El último informe de Amnistía Internacional para el año 2.002 muestra a las claras un proceso de profundización en las tendencias inmediatamente posteriores al 11 de septiembre de 2001. No lo necesitábamos para entender: sólo hurgando un poco en el discurso apenas sutilmente desvergonzado de las clases políticas occidentales ya hubiéramos sospechado que a todos los poderes se les ofrecía en bandeja de plata la oportunidad para entrar a formar parte en lo mundial sin ningún tipo de escrúpulos ni cortapisas moralizantes.
Al parecer, ni siquiera suavizando los datos ha sido posible dejar de reconocer el efecto generalizado sobre diversos países de la corriente represiva y arbitraria que desencadenaron los atentados, y que para Occidente tiene ya como emblemas más aparente verdaderas piedras preciosas del cinismo del poder llevado a sus extremos más exquisitos: dos acciones “técnico-humanitarias”, de carácter evidentemente terapéutico (Afganistán, Iraq), el encierro simbólico de los 600 presos de Guántánamo, el salto por encima de cualquier legalidad, el “besa la mano” de los gobiernos europeos a Putin por la resolución de la toma de rehenes del teatro de Moscú, por no mencionar muchísimas otras “incidencias” menores.
La corriente represiva, adoptando gran variedad de máscaras, coartadas y subterfugios, no ha hecho más que consolidarse y en estas condiciones lo mundial aparece con un nuevo rostro: el de la federación inequívoca y la colaboración abierta de todos los poderes en sus respectivas luchas contra los enemigos interiores. Porque, a decir verdad, lo que busca la llamada “lucha contra el terror” a escala mundial es conseguir la eliminación de los “elementos” internos que constituyen un obstáculo para la consolidación en el poder de todas las elites mundializadas, que esencialmente comparten los mismos intereses, en especial, el interés de conservar el poder contra sus propias poblaciones.
Todos los poderes, en una secreta complicidad, que es la que verdaderamente define lo mundial en su nivel más alto, se han dispuesto rápidamente para el gran ajuste de cuentas (un ajuste a la vez técnico de las libertades pero esto no debe notarse) contra sus disidentes, sus minorías, sus guerrillas, sus partidos de oposición o sus “revolucionarios”, en fin, contra sus “terroristas”. La “lucha contra el terror” constituye una especie de “reactivo” mediante el cual el sistema puede disolver todas las dudosas combinaciones químicas o resistencias que habían empezado a aparecer en el proceso de la mundialización.
En Europa, destaca la dirección precisa de todo el proceso; por supuesto, también se trata de mantener bajo control al “enemigo interior”, aquí el objetivo está muy claro, basta leer las noticias, comprender el trasfondo de las ideas que circulan, avistar cierto panorama intelectual, escuchar la ambivalencia cada vez menor de los políticos en este asunto. Nuestra particular “lucha contra el terror” tiene unas metas prefijadas de antemano, aunque públicamente no sea de buen gusto referirse a ellas: el trabajo represivo está perfectamente racionalizado y se desarrolla en un territorio aséptico y silencioso, sin conmociones ni aspavientos.
¿Quién es entonces nuestro enigmático e invisible “enemigo interior”? Las minorías culturales que no se dejan asimilar y que por tanto son potencialmente peligrosas respecto de los planes de homogeización étnica y cultural de la Unión Europea. Los ensayos de Sartori, Azurmendi y otros muchos llevan a la reflexión higienizada lo que las policías y los jueces hacen todos los días en los trámites burocráticos de la detención y la expulsión de “extra-comunitarios” indeseables. Nuestro trabajo, dividido en tareas específicas (intelectuales reflexivos, tribunales, policías, políticos, funcionarios de Bruselas, medios de comunicación), se encamina a la represión preventiva de las minorías islámicas en el campo de la Unión Europea.
Ahora bien, el trabajo debe llevarse a cabo sin levantar suspicacias “democráticas”, dentro del orden liberal y humanista: nada de patetismo sangriento a lo Milosevic o lo Sharon, ni tampoco operativo putinesco libremente desplegado. La cosa operativa debe ser racional, consensuada y sobre todo tácita. Debe hacerse, cómo no, en nombre de las libertades individuales, el pluralismo, la buena convivencia y el universalismo de los valores.
