¿Quisiste ser alguien diferente? No hay culpa en haber deseado belleza invisible, cuando había que inventar el amor, sus ritos y el estilo que un mundo hueco empobreció. Cada uno tiene su parte de ella y a ella la devuelve. En las largas vigilias silenciosas que ahora te renuevan, como un hontanar inagotable de horas que redimen del tiempo no vivido, vas tejiendo poco a poco la guirnalda para tu insaciado deseo de una belleza visible: otro cuerpo y otro gesto que aprendes a leer en el movimiento si un alma se te anuncia y te espera. No podías ser alguien diferente, ni un hombre, ni un río, ni un lago, bajo cielos que no podías reflejar, sólo esta corriente oscura que en la calma o el temblor siempre presintió otra profundidad y otras orillas. A través de los poemas construyes una nada que se os parece, con el placer insoportable de ser por un momento leve el mejor yo con quien dialogas, adivinando la forma en torno de su vacío, la forma que espera la mano que la anime, el vacío hecho para la forma. Y no quieres ser alguien diferente, porque ahora sólo piensas en devolver lo que se te ha dado: ofreces aire para su respiración, ofreces luz para su risa, porque te ofrece aire para tu respiración, luz para tu risa, y, como antes nadie, te inventa en su presencia y te destina en su ausencia a otra ilusión más allá del gozo y del dolor. Infantes, 30 de octubre de 2009