El concepto «Silencio».
¿A qué se opone, cuál es su pareja dialéctica?
Las habladurías, la conversación estéril, la trivialidad de lo general, el habla que se reproduce a sí misma como una cadena de montaje que produjera sonidos y frases sin sentido para llenar el tiempo vacío.
En Oriente es la señal premonitoria de la Sabiduría; en Occidente ha sido un castigo y una penitencia.
En Oriente, el Sabio es el que ya no necesita hablar para ser comprendido (el cuento o «koan» en la tradición del Zen japonés es su más alta expresión); en Occidente, el Sabio es el más locuaz y escribidor, el que se explica, glosa y exhibe como tal.
En Oriente se respeta a la Nada como categoría ontológica suprema; en Occidente, se la denigra, se la desprecia y se la censura.
En Oriente, el Espíritu no dogmatiza con una única Verdad universalmente válida y no desprecia a los sentidos carnales; en Occidente, el Espíritu se impone como Verdad excluyente que aniquila la verdad sensual, que sólo gracias al Arte ha conseguido sobrevivir, emanciparse y hacer grande culturalmente a Occidente. Hoy el Arte está sumido en el confuso y venal mundo de la publicidad, lo más ruidoso de lo ya ruidoso.
En Oriente el hombre es políticamente servil, pero espiritualmente libre; en Occidente, el hombre es políticamente libre (?), pero espiritualmente servil (judeo-cristianismo).
En Oriente, el Orden del Mundo tiene preeminencia sobre el individuo a cambio de que el individuo viva en armonía con él; en Occidente, a partir del cristianismo, el individuo vive en conflicto con el Orden del Mundo y los más fracasados son los elegidos para instaurar el Nuevo Orden del Mundo o traer el Reino de los Cielos (el concepto de Revolución es una Secularización trivial de la Parusia cristiana).
En Europa, el único silencio valioso fue el que Rilke tuvo que practicar para llegar a escribir las «Elegías a Duino».
No veo en qué otro sentido el Silencio podría llegar a ser valorizable para un individuo occidental pletórico de bienestar material y total vacío existencial, sin nostalgia ni conocimiento de «bienes espirituales» superiores, cosa que ni las Iglesias confesionales ni los Partidos estatales, sus sustitutos seculares harto degradados, han conseguido suministrarle.
El hombre occidental actual es la forma de humanidad civilizada más pobre que ha existido. Es el producto de la acumulación inercial de una Historia sin sentido.
Y todos balbuceamos su dialecto y vivimos su vida inútil.
Por eso echamos de menos cosas tan elementales como el silencio, el amor, el odio, la pasión, la lucha, la verdad, la justicia, la libertad, el sexo, la guerra, la esperanza y todo lo que hoy se produce como «entretenimiento» para una experiencia empobrecida de una vida mutilada.