Apenas un mes después del final de la guerra de Iraq, en mayo del 2003, cinco ministros de Interior se reunieron para declarar solemnemente un nuevo principio, hasta ahora privilegio secreto de la operatividad discrecional característica de la policía: se ha encontrado finalmente la identidad profunda entre terrorismo e inmigración, mediante el trampolín de las mafias que “trafican con personas”. Lo que habría sido imposible sin el 11 de septiembre, se hace perfectamente llevadero, creíble y normativo después del 11 de septiembre.
El cordón sanitario de Europa pasa a tener su propio lenguaje articulado (incluso un lenguaje intelectualmente “honesto”, dentro de los límites de nuestro avieso cinismo organizado) y todo lo que se encontraba aún relativamente censurado, alojado en algún inconsciente mudo de masas, pasa ahora a expresarse libremente y dicta las leyes: lo no dicho es ahora la letra bien visible de nuestras leyes y nuestras prácticas.
¿Exageración? Apenas, porque lo peor siempre es posible y está por llegar. Se pueden citar gran número de hechos que apenas han sido difundidos, pero que constituyen el núcleo caliente de todo este asunto, precisamente por lo tácito de su ejecución. Unos son coyunturales y descaradamente oportunistas; otros exhiben las verdaderas tendencias del conjunto de la Unión Europea.
En enero de este año 2003 tuvo lugar el asalto a una mezquita en Reino Unido al estilo “Rambo”: escenografía de helicópteros, grupos de asalto, explosiones, puertas derribadas, gente esposada. Se produjeron protestas de la comunidad islámica, que se siente ultrajada (El País, 22/1/03). Un calculado ejercicio de la violencia no ultraja a nadie, no seamos hipersensibles. Se consigue la expulsión de un “predicador” peligroso (Abu Hamza). También en Reino Unido, 7 detenidos por tenencia de agentes tóxicos relacionados con la ricina (enero 2003). Se piensa que podrían haber atentado contra el personal de una base militar norteamericana, envenenando la comida. Más tarde, las redadas han continuado con otros tantos detenidos por presuntas conexiones con los anteriores. Secretismo oficial e informativo. En febrero, se produjo el cierre durante varios días del aeropuerto de Heathrow, en Londres, al descubrirse que un pasajero venezolano llevaba una granada escondida en su equipaje. Más detenidos. Tropas y tanques toman posiciones en torno al aeropuerto
La suspensión de asociaciones islámicas en Alemania es una práctica preventiva común, pese a que la comunidad turca mayoritaria nunca ha conocido el “islamismo” radical: son presentadas como asociaciones “extremistas” que reclutan miembros en la universidad, sobre todo en las facultades politécnicas (entorno en el que se formaron los miembros principales de la célula de Mohamed Atta, en Hamburgo). En Holanda, en una ciudad con numerosa población inmigrante ocurrió en noviembre de 2002 la muerte de un inmigrante marroquí a manos de la policía en una barriada de inmigrantes, lo que provoca un violento enfrentamiento entre los vecinos naturales, los propios inmigrantes, y la policía. Casos como éstos son frecuentes en todas partes.
Francia es el país europeo más avanzado y experimentado en estas tareas de control de minorías mediante el antiterrorismo como coartada, y sin duda será el prototipo en el tratamiento del enemigo interior. Por ejemplo, allí el control institucional sobre la enseñanza religiosa está muy desarrollado: las organizaciones “representativas” de los creyentes están naturalmente puestas bajo tutela directa del Ministerio del Interior. Sarkozy, de origen húngaro, se parece un tanto a Drácula, tal como nos lo imaginamos: cara de vampiro, rostro chupado, ojos inyectados en sangre, palidez cadavérica. Como en todas partes las redadas de indocumentados, las expulsiones sigilosas son constantes. En caso de duda, aplíquense las consignas del “Libro verde” sobre inmigración de la Unión Europea.
Siempre en Francia, son frecuentes las agresiones violentas contra inmigrantes magrebíes: en la primavera del 2002 una joven magrebí fue quemada viva; en otros casos, el uso de armas de fuego contra inmigrantes es normal. Las “vendettas” entre nativos e inmigrados forman parte de la crónica periodística francesa. La tácita incitación al odio racial y religiosa (figura jurídica objeto de “severa penalización”) está muy extendida entre los intelectuales de todas las tendencias.
