DOS NOTAS SOBRE JOSEPH CONRAD

Verano de 2024

Sobre un personaje enigmático de Conrad y su sentido histórico 

El capítulo final de “El agente secreto” de Conrad plantea algunos interrogantes. Parece innecesario, no está a la altura del resto de la novela. No acaba de entenderse por qué ese encuentro puramente anecdótico y banal entre los dos anarquistas en una taberna después de lo acontecido y narrado hasta llegar a ahí. Con toda evidencia el capítulo XIII es un verdadero epílogo. Y como tal epílogo tiene que cerrar el sentido de toda la novela. Ahora bien, no hay tal cierre, porque la escena abre precisamente la historia a una nueva dimensión, que es la del futuro. El Perfecto anarquista continuará con su obsesión de encontrar el detonador perfecto para su causa de una destrucción absoluta y arbitraria de una Humanidad bulliciosa a la que teme. El robusto Ossipon, ahora poseedor de la herencia de Verloc, tras robarle la cartera a la angustiada y suicida esposa de éste, seguirá viviendo perseguido por los remordimientos de conciencia por sus actos. La Humanidad, vulgar, masificada e ignorante, seguirá el curso de su vida. Ahora bien, los que saben que habitan en un mundo dominado por una humanidad degradada, precisamente porque lo saben, se convertirán en los nuevos dominadores, justo en la misma medida en que ellos son su mejor encarnación. El futuro pertenece a los destructores conscientes de la destrucción que acometen y planifican. El futuro es el Perfecto anarquista, miedoso y aterrorizado por la multitud, pero que sabe cómo aterrorizar a una multitud sin cabeza ni dirección ni sentido de su bruta existencia. Pese a su total insignificancia, la novela anuncia en este personaje al futuro sujeto de la Historia. El Pequeño Anarquista: una versión apenas sublimada de un futuro que hoy ya es pasado, porque sus herederos, como quiera que puedan ser valorados  por la opinión vulgar o la crítica histórica académica, es decir, Hitler o Stalin, hoy son sólo los santones de cartón piedra de un secreto culto laico generalizado en todas las manifestaciones de los Estados decadentes en sociedades pulverizadas. 

Notas para leer los relatos de Conrad “La línea de sombra” y “Juventud”.

Conrad innovó mucho en la forma de la novela de aprendizaje. Centrando las relaciones de los personajes en el microcosmos del barco como representación de la sociedad, pudo construir relatos en los que no es el tiempo en la vivencia del sujeto lo que determina la historia, como en la tradición anterior de la novela de aprendizaje, sea en la fundacional obra de Goethe, “Los años  de aprendizaje de Wilhelm Meister” o en “La educación sentimental” de Flaubert, los dos grandes modelos del género. Conrad recreó la novela de aprendizaje sobre la base del espacio físico como el factor impulsor de los procesos de aprendizaje. La experiencia en el mar en la navegación pasó a convertirse en su prueba de fuerza del carácter de sus protagonistas. El elemento de transformación, evolución o cambio se presentaba en el tiempo, era el tiempo el hacedor de las historias biográficas como sustrato y fundamento en las grandes novelas clásicas de aprendizaje. En los relatos de Conrad, se añade como factor formativo decisivo, lo elemental del espacio en que se desenvuelve la experiencia, el hecho bruto de que la tierra misma, el mar y toda la naturaleza envolvente definen el ser del hombre. El momento aquí y ahora en este lugar y no su expansión abstracta indefinida en el tiempo igualmente abstracto es lo determinante del curso de la vida. La vida no es un encadenamiento de situaciones, cualquiera que sea el orden y el sentido prefijado. La vida es un enfrentamiento a vida o muerte en un momento dado con una situación imprevisible, enfrentamiento cuya resolución determina el curso de la vida. 

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