LA IZQUIERDA IMAGINARIA FANTASEADA POR LA DERECHA IMAGINADA (2017)

Uno debe hacer un esfuerzo por ponerse en la piel de una parte muy nutrida y no insignificante de la sociedad española. La unilateralidad no ayuda a comprender. El deterioro moral, cultural y hasta «estético» y lingüístico, que el Régimen del 78 ha infligido se deja observar en aquellos sectores que poseen menos «defensas» para resistir tan atroz destrucción.

La izquierda «social», no la política profesionalizada y burocrático-estatal, como zona receptiva a ese condicionamiento, es la más duramente afectada por la mitologización de sus viejos ideales prostituidos por su «representación» partidista de carácter proporcional. Toda «crítica» intelectualmente decente de la izquierda debiera tener en cuenta este profundo «décalage».

La imagen de la izquierda social que trasmite la prensa de derechas es tan mezquina e inane como la que sobre la derecha social trasmite la prensa de izquierdas. Ninguna de ellas es lo que «predican» los periodistas, intelectuales orgánicos y, sobre todo, los partidos políticos con que el régimen «franquista» (estatalización «pluralista» de la «representación orgánica) se dotó para perpetuarse, ampliarse y sobrevivir oligárquicamente. España y su sociedad civil son realidades mucho más ricas y complejas que todo esa obscena simulación que estas burocracias de partido estatal intentan endilgarnos como «democracia». Porque sin una lucha por la representación política a partir de la libertad de elección no hay nada que pueda llamarse sin fraude «derecha» o «izquierda» en el seno de una sociedad civil.

Una cosa tan grotesca, circense y desarraigada, tan «desclasada», como la izquierda española sólo es concebible si uno se remite a un artificio, una impostura, a una mentira producida por y para los intereses de la clase dominante española, (madrileña, vasca, catalana, andaluza…). Que jamás en 40 años de duración del Régimen del 78 se haya dado la menor defensa de los intereses reales de la clase obrera, de la pequeña burguesía, de la clase media baja, que todos los discursos ideológicos apunten siempre hacia clases pasivas, o hacia la clase media alta más corrupta y parasitaria, todo eso es un síntoma de la naturaleza de un régimen oligárquico que para nada necesita al «pueblo» sino es para explotarlo y reírse de sus miserias, proporcionádole ofertas electorales irrisorias y espectáculos embrutecedores.

No creo que eso que convencionalmente se llama «izquierda» haya tenido jamás ninguna veleidad «rupturista» de nada. Esa izquierda «sistémica», «regimental, monárquica, profundamente antiobrera, partidocratica, oligárquica, antinacional y antisocial, etc, es el perfecto «compañero de viaje» de una derecha con las mismas características. Ni derecha ni izquierda saben lo que es «democracia» y sus formaciones políticas no son más que asociaciones faccionarias dentro de un Estado a su exclusivo servicio, compartido con los nacionalistas, sus hermanos gemelos, más avispados, más aventureros y mejor organizados, como corresponde a los «niños mimados» del Régimen del 78. Ningún parásito mata al organismo en que se hospeda.

Así es como puede concebirse que un Roures sea pura facción cultural de clase dominante, como la Fundación del Pino, la Fundación March y tantas otras que, bajo cuerda, son las responsables de la hegemonía cultural sea del liberalismo amorfo o sea del izquierdismo indefinido. La misma oligarquía económica financia a los «profesores» y el «mundo académico» de una y otra facción estatal. Rallo es intercambiable por Sánchez Cuenca. Lo mismo expresado en dos dialectos diferentes para clientelas de la clase media alta idénticas en estándares de vida. Hay que simular diferencias de «valores» para perpetuar el disfraz de la doble Oligarquía del Estado y del Mercado en colusión manifiesta.

Dejando a un lado la retórica gastada y banal, la corriente «anticapitalista» de Podemos es hoy la única expresión de una verdadera «conciencia política» que apunta alto y lejos. Hablar de un «proceso destituyente» de la Constitución del 78 es decir exactamente lo que está sucediendo, pero su ingenuidad acharnegada les impide ver que esa «destitución» de legitimidad también los engloba y va contra ellos, pues su presencia en la escena pública también carece de legitimidad «representativa».

La opinión «derechista» se equivoca completamente respecto a los chicos de la «patota montonera» que forman los grupos anexados en «Podemos». Son incluso peores que los hijos de la propia «derecha» política y social, porque están mucho más «necesitados» de reconocimiento, estatus orgánico y posición de clase. La juventud española, mal criada por el Estado benefactor de los Partidos, es responsable de inadaptación a las previsiones macroeconómicas dictadas a la realidad social por el Gobierno español. Pues que nuestros muchachotes vayan aprendiendo eso de que «Vota y pide un deseo» no es exactamente una verdad de experiencia sino la magia secreta de nuestro cuento rosa «democrático».

