LA POLÍTICA CONTEMPORÁNEA Y LAS MASAS (2016)

Nadie, en ninguna época de las sociedades civilizadas, se ha dirigido a multitudes inteligentes, porque tales «multitudes» son el producto de la época contemporánea, en concreto producto de las Revoluciones Industriales. Antes de ellas, no había «multitudes» en el sentido actual de «masas desorganizadas y atomizadas», noción que proviene de la crítica de la cultura de origen conservador y hoy neoconservador.

No hay que confundir las «masas» así definidas, las que asisten a los estadios, por ejemplo, con los individuos concretos fuera de esas aglomeraciones funcionales. El concepto de «hombre-masa» es ya producto de una determinada sociología política y crítica de la cultura inspirada por unos presupuestos más que discutibles: los del liberalismo clásico que concibe la individualidad como identificación de clase funcional y personalidad «libre» (la mejor crítica de estas ideas liberales están en el Jünger juvenil de los años 20 y 30, por ejemplo «El trabajador», obra cuya trascendencia ha sido tan grande que casi resulta desconocida y silenciada).

El concepto de «hombre-masa», el que se deriva «democracia de masas» que a su vez determina el concepto de «democracia de partidos» (dominante en Francia para describir los Estados de partidos europeos, como el alemán, el italiano y el español), siempre en el contexto del nacimiento de los totalitarismos y retomado tras 1945 en el contexto de la lucha simulada de bloques de la guerra fría, es un concepto puramente ideológico que exige el funcionamiento de regímenes políticos basados en una diferenciación clara entre clase política profesionalizada que monopoliza el poder al servicio de intereses no bien definidos y una vasta sociedad civil en proceso de estatalización y pérdida de los derechos formales de ciudadanía, a la que se le ofrece el espectáculo, el entretenimiento y el ocio convirtiéndola en masa en tanto que consumidora de tales productos.

La producción estandarizada produce «masa». El turismo produce «masa». La televisión produce «masa». El fútbol produce «masa», pero uno sólo es masa en esos contextos concretos. Los regímenes de listas de partido con sistema proporcional producen «masa», porque precisamente esa es su función clave: destruir la representación personal de la sociedad civil y sustituirla por la forma industrial de facturación de los votos de la «masa» agregada a listas de falsas candidaturas previamente hechas. Una política inspirada por este único procedimiento es productora espontánea de la forma masiva de integración de los individuos en el orden estatal por el solo hecho de votar esas listas. Se es «masa» electoral cuando se votan esas listas.

Esas masas «políticas» son producidas irremediablemente por el sistema proporcional. Se empezó a hablar de la llegada de las masa a la vida política en el momento mismo en que estos sistemas electorales se empezaron a imponer como estrategia de control social e integración política de las clases obreras europeas.

«Las masas» no existen más que bajo condiciones dadas. En la vida política, son un factor inducido clave para el funcionamiento de los partidos estatales.

Dicho en castizo: uno no nace masa, lo hacen masa al encuadrarlo en determinadas formas de existencia colectiva de carácter no social. Cuando hablamos de masa, es que la sociedad civil (la que constituyó las clases burguesas frente al Estado) ya ha desaparecido. Los españoles de hoy sólo tienen un problema, que no es el de ser una «masa» manejable: su problema es que se creen pasivamente todas las mentiras que dicen sobre ellos sus gobernantes y periodistas, sobre su historia, sobre su psicología colectiva, sobre sus régimen político, sobre su cultura, sobre su nación histórica. Lo que les ocurre a los españoles es que hay muchas fuerzas interesadas en que jamás lleguen a experimentar libremente aquello que tienen en potencia y de lo que son capaces.

Hay que menguar su autoestima y hacerlos caer en el automenosprecio (todo esclavo debe despreciarse a sí mismo para poder aceptar un amo), cuando en realidad lo que haría falta hacer es empezar a construir la base y fundamento de su mayor autoestima, que no es otra que la erigible sobre su voluntad de alcanzar su libertad política.

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