Amor y odio, desasosiego perpetuo en la balanza, han decidido por mí que tú eras materia indiscernible para el uno y para el otro. Seas curación o herida, beso para la traición o beso para la comunión, cuando todo te llama y te requiere, no he podido ser ni amado ni amante. La claridad, la sombra, una era mi refugio, otra mi pasión. Pero no toleré nunca que una luz más pura astilla quemada o carbón fuera, para calentar medias noches de amor entre pausas de comodidad a medida. Para qué ahora este despertar, cuando me miran espejos de coral verde claro, de los que a veces emergen mares sepultados, y no sé ya qué responderles sino sólo hundirme en ellos, hasta apurar el último calor de su incendio, hasta agotar el último silencio de su cansancio.