulacro de 1933, en la Segunda República, preparación del golpe de Estado obrerista tras la victoria de la CEDA, vía uso de los mineros asturianos como fuerza de choque. Calco simulado parcial del golpe bolchevique de noviembre de 1917 en Rusia contra el gobierno Kerenski de febrero.
Control sobre unas fuerzas de orden en función de tácticas dilatorias y permisivas, con mandos policiales de libre designación, promocionados para fines indeterminados meses atrás en número de varios miles de “hombres nuevos”. Es el núcleo duro del “operativo” montado (tipo Manzano, Rubio y otros de tal linaje), que ya goza de larga experiencia en el manejo de estas situaciones: “Nunca mais”, “Prestige”, conspiración contra el ministro del Interior de Aznar, falsificación, ocultación y destrucción de pruebas de los atentados del 11 de marzo de 2004, caso “Faisán”, etc.
Desarrollo pausado y ritmo decidido desde arriba de los “movimientos inducidos de masas”, según los criterios de una planificación y un calendario secretos que apuntan a diferentes zonas de ataque, máxima movilidad en torno a los espacios de “exhibición” de fuerza y cambios proteicos de protagonismo en la aparición pública.
Configuración de un “escenario giratorio” desde el poder gubernativo y policial: al mismo tiempo se permite y se contiene el “tumulto” y la “protesta”; se excita con nuevas consignas (“los banqueros son los responsables” y los propios banqueros se dejan utilizar, lo que indica una constelación de intereses relacionados con el pago de los acreedores internacionales…) y se desautoriza con banales expresiones de advertencia y condena.
Cobertura informativa tendente a legitimar y validar los supuestos “antirrepresentativos” y “reformistas” del “movimiento”. La “simpatía” inducida artificialmente o el “rechazo” cumplen evidentes funciones de aglutinamiento y faccionalismo: “derechizar” a la derecha, “izquierdizar” más a la izquierda.
Debilidad y/o complicidad de la oposición “derechista”, pese a la legitimidad “formal” obtenida en el momento mismo en que se despliega el ejercicio de la lenta intimidación. Es casi seguro que el Partido de la derecha o es por completo cómplice de un proyecto para retrasar la quiebra real del Estado (lo mismo que unos banqueros para quienes esto significaría su propia quiebra patrimonial a gran escala) o está atemorizado por su propia incapacidad para sostener un discurso claro y contundente, que necesariamente lo llevaría a posiciones “autoritarias” y “represivas”, objetivo que busca el “aparatchitk” que ahora asume todas las responsabilidades.
La situación constitucional presenta el clásico conflicto entre “legitimidad” y “legalidad”. En mayo de 2010 se entró en una situación de excepcionalidad, que desde entonces no ha hecho más que acrecentarse: no en el orden político formal ni en los debates públicos, sino en esa otra esfera silenciosa donde se decide de verdad.
Así pues, Movimiento “ciudadano” idealista, ingenuo, espontáneo, simpático, que aprovecha la “fluidez” de las redes.
O también, Movimiento mayoritariamente de “extrema izquierda” espontáneo, interclasista, no violento. Desde los años 80 la extrema izquierda española está controlada por el PSOE, (no por un PCE laminado por falta de recursos) a través de la financiación de todas sus organizaciones, sean estudiantiles, ONG internacionales, o incluso sindicales minoritarias.
Con todas seguridad, Movimiento creado, diseñado, promovido, articulado desde instancias gubernamentales (CNI, mandos de la Policía Nacional, cumpliendo órdenes directas del Ministro del Interior, Vicepresidente y candidato del partido en el poder…).
Por supuesto, superposición plástica de los tres factores anteriores, dirigidos estratégicamente por elementos “lumpem” profesionales al servicio del propio Ministerio del Interior (los sucesos de Barcelona ante el edificio de la sede parlamentaria muestran exactamente esta fotografía “polaroid” de la coyuntura general).
3
Anecdoticemos y retratemos sin malevolencia un estado general que ya impregna, como una enorme mancha de aceite, todo lo que somos como sociedad civil y sociedad política marginal. Quizás hay que ponerse un poco serio para hablar de lo que no lo es.
