Hermosísimo invierno de mi vida, reparé tarde y mal en tu presencia; bondad oscura, lúcida inocencia para esta madurez no redimida. Nuestro tiempo renace, amar no olvida ser bálsamo a contraria resistencia, fiando en dádiva pura la existencia con otro amar honesto y sin medida. Un solo amor queremos llamar cierto: descanso fiel del corazón dañado, del que una sola vez fortuita nace (tantas otras perdida en desconcierto y aflicción de mal sueño inacabado) verdad que un más hermoso don nos hace.
Infantes, invierno 2010