En España, bajo las condiciones del régimen vigente de 1978, no existe ninguna izquierda real, porque dentro de un Estado constituido oligárquicamente, los valores izquierdistas sólo pueden aparecer como señuelos de puja clientelar para las facciones estatales.
Y eso nada tiene que ver con la izquierda, con ninguna izquierda, ni imaginaria, ni real.
De ahí la necesidad de la evocación histórica, a partir de la cual construir un relato mítico y un recitado maquinal de la leyenda, su única verdad, dado que en el horizonte vivido del presente, la izquierda española no existe ni como referencia ni como voluntad, ni como proyecto ni como realidad.
Confundir el igualitarismo genérico como razón clientelar de ser desde la ocupación del Estado como clase política de partido al servicio de los intereses de una muy prepotente oligarquía económica concentracionista e internacionalizada, nada tiene que ver con la izquierda histórica. Ésta no comparte el poder, es celosa de su exclusivismo de clase (burocrática)
Esta izquierda “política” española, formalmente reconocida desde la “legalización” de los “partidos políticos” por una parte de la más joven clase dirigente franquista en 1976-1978, está integrada por los cuadros de partido que no son más que el «ejército industrial de reserva» de los «trabajadores ideológicos» (futuros funcionarios de partido siempre en potencia y por tanto del Estado) de que se sirven las oligarquías madrileña y catalana (de ahí la facción charnega sureña del PSOE y la facción charnega norteña y levantina del PSC, En Comun, Mareas, Compromís y todo Podemos) para “integrar» a su vez a las masas desnacionalizadas de la izquierda ideológica y social en el Estado español en la etapa de la trasnacionalización del capital, (ahora nombrado como «la trama»), antaño proteccionista y autárquico, hoy «globalizador» bajo dirección estatal, y por ello necesitado de un discurso cuya inspiración esencial es la renuncia a la conciencia nacional y su sustitución vicaria por una conciencia estatal desarraigada histórico-culturalmente vaciada de contenidos y referencias.
De ahí asimismo los «nacionalismos» periféricos (un fascismo residual vencedor del propio franquismo como pseudo-fascismo decadente) y su relación íntima con esa izquierda estatalizada, es decir, oligarquizada. Un puro «bluff» que sólo engaña a la gente ayuna de experiencias lectoras básicas y de una interpretación coherente sobre lo que sucedió en España en el interior del bloque oligárquico en el poder entre 1976-1980.
La evolución de la estructura social de las clases medias españolas tiene aquí el centro de gravitación: a medida que se producía durante todo el periodo «democrático» su transformación en clase funcionarial de servicios a partir de un núcleo patrimonial cada vez más reducido, la balanza estaba por adelantado inclinada en favor de un discurso sobre la «igualdad material» del que una oligarquía que había usurpado la libertad política colectiva de los españoles a la muerte del dictador podía hacer un uso descaradamente «demagógico» sin que ello conllevara ningún riesgo para sus intereses, en la medida en que para entonces los capitales y patrimonios familiares de esa clase oligárquica ya habían sido colocados a buen recaudo en inversiones exteriores muy protegidas por el propio Estado que patrimonializaban (la fase del felipismo, la concentración bancaria y la primera exportación de capital, a la que siguió la privatización de los oligopolios entregados a precio de saldo al gran capital corporativo de un puñado de familias madrileñas y barcelonesas durante el aznarismo).
A partir de ahí, la izquierda política oficial de los partidos financiados con cargo al presupuesto monarquía corrompida hasta el tuétano debe actuar como una especie de «falsa conciencia» con que esta oligarquía vela o encubre la conciencia nacional y la conciencia de clase de todos los sectores que sociológicamente se reconocen como «izquierdistas».
Estadio actual del discurso de la “plurinacionalidad” (en favor de la oligarquía catalana) y la “renta básica universal” (en favor de la oligarquía madrileña) como añagazas que hacen recaer todo el peso de la explotación fiscal sobre los últimos estratos de clases medias altas todavía patrimoniales y sobre buena parte de la clase media baja de asalariados expoliados por el sistema de las cotizaciones sociales…