SALVAR LAS APARIENCIAS O LA DEMOCRACIA ESPAÑOLA HOMOLOGADA (2019)

Con motivo de las lluvias torrenciales en Valencia en estas últimas semanas en octubre de 2024 y en consideración a la reacción de todos los poderes públicos estatales los días que siguieron a esta catástrofe, merecería la pena releerse este texto que apunta a lo mismo del problema fundamental de esta España desquiciada en manos de una clase dirigente indescriptible sin incurrir en delitos de ofensa al honor tipificados en el código penal.

Nuestro problema como sociedad no es la naturaleza agresiva de las lluvias torrenciales sino la barbarie de los poderes públicos corruptos que deciden nuestro destino colectivo. Porque, en el fondo, da igual que sean las lluvias torrenciales o la rebelión de un territorio del Estado español, o una epidemia viral de alcance mundial lo que afecte a la sociedad española: lo mismo, lo que permanece incontestable como realidad es la pura arbitrariedad de los poderes públicos, su incompetencia, su incapacidad. Dado que los oligarcas de partido controlan todas las decisiones y hacen leyes y normas, son más peligrosos que una orangután que blandiera una navaja de barbero.

Salvar las apariencias de modernidad homologada y democrática: he ahí el problema tras el enojoso asunto catalán de 2017. Un contratiempo, una aventura, un plan y arreamos palante.

Cierto que al Régimen del 78, ese traje a medida para una sociedad profundamente arcaica pero a la vez insustancialmente modernizante, se le han descosido todas las costuras. A una «dictadura españolista», le sucedió una «oligarquía catalanista». Poca es la diferencia, donde comen dos, comen cinco y la «democracia» es cosa de los criados, que comen en el piso de abajo, por supuesto. Así que decid «patata» y componeos el hábito democrático. Siervo fuiste y en siervo te convertirás.

Lo único innovador de este sistema político,  respecto a sus muy fascistas homólogos europeos, italiano y alemán, era el castizo neoaustracismo hispánico del diseño constitucional del Estado autonómico. Una monarquía burguesa que preside abstractamente territorios mal definidos en su entidad política no es, después de todo, una solución carente de sentido histórico para una Nación que no tiene Estado y un Estado que no tiene Nación, ambos, Estado y Nación, dominados por una burguesía sin cultura política pero ella misma dominada por una rapacidad ciega: la ficción de ambos quedó arropada y embozada por un monarca simpático y popularmente fabricado, comisionista y mujeriego, símbolo carismático de la presunta unidad nacional, con uniforme de gala y todo lo demás. 

Y por ahí se le ven las vergüenzas, pues por el culo autonómico se han descosido las costuras del Estado nacional de los vencedores de la guerra civil, vendido a precio de saldo a sus propios beneficiarios y realquilado por todos los arribistas que le sucedieron.

Españoles militantes y españoles indolentes, claro que sí. Y excrementos leoneses o aragoneses como confitura. Los historiadores que fuman en pipa y exhalan humo inglés miran crecer las manchas de humedad en la pared y los criados le amonestan: ya es hora de dormir, milord.

Cierto que el aparatejo maquiavélico español del post-franquismo es, en suma, un Estado corruptísimo, incompetente, ineficiente, groseramente apoderado por un régimen oligárquico, derivado hacia una desvergonzada francachela oclocrática, y despilfarrador como todo nuevo rico esnob, en fin, un inmenso fraude contable, abocado a la deuda perpetua, justo lo contrario de lo que fue cuando el mito fundador ejercía de Cronos celeste acampado en autoridad de vencedor en su campamento bajo reglamento militar.

Esto, lo que realmente es ese Estado y el régimen de poder que lo controla, hay que taparlo a cualquier precio. A esa operación de falsificación se llama «Presupuestos Generales del Estado»: literalmente, el coño de la Bernarda. Las ideologías son las bragas que tapan las partes pudendas del poder social. Somos la burguesía española. Nuestro dinero no tiene ideología. Es decir, estamos a la intemperie.

Si las pensiones crecen un 0’9%, pelillos a la mar y te meto un BOE que te cagas, BCE, mecenas de las artes escénicas barrocas. Pues necesaria es una tramoya barroca para sostener el aparatejo de la clase prebendaria, a mayor gloria del Patrimonio nacional.

Así que manos a la obra. No basta la prensa. Los telediarios son la mejor policía política que existe. Beria teñido de rubio no lo haría mejor, incluso con tetas de silicona. Tú mismo te detienes, te interrogas y te juzgas. Además, si no quedas satisfecho, te dejan votar en unas elecciones tan amañadas como una pelea mejicana de gallos, y con los mismos resultados: las casas de apuestas siempre ganan. Sus acciones siempre se cotizan alto. Y hay que consumir lo que vende un narco para entender la nómina.

Que perteneces a una comunidad política en quiebra, no importa. Para curarte de tu melancolía está la historiografía. Te dicen que todo esto es un asunto de hispanofobia, imperiofobia y fracasología. Es que no nos quieren, es que nos han quitado la autoestima. Es que… es que… Los niños pequeños tienen más imaginación y coraje para excusar sus travesuras. Es necesario más constitucionalismo, más lealtad constitucional, más apego al espíritu de la letra. Para eso están los tribunales constitucionales y si fallan en falso, en fallo falsean los tribunales supremos.

Hay que rejuvenecer con el maquillaje jurídico y el rimel historiográfico a la puta del 78, la felatrix universal, al gusto del elector hispaniolejo, escoliasta de Pelayo y sus hazañas. Y los pobres de espíritu, que suban a la montaña a lomos de Santiago Abascal y escuchen el sermón de Pablo Iglesias: pues de jinetes, cabalgaduras y cabalgados trata la Historia.

Oh, calavera de Lenin, y cómo me gustaba acariciar tu calva las largas noches de insomnio entre el crepitar de la cellisca madrileña. Chisporroteaba ya en el aire, entre los bostezos de los penitentes de la Constitución del 78, el encanto de todas las revoluciones que no hicimos por miedo a ensuciar los pañales que tan férreamente nos implementó la nodriza constituyente.

Amarás, hermano Otegi, hermano Sánchez, hermano Feijóo, hermano Puigdemont, hermano Junqueras, al Estado por encima de todas las cosas, porque el Estado eres tú, siervo mío. Que sea «español» y hable español, lo podemos cambiar: la noche es larga y el sueño es profundo. 

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