“Qué tiempos aquellos. Nos trajeron algunos ejemplares. Los conocíamos bien de nuestras luchas callejeras en Berlín. Qué de correrías. No tuvimos mucho tiempo que perder. Luego vinieron los de la Rote Fähne y les seguimos dando caña. Y los del brazalete, qué tipos más majaderos. Y a veces nos emborrachábamos después del mitin y qué de cristales rotos. Pero el jefe nos llamaba al orden, que si mamporreros y tal. Ahora nos meamos en las esquinas y en los jardines de las urbanizaciones con piscina climatizada y los de CaixaBank pagan tan bien como los otros, el parné es el parné y nosotros nos sabemos deslizar por el parqué, sólo preguntamos a quién hay que embaucar y amolar. En Sevilla nos tomamos unas cañas y luego nos subimos a la Catedral y observamos a los paseantes y les escupíamos hasta que un guardia de seguridad nos llamó al orden. Luego nos hicimos freudo-marxistas y recitamos parrafadas de “El miedo a la libertad” y cantábamos “Deutschland über alles” y les dábamos lo suyo a los hinchas del Chelsea, aún más borrachos que nosotros, y nos pagaban bien en las Universidades españolas, ya sabéis, cuando más hablan de ética, más golfos son, cuando más hablan de “democracia representativa”, más jueces nombran para salvarse el cuello de la soga judicial. Y eso fue antes de que los Ana Patricios y otros travestis se unieran a la fiesta: si Barcelona tiene sus fascistas y el País Vasco los suyos, por qué Madrid no iba a contratar nuestros servicios. Total, la charnegada ni nota la diferencia.”
Torre del Mar, diciembre de 2018