Leyendo el artículo de Juan Manuel Blanco y Javier Benegas “El régimen más estúpido de la historia de España”, publicado en VozPópuli el 16 de enero de 2016, el texto con mucha diferencia más memorable de la prensa española en cuarenta años de inútil «libertad de prensa», percibo dos tendencias ya muy claramente delineadas en la inexpresiva e inercial sociedad española: una tiende a culpar a la sociedad española de su régimen político a través de un muy sutil y elaborado discurso autodenigratorio combinado con una oposición dialéctica casticista muy frívola y guerracivilista de contoneo chulesco; otra, responsabiliza a las instituciones y apunta a su liquidación para dejar el solar libre a una construcción política nueva de raíz.
La primera, de una u otra manera, consciente o inconscientemente yo la juzgo como reaccionaria, porque pretende la conservación del estado de cosas al imputar a la sociedad una esencia, como quiera que ésta se especifique.
Estos 40 años han estado dominados por esta corriente.
La izquierda, la derecha y los nacionalistas son esencialmente formas estatalizadas de este profundo reaccionarismo político, que sólo consigue disimular su naturaleza despótica mediante la ampliación de las libertades individuales y los derechos sociales, pero siempre en un sentido paternal de inhibición de la responsabilidad a cuenta del estatalismo asistencial.
Mientras la chica menor de edad no se quede embarazada, el padre ejemplar la deja “zorrear”. Dado que la sociedad española es inmadura, infantil, dependiente, hay que tutelarla. Es el juicio oligárquico por excelencia, del que derivan todas las opiniones y análisis mediáticas y académicas de dominio en las instancias actuales del poder cultural socializador de masas en la educación y en el entretenimiento.
La lógica del Estado de Partidos, en su singularizada y eficacísima versión española, es exactamente la respuesta a este juicio, que ya era el del paternalismo autoritario con que administraban “los hechos sociales” las familias del Régimen franquista. El dispositivo se ha perfeccionado tras la legalización de los partidos y la instauración de la Constitución partidocrática.
Ahora, a «la niña», además se le paga el aborto o se le administra la píldora del día después, por supuesto gratuitamente.
Esta analogía explica toda la evolución en lo civil.
La política ha consistido en el mismo tratamiento concedido a los administrados, con gran éxito, hasta el punto de que 41 años después de la muerte del Dictador, los Oligarcas de hoy reconocerían en la opinión de los Oligarcas de entonces sobre la minoría de edad civil de la sociedad española toda una certeza fundadora del arte de la dominación.
La segunda corriente, a la que me adscribo, es la que estima que las instituciones, tanto del Régimen franquista como las del que le dio una secreta continuidad en la Constitución del Poder y en la forma y método de la dominación, son las causantes directas del estado de cosas.
La degradación, postración y dependencia de la sociedad civil española ha sido y es una estrategia deliberada perfectamente planificada.
Los partidos estatales, por esencia, tienen que suplantar toda espontaneidad del hacer social y dirigirla hacia metas presupuestas y vacías de contenido dentro de su puro hacer estatal.
El destilado o precipitado estatal de este hacer es lo que hoy muchos vemos como una catástrofe sin paliativos, que ya afecta a todas las esferas, ámbitos e instituciones de la vida pública, en vías de aniquilar a su vez a la Nación política.