Puedes apagarte en cada momento:
eres conato infinito de tiempo renovado.
Puedes apagarte en cada momento:
todo empieza una y otra vez,
si así lo quieres.
Pero mejor apagarse por fin
sin ya acordarse de uno mismo:
como la demora lenta
con la que el sol se pone en julio.
Apagarse así,
dejándolo todo a medias, por hacer:
sin la pasión estúpida
de lo que quiere completarse.
No hay continuidad
para lo que has querido ordenar,
convocando fragmentos y restos.
No te pertenece ningún orden,
el secreto, el oculto,
te llevaba de la mano sin saberlo.
Por eso tienes que apagarte
y saber apagarse es lo más difícil,
sin lamento ni resistencia.
La sombra en su llegada
no hace violencia,
da al mundo otro aspecto.
Málaga, 8 de julio de 2009