Muchos jovenazos y jovenazas, ya talluditos e incipientemente barrigudos, pidieron «ser representados» y tener una «voz» y se encontraron de bruces con un maniquí prefabricado por algún laboratorio de bebidas carbonatadas (por ejemplo, una universidad española, sede de un retiro espiritual o espirituoso, eso no está nada claro), manoteando y balbuciendo consignas que eran ya viejas entre los hijos de papá del 68… Realmente, las «ideologías izquierdistas» desde entonces no son más que un servicio de asistencia encargado de los eslóganes banales de una raquítica «subcultura de campus universitario»

Es el problema de haberse inventado en vena una izquierda inexistente y postiza, y haberla metido hasta la cocina del Estado. Empiezan a creerse estos chicos malcriados los «legítimos» dueños de la vajilla de porcelana y los cubiertos de plata que las familias bien atesoraban en los aparadores domésticos estatales: tan notables signos de distinción de clase no pueden repartirse así como así. Los títulos académicos son un poco una cosa parecida en esta España de empresarios-funcionarios.

Por lo demás, el problema de los NI-NI españoles ya se alza hasta la cumbre de la sociedad y el Estado, a juzgar por las “confesadas inquietudes” que al parecer exhibe el “entorno” del monarca actual, preocupación bien comprensible acerca de su hipotético futuro de desempleo. Amenazado por las “terroríficas” tesis “plurinacionales” de una “izquierda desencadenada” como Prometeo, Felipe VI de Borbón podría llegar a convertirse en el primer NI-NI español de origen regio, como su bisabuelo, un poco como es la aspiración secreta de sus congéneres menos afortunados por la herencia paterna.

Ser funcionarios por designación de alguna entidad supraceleste o incluso por un amigo de papá que tiene un amigo en el Partido no es cosa que deba despreciarse con semejantes niveles de paro juvenil. No hay ninguna otra medicina milagrosa como una generosa asignación estatal de por vida como para hacer que a uno se le pase la indignación enrabietada y se convierta en un angelito dulce que cante en el beatífico coro de los adictos al régimen del 78, aunque de vez en cuando tengan que cumplir con la cláusula anexa del «contrato de indignación» y hablen de República, plurinacionalidad, «justicia social», «igualdad»…

¿La mentalidad «social» dominante en España es «izquierdista»? No, en modo alguno. El discurso público hegemónico de los órganos del Estado de Partidos es «izquierdista» porque es la modalidad a través de la cual se puede envolver mejor la dominación del capital financiero y oligopolista. Entre la mentalidad social viva y el Estado que segrega «ideología estatal» hay un abismo que es el lugar donde los partidos operan. Sólo hay una ideología, la del Estado del Régimen del 78: el liberal vegeta en la «disidencia institucionalizada» y no se entera de nada.

En una de sus últimas entrevistas, Gustavo Bueno venía a decir que el mayor problema de la España actual consistía en que «los españoles tienen el cerebro hecho cisco». Supongo que ése será el supuesto «izquierdismo» al que se alude en la prensa de derechas. Pero ciertamente no veo en qué sentido nuestro «liberalismo» contribuye a descargar el pobre cerebro ciscado de los españoles de las inmundicias que lo pueblan. Al contrario, parece incrementar el depósito de residuos ideológicos con unas cuantas imposturas más, igualmente acomodaticias y volátiles.

En sentido estratégico de control social ampliado, la izquierda española es utilizada por las oligarquias postfranquistas para ocupar lo que Althusser llamaba los «aparatos ideológicos del Estado», es decir, los instrumentos que crean, difunden y reproducen una muy determinada «imagen social», por ejemplo, ese muñeco «antiespañol» que es una imagen convencional de lo español inventada para producir efectos reales en una población desnacionalizada y sin conciencia histórico-cultural. La izquierda juega ese papel, de ahí que sea tan valiosa para un Régimen de poder cuyo principio coordinador entre facciones es la silente y opresiva desnacionalización de las masas.

Tanto como también lo es, y en otro sentido no menos relevante, la llamada «izquierda antisistema», que está tan burocratizada por las subvenciones estatales y tan infiltrada por la Inteligencia del Estado que produce bochorno tener que recordar esto. La prensa de derechas es un artilugio de guerra para mentes obtusas fanatizadas y corrompidas por sistemas de ideas apriorísticas y prejuiciosas que no se preguntan jamás por la naturaleza real de los conflictos sociales, incluso cuando son producidos ficticiamente entre sujetos políticos y sociales subcontratados. Porque nada accede a la esfera pública que no sea filtrado por intereses oligárquicos faccionales, dado que la sociedad civil no existe y no hay libertad política.

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