POETICEMOS LA POLÍTICA, QUIZÁS LA REVOLUCIÓN SERÁ IMAGINABLE PARA LOS CONSERVADORES (2018)

Mi impresión largamente rumiada sobre el estado terminal del Régimen de 1978: ya es demasiado tarde para todo. Moralización de la catástrofe frente al espontaneísmo de los viejos resortes. La prueba de la Historia, siempre olvidada. No es la primera vez, pero un pueblo, más sabio quizás, por el hecho mismo de la vejez y el climaterio, ya habría comprendido la verdad. Al menos la fracción mínima más capacitada e ilustrada. Nada de nada.

Por doquier servilismo, cretinismo, mitos y leyendas, impurezas morales, reservas mentales, doble pensamiento, hipocresía calculada. La participación en las elecciones catalanas de diciembre de 2017 lo demostró con su 80%: nadie aprende nada de la experiencia.

Las anécdotas insignificantes se acumulan: un Gobierno central culpable de financiar directamente a un movimiento secesionista, así declarado por las pruebas que el propio Ministerio correspondiente suministra. Nada. Todo el mundo espiaba a todo el mundo y todo el mundo manejaba fondos públicos para todo tipo de delitos, encubiertos por chantajes reales que ocultaban crímenes hipotéticos.

Las leyes, burladas, exhibidas como espantajo, pisoteadas. Nada, porque en realidad no hay Ley ni Derecho. Los jueces, ahora alabados contra la verdad de su actuación obscena, cuerpo de guardia para la protección especial de los Sujetos No Imputables. Nada.

Conspiradores de salón paseándose por los platós, las redacciones de periódico, los tribunales, las jefaturas de policía, las oficinas de las grandes sociedades corporativas y las cátedras universitarias. Emitiendo mensajes persuasivos, nuevas moralizaciones, alguna “demonización”, animales de pezuña dirigiendo la palabra a animales de establo para que los animales de matadero aprendan a medir sus fuerzas.

Nada, no ha habido los muertos con que unos y otros se amenazaban, siempre reservándose la posición de “voyeur” impune. Quizás la próxima vez sea necesario jugar “personalmente” a la ruleta rusa… para decidir ciertos asuntos.

Un español culto el 14 de abril de 1931 miraba a su alrededor en medio de la secreta conmoción de un cambio repentino de régimen político y seguramente no se sentía solo. Incluso tenía un diagnóstico del estado de cosas epocal al alcance de la mano y admirado por la mejor intelectualidad europea: «La rebelión de las masas».

Al menos, si era buen lector, podía sentirse acompañado por cabezas tan inquietas como la suya. Y eso da fuerzas para plantarse con alguna solidez en una vida que sólo vale algo cuando es agitada como árbol seco por el viento de la Historia.

Los historiadores han dado cuenta de esa agitación convulsiva y desorientada de que los españoles mejores se sintieron sobrecogidos hasta el punto de apostar sus vidas, sus haciendas, su honor y su nombre a una sola carta. Y muchos pagaron muy cara su apuesta.

Aquella Nación, cualesquiera que fueran sus «defectos», estaba viva, lo suficiente para saber que el orgullo no se hereda sino que se merece y gana con los propios actos. Hoy, ese mismo español está solo, y para consolarse sólo puede recitarse como salmo esta sentenciosa reafirmación de una impotencia orgullosa: «Pesimismo de la inteligencia, optimismo de la voluntad».

Trevijano la tuvo por divisa, y muy profundos comentarios le dedicó de viva voz. El climaterio «posnacional» del bienestar español ha cegado demasiados ojos: quizás nos quede algo de Inteligencia, pero es seguro que Voluntad es nombre de una ramera que se ríe de nosotros. Y se sigue riendo de nosotros cuando dice que se va a hacer «reformista».

Intento hacer una analogía entre la situación de 1931 y la actual.

Evoco una especie de «rapto poético» en el que la Historia de España es revivida, esa es la verdadera memoria histórica, por un momento de lucidez repentina: no estamos preparados para lo que está por venir, porque no hay una España cultivada, un grupo constituyente, una élite autoelectiva, un poder cultural unificado, un movimiento de masas que sea su expresión.

El vacío intelectual de un Régimen político como el actual, llegado al límite de todo lo que es realizable en su esencia histórica originaria, no se resuelve con un vacío de poder prolongado indefinidamente elección estéril tras elección estéril, consecuencia secreta de su grosera forma de desgobierno, esa impotencia combinada con unos impulsos de masas apolíticas carentes de orientación convocados como escenario de un patetismo irrelevante: eso es todo lo que hay en España ahora mismo.

En el ámbito político es necesario saber por adelantado lo que se ajusta a la necesidad misma de la situación.

La claridad de la mente es una cosa, el instinto es otra, la capacidad de efectuar, la clave de todo, otra muy distinta. Y los sujetos portadores de esas tres cualidades no aparecen por casualidad sino por la exigencia misma de la cosa debatida y polemizada.

En la España actual faltan todas esas dimensiones dialécticas, sin las cuales no hay «acción política» colectiva, que coincide precisamente con el impulso inicial de la libertad política colectiva.

Este otoño de 2017, entre septiembre y octubre, en esa Cataluña convertida en territorio experimental de una ulterior evolución, en el punto límite del no retorno de la subversión ideológica inmanente al Régimen del 78 operada sobre la desvirtuada Conciencia Nacional, con ocasión de la tentativa de Autorreforma interna del Régimen a partir de la activación planificada por todas las instancias del Estado español del movimiento secesionista catalán, es cierto que se han exhibido al desnudo las intenciones secretas del Poder que rige el Estado español, y es cierto que la conciencia popular las ha percibido, tales cuales son, en su pura desnudez de ambición desmesurada, desigualdad impuesta y privilegio territorial y corporativo, pero a decir verdad nada sustancial se ha manifestado aún.

Cierto también que la clase política se encuentra perdida y desorientada en su laberinto a la busca desesperada de una salida que sabe imposible y ése, precisamente ése, es el momento más delicado y peligroso, porque todo lo que el Régimen estaba dispuesto a hacer, ya lo ha hecho, y lo que le queda por hacer es empezar una cuenta atrás regresiva y destructiva, algo que se percibe ya en todas sus «iniciativas».

Cuidadanos y Podemos no van a cumplir otra función que llenar el vacío temporal dejado por el Partido duplicado de la internacionalizada Oligarquía patrimonial, que es la base del Régimen como clase ecómicamente dominante que sostiene materialmente a los Partidos y a través de ellos controla «su» Estado.

Yo no creo en la verdad  del trauma colectivo infringido ni en la hondura del honor herido ni  en la resistencia de la ofensa recibida: eso es algo «intelectualizado» por nosotros, hombres sensibles, capaces de pensar a fondo los hechos más triviales que los medios de comunicación presentan como objeto de un consumo insustancial y renovable a diario.

Yo los siento personalmente y los puedo evocar y reconstruir retóricamente, porque tengo dotes excepcionales para intelectualizar. interprentádolos, los fenómenos políticos invisibles, pero hasta que «ese sentimiento» común, que a mí mismo me inspira y conmueve, no sea pensado y efectuado políticamente por un grupo ideológico definido y decidido, organizado y con voluntad propia diferenciada, el proyecto de cambio político, pacífico o violento, no lo veo como algo real y realizable, es decir, como capacidad de instanciar lo Político-institucional, pensado por nosotros como Norma universal, para los que no piensan ni quieren nada más que su pura autoconsevación sin riesgos.

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