En mar antiguo y claro vivía una nereida,
doméstica y sincera… casi, a veces sencilla:
coqueta de ojos verdes, tal vez demasiado ávidos,
quizás un poco fríos; su áspid mirar inquieto
siempre otea marinos en azul lejanía.
Soledad oceánica, tan dulce
como tan mal calmada,
la hastía ya el silencio en lentos soles
que pasean por su piel trigueña, avara
o de amor olvidada,
mas siempre cálida, húmeda y despierta.
Ni diosa ni mujer,
fantasía y herida
para sí misma estéril que no alcanza
a poseer la mente que la sueñe,
reflejo iridiscente:
de sí misma quebrada imagen rara
que cambia el oleaje,
oleaje y ya cielo
que la cercan por siempre
en libertad de movimientos gráciles
que triste la encadenan a su padre,
celoso de perderla.
Ni diosa ni mujer,
árida fantasía que el misterio
para sí guarda y muestra.
Pero unas veces diosa, mujer otras,
siendo ambas no es ninguna
en el sueño despierto de cada hombre.
Enigma que reserva
es poder de un milagro más veraz:
os hace devenir hombres o no
bajo el sabio conjuro y sueño noble
de una diosamujer.