Un brevísimo excurso es necesario aquí, a término comparativo con nuestro presente. La “Kultur” nietzscheana es lo opuesto a la “Kultur” como la entendieron los poderes públicos en Alemania, y no sólo allí, desde la época de Bismarck. En el sentido nietzscheano auténtico, “Kultur” es el medio para la selección singularizante, antigregaria, del “genio” en tanto que modelo de hombre que “libera del presente” y prepara el porvenir, en una orientación ascendente.
El “inmoralista”, el “Uebermensch” no es otra cosa, aunque sea mucho más también. Los nietzscheanos actuales, en la estela de Foucault, Vattimo, Onfray y compañía, hablan de “escultura de sí”, de “modelado de sí”, de una “estetización de la vida por el saber”, etc.
Uno de los iluminados del juvenil macro-botellón asambleario en la Puerta del Sol, que llevaba la palabra “portavoz” adherida con plástico para embalaje (y cuyo padre sería director de sucursal bancaria: simpáticos esperpentos “Antisistema”, “Mili KK”, “Okupas”) habló, o al menos eso intentó, sin ni siquiera saber con claridad lo que decía, de una “crisis económica motivada por una constricción de la demanda”. Menos mal que no articuló “constipado” o algo así, aunque todo se andará.
Fuera de los usos coloquiales, no distinguir entre “constricción” (que puede pasar por un tecnicismo jurídico) y “contracción” (que es de hecho el tecnicismo económico para la expresión convencional, además de médico, correcto: «proceso económico en el que la producción per cápita y el empleo disminuyen»), no es un pecado ni una falta punible entre las personas sin estudios superiores, a las que yo, por simple pudor y consideración, jamás reprocharé esto, pero ¿qué decir de universitarios que aspiran, nada menos, que a ser “portavoces” de unos intereses “colectivos”, la “voz pura y espontánea” de esa esencia democrática de la virtuosa comunidad de los “muchos iguales” y la “mayoría” abstracta, abyectamente inventada por Rousseau como “volonté générale”?
¿Qué pasa cuando los faros y luminarias de esta conmovedora esencia democrática, sin duda ágrafos, se revelan además como seres agramaticales y desconocedores voluntarios de los finísimos matices de una lengua derivada de la herencia latina más pura y bella, pues las palabras tienen también una belleza que deben a su origen (los verbos y sustantivos derivados “contrahere-contractio” y “constringere-constrictio”)? ¿Cómo no estar de acuerdo con la verdad profunda de la descripción que esboza Platón en el último libro de su “Politeia”, en la que el “hombre democrático” aparece como una rara especie de hombre en quien la indiferenciación y la equivalencia de todos los criterios definen la forma misma de todo su pensamiento y toda su conducta?
Me imagino que esos abominables planes de estudio de las llamadas ahora “Humanidades” y “Ciencias Sociales” no necesitan ni muchas buenas lecturas, ni mucha gramática y apenas tampoco diccionario. De tal manera que, a la entrada de tales facultades y escuelas, no sería desacertado colocar, y quizás en cada aula, el cartel con el rótulo “CAVE CANEM”, en referencia a los ladridos de estos estudiantes sin complejos culturales, referencia cuyo sentido tampoco alcanzarían, salvo mediante un trimestre de interpretación muy esforzada.
Un día no muy lejano, España “se levantará republicana”.
Los transaccionistas, los reformistas, los oportunistas, los instauracionistas de 1976-1978, si todavía siguen vivos, se preguntarán: “¿qué nos ha pasado? ¿cómo pudo ocurrirnos esto a nosotros, los “verdaderos demócratas”?”
Y el lumpen intelectual de los subcontratados para realizar la “Tercera o Cuarta Transición”, el nuevo y por fin “verdadero proceso constituyente”, ya con honorables barriguitas de pequeñoburgueses flaubertianos, en sus nuevos cargos recién estrenados, sin Revolución y sin pegar un tiro, exbecarios Erasmus e hijos de Directores Generales de cualquier Régimen, se seguirán carcajeando de los Súbditos-niños bajo esta Oclocracia sanchopancista con ínfulas monárquicas e inclinaciones cleptomaníacas.