Lars von Trier ,“Los idiotas”.
Argumento: unos aburridos niñatos ya maduros de clase alta se entretienen exhibiendo “performances”, en las que se hacen pasar por retrasados mentales que, viajando en una furgoneta con sus cuidadores, acceden a lugares donde la gente de su propia clase acomodada asiste a comidas, espectáculos y celebraciones.
Con su comportamiento disruptivo de simulados retrasados, aprovechan la ocasión para poner en evidencia todos los prejuicios de la “buena sociedad” a la que ellos mismos pertenecen. A través de las reacciones de la gente a la intentan tomar el pelo con su espectáculo, revelan cómo todas las reglas de la urbanidad y el civismo son hipocresía ante la verdad estúpida del hombre: la represión de unos impulsos profundos recubiertos por reglas banales.
El juicio estético sobre la película de von Trier lo dejo para quienes deseen buscar someterse a la imposición de su tesis.
Creo que puede verse hoy, aquí y ahora, con una clave española, como un retrato de lo que se muestra descarnadamente en nuestra mascarada política colectiva. Pues España está tan moralmente enferma por haberse entregado demasiado alegremente a este tipo de juegos de tartufería sobre cuestiones esenciales que conciernen al vivir histórico de la comunidad política.
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