CONFUSIÓN ENTRE ÉLITES, OLIGARQUÍA Y DEMOCRACIA FORMAL (2017)

 

El empleo de la palabra «élites» es muy discutible en la prensa española. Desde luego no es el concepto originario de Pareto.

En Europa hay oligarquías, es decir, formas de gobierno oligárquicas en las que se produce una concertación de intereses dentro del Estado entre partidos políticos y grupos oligopolistas del capital trasnacionalizado: su agente ejecutor es una burocracia corporativa que ocupa los poderes ejecutivo y legislativo y cuya única ideología es vestir la exacción fiscal desmesurada con alguna ideología de tipo humanitario o humanista (la redistribución, la igualdad material, la dignidad humana…)

Esto nada tiene que ver con el concepto de «élites», ni siquiera en el muy restringido de «élites en el poder», concepto de Wright Mills copiado malamente de Pareto.

Las élites naturales de una sociedad civil altamente consciente y desarrollada son las que forman los mejores y mas dotados en cada esfera de actividad profesional.

Esas élites son las que las oligarquías estatales europeas han marginado y expulsado del poder político, cultural y económico, al obliterar y destruir toda posibilidad de representación política de esos estratos de la «melior pars» que toda sociedad produce en la pura espontaneidad de su funcionamiento objetivo en cada uno de los campos profesionales.

La oligarquía como forma de la dominación política no es elitismo ni tiene nada tiene que ver con él.

Su concepto contrario es «democracia formal». En la «democracia formal» puede haber élites naturales, más o menos influyentes, pero nunca oligarquías estatales, corporativas y concertadas, como ocurre de modo exasperante en España desde hace cuarenta años.

De este argumento se sigue que allí donde existe este tipo de formación del poder de carácter oligárquico como régimen político, no puede haber «democracia», que reconoce los derechos de las élites naturales del orden civil,  pero no les da la forma pura de una dominación incondicionada y excluyente a través precisamente de la separación de poderes, la representación política y una Constitución elaborada desde abajo hacia arriba con libertad constituyente verdadera, como garantía de los principios anteriores, entre otros que no existen en ninguna Constitución europea.

En cualquier caso se está extendiendo muy interesadamente la representación mental indefinida de que hoy se está produciendo un conflicto de intereses entre unas élites anónimas y una población indefinida y hay que decir que eso es un señuelo tendido por las verdaderas oligarquías para que todo se juegue en un terreno que dominan perfectamente.

Porque “élite” es cualquiera que sirva para escenificar este drama colectivo del sacrificio ritual de los peones al servicio de los intereses que deben ante todo preservarse. La rentabilidad de «nuestro capital», también humano, es decir, nuestra clase política, nuestro verdadero y más productivo «capital humano».

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