Casi todos los libros he leído, soy triste carne hastiada en cuerpo yerto; me digo: “Habrá quizás un día cierto para volverte un hombre decidido”. Mi fuerza endurecida ha resistido este círceo hechizo de su abierto corazón joven, puro; mas, desierto el mío, mi sangre alienta en su latido. Del alma en lo muy oscuro un paroxismo de otro ser que me apropia hay en reflejo, de vida da señales en mi niebla; para él todo se vuelve rastro y espejo, todo es un laberinto que me puebla monstruo innoble contrario de sí mismo.
Infantes, invierno de 2010