Estaba el pistolero acodado a la barra de aquella cantina polvorienta, cuando entró el vaquero y le dirigió una mirada retadora. El “barman” corrió a esconderse detrás de un espejo y los dos o tres parroquianos habituales se apartaron de sus mesas. En las habitaciones de la segunda planta cesó el alboroto de las plumas y los colchones, y grititos y sofocos del placer alquilado no volvieron a reanimarse en largo rato.
El pistolero se ajustó el cinturón, se puso en jarras, sacó un reloj del bolsillo de su chaleco y a continuación encendió un pequeño puro. El vaquero repitió los mismos gestos y además extrajo un libro que llevaba en el bolsillo inferior de su pantalón, abriéndolo por donde al parecer lo había dejado horas antes. El pistolero no confundió este movimiento con una amenaza, pues él mismo solía portar en esos bolsillos ocultos libros igualmente desafiantes y peligrosos.
El pistolero se acercó con preventiva lentitud al vaquero y, al estar apenas a un metro, cara a cara, le espetó con una voz irritante que denotaba abiertamente provocación y malevolencia:
-¿»Razón y revolución»?
-No, amigo, “El hombre unidimensional”.
Se midieron con la vista una vez más, ambos guiñaron los ojos, el sudor se agolpaba en su frente y en sus sienes, requemadas largamente por soles extranjeros. Ninguno se atrevió todavía a entablar el diálogo socrático que tanto tiempo llevaban aguardando. En un mismo movimiento de unas manos ágiles y acostumbradas extrajeron los revólveres de sus fundas, tantas veces acariciadas… y los dejaron encima de la mesa de billar. Así pues, el pistolero tosió, escupió en el suelo una sustancia negruzca y pegajosa, abrió su libro y con voz pastoral de barítono recitó de una tacada, ante la sabia complicidad del vaquero, que guardaba un silencio eucarístico:
“El conferir la universalidad a las ideas de la clase dirigente forma parte, pues, de los mecanismos de la sociedad clasista, y, por ende, una crítica a este tipo de sociedad destruiría también sus exigencias filosóficas. Los conceptos universales utilizados son, en primer lugar, aquellos que hipostasian formas deseadas de existencia humana, es decir, conceptos como los de razón, libertad, justicia y virtud y también los de Estado, sociedad y democracia. Todos estos conceptos consideran que la esencia universal del hombre se encuentra materializada ya en las condiciones sociales predominantes o más allá, en un dominio suprahistórico. Marx señala también el hecho de que dichos conceptos se vuelven cada vez más universales en alcance con el avance de la sociedad. Las ideas de honor, lealtad, etc., que caracterizaban a los tiempos medievales y que constituían las ideas dominantes de la aristocracia, tenían una atracción mucho más restringida y se aplicaban a menor número de personas que las ideas de libertad, igualdad y justicia de la burguesía, lo cual refleja el hecho de que la base de esta clase es mucho más amplia. De este modo el desarrollo de las ideas dominantes se alinea con la creciente integración económica y social y al mismo tiempo la refleja”.
Y el burro, atado a la entrada del establo junto a la cantina, que no se decidía entre comer paja o cebada, repuso en correcto alemán:
-Ja, ja, ja…