Houellebecq, padre de una renacido nihilismo combativo en la ficción literaria, ya ha condenado benévolamente a la desaparición al Islam y se entusiasma por ello. Con lo que su última novela “Plataforma” consigue un buen número de ventas (oportunas declaraciones a la prensa pocos días antes del 11 de septiembre). Asimismo, Guillaume Faye, antiguo teórico ingenioso y brillante de la “Nueva Derecha”, fue procesado por su libro “La contracolonización de Europa”, al sostener tesis sobre la inmigración demasiado explícitas, pero que con otro lenguaje (el liberal, constitucional y moral de los valores éticos universales) comparten casi todos los social-liberales europeos en el poder.
Glucksman, como Henri-Levy firme representante del “lobby” intelectual americano-sionista, publica un libro, “Dostoievski en Manhattan”, donde teoriza el carácter básicamente “nihilista” del terrorismo islámico. La tesis tiene éxito: da cuenta de la creatividad y el ingenio de la intelectualidad occidental. Ahora ya tienen los intelectuales algo a lo que aferrarse elegantemente para hablar sobre el terrorismo en sus conferencias y en sus artículos atribulados. Más vale un concepto por eyaculación precoz que ninguno
En España, el trabajo de aprendizaje de nuestras clases políticas ha sido rápido y eficaz: antes de llegar a la situación francesa y en buena parte gracias a la pedagogía de la misma, nos hemos concienciado de los peligros del “enemigo interior”. Aquí la lucha antiterrorista puede desplegarse sin obstáculos. En España, han sido detenidas desde octubre del 2001 unas 40 personas relacionadas con actividades terroristas, de información y apoyo, sobre todo, la mayor parte en los meses posteriores al 11 de septiembre, aunque algunos dirigentes destacados ya eran vigilados desde hacía años, sobre todo los del entorno de mezquitas con predicadores “radicales”.
En enero tuvo lugar la detención de 16 miembros (argelinos en su mayor parte) de una célula vinculada a Al Qaeda en Tarragona (24/1/03). Fue noticia en TV, en el momento en que se discutía la oportunidad de la “colaboración” española con los norteamericanos en la posible guerra de Iraq. No se encuentra ningún indicio contra los inculpados; el juez correspondiente pide su liberación, lo que molesta a la policía. Por tanto, la decisión se aplaza a fin de “encontrar” las debidas pruebas inculpatorias, que serán sin duda encontradas gracias a la ayuda de los aparatos técnicos norteamericanos (se piden a los americanos reactivos químicos para comprobar la naturaleza de la sustancia incautada). La tenencia de detergente y mandos a distancia de la tele es una poderosa prueba de cargo. Finalmente, se comprueba que las sustancias incautadas eran inocuas (26/2/03). Los detenidos son puestos en libertad tres meses después sin cargos.
Nuevas detenciones el 8/3/03: cuatro españoles y un paquistaní acusados de realizar operaciones encubiertas de financiación de grupos terroristas. Algunos de ellos puestos en libertad sin cargos ya han solicitado a sus abogados que interpongan una demanda por tratos vejatorios, entre los que se indican interrogatorios con los ojos vendados y condiciones “inhumanas” en calabozos fríos y húmedos (14/3/03). Los españoles detenidos tienen el raro privilegio de ser sometidos a las condiciones que los presuntos terroristas extranjeros no tendrán oportunidad siquiera de denunciar.
En Italia, donde Berlusconi no oculta su animadversión al Islam, las tareas represivas han sido bastante intensas en estos meses últimos: se llevó a cabo la detención en Italia de 28 paquistaníes, en una operación rutinaria contra los inmigrantes ilegales. Al parecer, estaban en posesión de una pequeña cantidad de explosivo (dinamita, 300 gramos), con identidades falsas, y pretendían atentar contra una base militar norteamericana, cerca de Nápoles. En Italia han sido detenidos en el último año 141 personas, de las cuales la mayor parte han sido puestas en libertad sin cargos. También han sido detenidos 4 marroquíes en Italia: acusados de tenencia de un kilo de explosivo plástico.
Paradójicamente, son los tres principales estados europeos aliados de los norteamericanos en la campaña contra Iraq (España, Reino Unido e Italia) los que más se han esforzado en la lucha terrorista en estos últimos meses, y en todos los casos no se han comprobado verdaderos indicios de terrorismo. El trabajo policial en Francia y Alemania es mucho más de fondo, de largo aliento y penetración en las comunidades extrañas, con el fin de vigilarlas u organizarlas desde arriba. Los franceses y los alemanes son más racionales, se dejan llevar menos por el efectismo sobre masas ausentes. Son el modelo que debe seguirse. Juegan con el largo plazo y lo saben